El futuro de San Cibrao: los caminos opuestos de Alcoa y Liberty

En un año, la situación de Alcoa y Liberty House ha cambiado radicalmente. La cotización de la americana regresa a niveles de finales de 2018, impulsada por el precio del aluminio, mientras Liberty afronta una crisis motivada por la quiebra de su principal financiador

Protestas de trabajadores de Alu Ibérica en A Coruña. EFE

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El próximo 6 de abril el Ministerio de Industria ha convocado una nueva reunión con los representantes de los trabajadores de la factoría de aluminio primario de Alcoa en San Cibrao. Se espera que el secretario general de Industria, Raül Blanco, ofrezca datos a la plantilla acerca del transcurso de las negociaciones entre Gobierno y multinacional para la venta de la planta, de la que dependen más de medio millar de trabajadores. La nueva cita tiene lugar después de la celebración de una última mesa multilateral, con representantes del Ejecutivo y de la Xunta, en el que las partes constataron un estancamiento en las negociaciones.

El Estado diseñó un plan a tres bandas para la salvación de Alcoa San Cibrao. La Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) negociaría con el gigante del aluminio la compra de la planta que, posteriormente, traspasaría al único grupo que se ha interesado de forma pública en el activo lucense, Liberty House, del conglomerado británico GFG Alliance.

Negociaciones y solicitud de garantías

Sin embargo, en los últimos tiempos, la operación se habría visto condicionada por la situación financiera de Liberty, empresa afectada por la quiebra de su principal financiadora, el banco GreenSill. Si bien es cierto que el grupo de Sanjeev Gupta indica que sigue interesado en la planta de aluminio primario de Cervo, también lo es que el Gobierno le habría pedido garantías de solvencia.

Y es que, tras el fiasco en el que ha derivado la venta de las antiguas plantas de Alcoa en A Coruña y Avilés (la Audiencia Nacional investiga la descapitalización de la actual Alu Ibérica), el Ejecutivo central no puede permitirse, sin contar con garantías, traspasar un activo de tal envergadura a una compañía sobre la que pesa la sombra del rescate en Reino Unido.

El último capítulo de la situación de Liberty House deja claro que nada es sencillo en el proceso de salvación de Alcoa en San Cibrao. También evidencia como, en poco menos de un año, dos grandes grupos han dado un vuelco a su situación.

Alcoa y Liberty, hace un año

Doce meses atrás, Alcoa estaba asfixiada por el impacto del coronavirus, la caída del aluminio y el precio de la energía eléctrica. Fue en mayo de 2020 cuando los de Roy Harvey anunciaron su pretensión de cerrar la planta lucense, si bien en agosto surgió la opción de traspasarla a Liberty, una compañía que, en el pasado, ya había mostrado su interés por las plantas del grupo en A Coruña y Avilés, así como una refinería en Australia.

Liberty entró en escena con el respaldo del Gobierno. Su carta de presentación era buena. La empresa formaba parte de GFG Alliance, un grupo en expansión centrado en el sector siderúrgico y que en los últimos años estaba dando pasos firmes en el sector del aluminio. Con unas 35.000 personas empleadas en 30 países y unos ingresos de 20.000 millones de dólares, la compañía se presenta como “líder en la industria sostenible, con la misión de convertirse en neutra en carbono en 2030”.

La firma británica presentó a las administraciones públicas un proyecto que las convenció y que pasaba, no solo por mantener el empleo en San Cibrao si se hacía con la fábrica, sino por tratar de darle a la misma una solución energética sostenible a medio y largo plazo. Entre las posibilidades barajadas que comunicó estaba la construcción de una planta de hidrógeno verde (creado a partir de fuentes renovables) que abastecería a la aluminera. También se planteó la creación de una instalación de cogeneración que permitiría aprovechar el calor residual de la fábrica para generar electricidad.

