La gran omertá política: corrupción sin castigo y oposición sin coraje

España no necesita más maquillaje, necesita cirugía, una operación a corazón abierto para desmantelar la red clientelar, eliminar duplicidades, reformar de arriba abajo la administración, y devolver a la ciudadanía el respeto por el esfuerzo, el mérito y la ley

El exsecretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, durante una sesión plenaria, en el Congreso de los Diputados. Alberto Ortega / Europa Press

El exsecretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, durante una sesión plenaria, en el Congreso de los Diputados. Alberto Ortega / Europa Press

¡Ey Tecnófilos!, ¿qué está pasando por ahí?

España atraviesa un momento crítico. No lo digo en tono catastrofista, lo afirmo desde el más crudo realismo: estamos viviendo una de las etapas de mayor degradación institucional desde la restauración democrática. Lo grave no es solo la corrupción desatada del partido de gobierno —con escándalos que salpican desde el entorno más íntimo del presidente hasta el propio tejido clientelar del Estado—, sino el silencio atronador que reina en la sala cuando alguien se atreve a pedir responsabilidades reales.

Nos están robando, literalmente, a la vista de todos. Y no solo dinero público. Nos están robando la confianza en el sistema, en la justicia, en la política como herramienta de transformación. Cada caso que estalla y se apaga entre fuegos artificiales mediáticos y pactos de no agresión entre élites, nos arranca un pedazo de esperanza.

Y mientras tanto, ¿qué hace la oposición? Pues lo de siempre: cálculos, matices, encuestas. Nada de levantar alfombras, nada de exigir auditorías implacables, nada de regeneración de verdad. Han convertido el centro político en una zona de confort, donde se esquiva el conflicto y se maquilla el discurso. Y así no se combate ni la corrupción, ni la decadencia, ni el hartazgo ciudadano.

España no necesita más maquillaje. Necesita cirugía. Una operación a corazón abierto para desmantelar la red clientelar, eliminar duplicidades, reformar de arriba abajo la administración, y devolver a la ciudadanía el respeto por el esfuerzo, el mérito y la ley.

Y sí, también necesita políticas liberales. Sin complejos. Necesita bajar impuestos de verdad, eliminar trabas absurdas al emprendimiento, fomentar la inversión, proteger al autónomo, al empresario, al que arriesga. Porque si seguimos penalizando al que crea riqueza y premiando al que la reparte a dedo, no es que nos vayamos al abismo: es que ya estamos cayendo y algunos aún aplauden.

El problema no es solo quién gobierna. Es quién no se atreve a gobernar con firmeza cuando le toca. La política española vive atrapada en una gran omertá institucional, donde todos callan lo que todos saben.

Y en ese silencio cómplice, el país se hunde.

La regeneración no vendrá desde el hemiciclo. Vendrá desde la sociedad civil, desde los autónomos, desde los que crean valor a pesar del Estado, no gracias a él. Porque si seguimos esperando a que los partidos ventilen, lo único que vamos a oler es el polvo acumulado de los años de cobardía.

¡Se me tecnologizan!

Historias como esta, en su bandeja de entrada cada mañana.

O apúntese a nuestro  canal de Whatsapp

Deja una respuesta