Del qué al para qué: el liderazgo con propósito

Un líder sabe que las personas son el activo más importante de cualquier negocio. En un contexto de escasez de talento y vacantes persistentes, no basta con atraer: hay que fidelizar y desarrollar

Trabajadores de una empresa en una reunión en la oficina

Pixabay

Actualmente, el reto ante el que se encuentran muchas compañías es dar una respuesta estratégica a desafíos económicos y organizativos. En muchos casos, sostener negocios y garantizar su crecimiento está en la cuerda floja por la alta tasa de absentismo laboral, que junto a la escasez de talento, son dos amenazas directas para la productividad y la competitividad de las empresas en España.

La respuesta pasa por tomar el reto como una oportunidad para redefinir nuestras culturas corporativas. El mercado ha cambiado: hoy, en muchos casos, son las personas candidatas quienes seleccionan a las empresas y no al revés.

El factor diferencial con el que contamos es la cultura corporativa, propósito y ejercer un liderazgo claro. Evitar la fuga de talento exige identificarlo y, después, trazar planes de desarrollo con hitos, recursos y acompañamiento. No basta con detectar su potencial, sino que es necesario materializar su progreso. Cuando las personas ven una trayectoria posible, aumenta su compromiso y disminuye la rotación en los equipos. Según datos en España un 6 % de los empleados cambia de trabajo cada trimestre y el 60 % de los trabajadores practican la renuncia silenciosa.

Así que estamos ante el desafío ya no solo de encontrar talento sino de activarlo, hacerlo evolucionar y conseguir que quiera quedarse. Y eso se logra a través del liderazgo.

El liderazgo consiste en llevar a las personas a donde queremos, pero la clave es llegar con ellas

Un líder llega a donde no llegan las demás personas. Hay que ir más allá del qué y explicar el porqué y el para qué. Cuando las decisiones se comprenden, se asumen antes y se ejecutan mejor. La claridad reduce incertidumbre y empodera a las personas para que crezcan y decidan.

Además, liderar es entender que no lo sabemos todo y que podemos equivocarnos. Pero también supone aprender del error y reconocerlo, para no volver a repetirlo. Esta humildad legitima al líder y refuerza la confianza del equipo. Un equipo que un buen líder constituye con diferentes piezas clave que se complementan y hace que saquen su mejor versión.

Porque un líder inspira. Entiende que esto no va solo de gestionar recursos, sino de poner a las personas en el centro para materializar el rendimiento y promover el orgullo de pertenencia como gestión del riesgo de abandono.

Un líder sabe que las personas son el activo más importante de cualquier negocio. En un contexto de escasez de talento y vacantes persistentes, no basta con atraer: hay que fidelizar y desarrollar. El absentismonoes un problema que se resuelva fichando más, sino liderando mejor, y solo se previene con una estrategia proactiva alineada con un propósito común.

En definitiva, el liderazgo consiste en llevar a las personas a donde queremos, pero la clave es llegar con ellas. Mi mantra lo tengo claro: Escuchar, acompañar y empoderar para que la cultura del compromiso sea la que promueva la sostenibilidad económica a largo plazo.

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