La ridícula guerra del whisky entre Canadá y Dinamarca llega a su fin
Durante 50 años estos dos países mantuvieron una surrealista disputa territorial por un islote deshabitado en el Ártico, que incluía el intercambio de botellas de whisky. Pero por fin llegaron a un acuerdo

Un comandante danés reclama la soberanía del islote. Foto Per Starklint – Wikipedia
En un remoto rincón del Ártico, un islote de medio kilómetro cuadrado barrido por los vientos, durante medio siglo ha protagonizado un absurdo conflicto diplomático entre Canadá y Dinamarca, que algunos califican como la guerra más amistosa de la historia, y otros no dudan en recordar su desarrollo como un gag de los Monty Python.
Es la guerra del whisky por el islote de Hans, y esta disputa ha terminado tras medio siglo.
La roca en mitad de la frontera
La roca de Hans está a exactamente la misma distancia de Canadá de Groenlandia, territorio que depende del reino de Dinamarca.
Cuando en 1973 los expertos trazaron la línea divisoria de aguas, este islote estaba en el medio como una roca en medio de un camino imaginario. Y los geógrafos recurrieron a la solución más fácil: dejar el asunto de lado.
En 1973 los geógrafos descubrieron que el islote de Hans estaba en la mitad de la línea divisoria de aguas entre Canadá y Dinamarca. Y dejaron el asunto de lado
En algún momento de 1933 la Sociedad de las Naciones estableció que es territorio danés, pero desde que se crearon las Naciones Unidas nadie se acordó de ratificar la decisión. Y así estuvo esa tierra de dos estados en aguas de nadie.
La guerra del whisky
El nombre de la guerra del whisky llegó cuando en 1984 un ministro danés hizo la bandera roja con la cruz blanca, descubrió una placa que reivindicaba la soberanía escandinava, y dejó de recuerdo una botella del aguardiente schnapps.
Al poco tiempo los canadienses ocuparon la isla, enviaron la bandera de regreso a Copenhague por correo (son un pueblo muy educado) y cambiaron el schnapps por un whisky canadiense.
Y así estuvieron unos y otros por años, cuando llegaba el deshielo del verano, intercambiando banderas y bebidas alcohólicas en un surrealista reclamo de soberanía.
Más ríspido estuvo el intercambio cuando en el 2000 los daneses enviaron dos veces unas fragatas con soldados a imponer su presencia en la isla. Si esto hubiera pasado en cualquier otra región del mundo, se hubiera considerado un acto de guerra. Pero no pasó nada.
El fin de la disputa
Hace pocos días funcionarios de ambos países, junto con representantes de Groenlandia, firmaron un acuerdo para poner fin a la disputa territorial: Dinamarca se queda con el 60% del islote y el restante 40% queda en manos de Canadá.
De esta forma, se pone fin al último desacuerdo sobre una frontera terrestre en el Ártico.
El acuerdo salomónico por el islote de Hans es una muestra de resolución pacífica de los conflictos frente al ejemplo de agresividad de Rusia
Es algo parecido, pero a una escala minúscula, de la división que tienen islas como La Española (entre Haití y República Dominicana) o Saint Martin – Sint Marteen, de soberanía repartida entre Francia y los Países Bajos.
El último intercambio
Tanto Canadá como Dinamarca presentaron el acuerdo como un ejemplo de cómo los conflictos fronterizos se pueden resolver pacíficamente, un acto de mucha carga simbólica frente a la agresividad de Rusia ante la invasión de Ucrania.
Para dar por concluida la guerra del whisky, los ministros de Asuntos Exteriores Jeppe Joly (de Dinamarca) y Mélanie Kofold (de Canadá) intercambiaron botellas por última vez. ¿Cuál será el destino de estos licores?
Por lo pronto, el presente entregado por el gobierno danés será expuesto en el Museo Canadiense de Historia, dijo la ministra del país norteamericano.