Compras voraces

En aquel momento, de Liberty se sabía que estaba especializada en comprar activos en problemas y que su apetito era voraz. Para muestra un botón: este principio de año, antes de que estallase la crisis de GreenSill, la compañía anunció la adquisición de su primera acería en Polonia, una de las más grandes del país, y cerró de forma oficial la compra de una fundición en Tasmania.

El pasado año, mientras muchas de las empresas del sector se paralizaban por el coronavirus, Liberty se hizo con las plantas americanas de Solo Specialty Wire y Shapped Wire, en Ohio, además de dos activos de gran importancia en Francia relacionados con el acero: el negocio de France Rail Industry (Hayange) y la acería de Ascoval (en el país galo también cuenta con la gigantesca fábrica de aluminio de Dunkerque, adquirida a Rio Tinto). El pasado octubre, también completó la compra del tren de laminación y reciclaje de aluminio de Duffel, planta situada cerca de Amberes, en Bélgica.

¿Rescate millonario?

Pero, la situación actual de Liberty es en este momento comprometida. Las alarmas se dispararon después de hacerse pública la quiebra de su principador financiador, GreenSill Capital. Tras la noticia, distintos medios internacionales indicaron que activos de la compañía —principalmente los relacionados con el aceroestaban en una situación comprometida, que podría derivar en rescates públicos.

Este fin de semana, Bloomberg indicaba que GFG, la matriz del grupo industrial, habría solicitado un rescate al Gobierno británico de 170 millones de libras, cerca de 200 millones de euros, un extremo no confirmado por la compañía. En todo caso, esta misma semana, el primer ministro Boris Jonhson prometió públicamente proteger los empleos de la industria del acero en Reino Unido y elaborar un plan de contingencia en caso de que fuese necesario intervenir Liberty Steel.

El rebote de Alcoa

Curiosamente, mientras que Liberty afronta su mayor crisis conocida hasta el momento de forma pública, Alcoa, en plenas negociaciones con la SEPI, atraviesa un momento mucho más relajado.

La compañía americana cerró este viernes en la bolsa de Nueva York con la acción a un precio de 32,78 dólares, y un rebote de más del 10%. Recientemente, Bank of America señalaba las acciones de Alcoa como una recomendación de compra en el mercado postpandémico. Analistas de la entidad establecieron el precio objetivo del título en 37 dólares.

El pasado día 26, la Bolsa de Metales de Londres, el LME, el mayor mercado del mundo en opciones y contratos a futuro de metales no ferrosos, marcó el precio del aluminio en 2.260 dólares la tonelada. El metal muestra valores de finales de 2018. El aluminio de tres meses se sitúa en 2.285 dólares.

Optimismo con el aluminio

Esta misma semana, Bloomberg se refirió a unas declaraciones del CEO de la compañía, Roy Harvey, quien manifestó que el hecho de que China esté adoptando medidas que indican un freno en la producción de aluminio implican “un cambio de juego” en el sector, que podría cambiar las perspectivas del mismo tras años de exceso en la industria.

Si bien es cierto que el pasado martes, un informe que anunciaba los planes de China para vender aluminio de sus reservas provocó una bajada en el precio del metal, la perspectiva de que la producción mundial caiga da alas a la cotizada.

“Lo realmente importante aquí es que China ha comenzado a hacer cumplir sus leyes y no está emitiendo permisos de operación”, dijo Harvey. El directivo indico que dos hechos hacen mirar el mercado con “optimismo”. El primero, la recuperación de la demanda en todo el mundo. El segundo, el hecho de que el país asiático esté tomándose en serio su huella de carbono y objetivos medioambientales, lo que podría restringir el crecimiento de la oferta.

Al margen de la situación de ambas empresas, los trabajadores tienen claro que lo importante en este momento es que Alcoa y SEPI lleguen, cuanto antes, a un acuerdo de compraventa que asegure el mantenimiento de la planta y los puestos de trabajo.

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