La penúltima del sátrapa

Tan pronto como se integró en la “casta” fue tan poco hábil e impaciente que no tardó en entrar ostentosamente a formar parte de la élite sumisa y privilegiada que vive a costa del dinero público.

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El líder de Unidas Podemos (UP) deja la política de partido y sus cargos, anuncio que suscitó reacciones tan curiosas como equivocadas. Sus correligionarios y estómagos agradecidos por los muchos cargos que repartió aplauden que venda su sacrificio en aras de facilitar una reconstitución y otra confluencia de la izquierda más. Los ganadores se encuentran exultantes porque creen que han derrotado definitivamente a un ideólogo populista de izquierdas que había alterado nuestros valores tradicionales y de convivencia como nadie antes lo había hecho.

Creo que ambos análisis son erróneos e incluso simplistas, aunque en esencia considero mucho más prosaica la explicación de todo este proceso. Nos encontramos ante un personaje carismático sobre todo en su discurso populista y demagógico, que aprovechó el ambiente creado por un movimiento popular como fue el 15-M de 2011 para convertir la confluencia justificada de descontentos de los dos partidos hegemónicos degradados y corruptos, en una alternativa esperanzadora.

Cuando fue apoderándose de dicho movimiento y convirtió la parte más activa organizada en un partido político, se planteó una serie de necesidades: el manejo de las nuevas tecnologías de la comunicación, antes que las otras rezagadas opciones políticas; disponer de fondos económicos suficientes para articular una estructura que le llevara a pelear en igualdad de condiciones con los más poderosos; adquirir unas señas de identidad que lo acercaran ideológicamente a quienes externamente lo iban a financiar y un ideario a nivel estatal, donde gran parte de los fracasados y frustrados se encontraran representados por quien prometía derribar el mundo burgués y capitalista que los tenía “sometidos”. Un juego ideológico similar, con sus variantes, al que llevan años jugando los burgueses nacionalistas catalanes, que han buscado la fuerza en las calles de su brazo armado, los CDR, en este caso con el mensaje más simple de “España nos roba”, pero ese análisis y lo que pienso que será su futuro, no es el objeto de la reflexión de hoy.

Los errores de Rivera por la desconfianza hacia Sánchez permitieron a Iglesias formar la coalición de Gobierno

El primer gran error que cometió el líder de UP en su día fue escoger como cabeza visible para el Ayuntamiento de Madrid a Carmena; la supuesta ancianita cordial y manejable no solo le salió respondona, sino que acabó conformando un grupo a su medida e iniciando lo que se traduciría lentamente en una ruptura de la unidad de sus correligionarios. Desde su egocentrismo continuó con sus errores, creyendo que se apoderaría de los movimientos y modelos que a niveles autonómicos surgieron de signo similar al suyo, pero todo quedó en conseguir frágiles alianzas e incluso dentro de su misma formación muchos no aceptaron sus imposiciones, por su indiscutible política interna dictatorial.

Los errores de Rivera, por la desconfianza hacia Sánchez y sus ansias de  convertirse en el referente de una derecha moderna y moderada por la crisis en el PP, permitieron que Iglesias jugara hábilmente su baza, formando la coalición de Gobierno. Desde ese nivel, podría intentar de nuevo sus ansias de liderazgo absoluto de la izquierda más radical, que no consiguió desde su partido, y al tiempo tendría una plataforma para forzar a Sánchez a políticas más izquierdosas, cuyos méritos desde el primer día intentó rentabilizar. No entendió o no supo hacer su papel como gestor, sobre todo con sus competencias sobre la pandemia, lo que intentó tapar, volviendo a ejercer de líder contestatario dentro del propio Gobierno. Al tiempo, tan pronto como se integró en la “casta” fue tan poco hábil e impaciente que no tardó en entrar ostentosamente a formar parte de la élite sumisa y privilegiada que vive a costa del dinero público.

Las elecciones locales y autonómicas que fueron celebrándose le dejaron el claro mensaje de que en unas futuras elecciones generales posiblemente no alcanzaría ese cinco por ciento que le garantizase seguir, como suele decirse, “chupando de la canoa”. Así pues, dejó a la mala imitadora de su mujer el papel de vocera desde el Gobierno y se adentró en las elecciones de Madrid. Con un resultado favorable desde su visión mesiánica, podría dominar a ese partido de Más Madrid, que no tenía como cabeza de lista al díscolo rival Errejón y se convertiría en el socio imprescindible de un presidente débil y con falta de liderazgo, como era el candidato Gabilondo.

Cuando el resultado electoral le dejó meridianamente claro que lo relegaban a un papel más que secundario, buscó la inmolación personal

Prometió que, aunque perdiera las elecciones, estaría controlando desde su banquillo a la derecha madrileña; una mentira más a las que nos tiene acostumbrados. Previamente, no teniendo claro su futuro, entabló fructíferas negociaciones con el desestabilizador Roures, para tener garantías de continuar con una favorable situación económica desde un púlpito televisivo que le facilitara también su discurso ideológico, sin tener que depender de urnas y resultados electorales. Tal vez esté entre sus intenciones esperar a futuras descomposiciones de los otros pequeños partidos izquierdistas, para en su momento volver al estrellato desde la “humilde” oferta de sus capacidades aglutinadoras, pero el tiempo lo dirá. Cuando el resultado electoral le dejó meridianamente claro que lo relegaban a un papel más que secundario, buscó la inmolación personal; ofreció teatral y hábilmente su sacrificio en aras de facilitar una recomposición de la izquierda.

Llegados a este punto, me parece inaudito que sus futuros desempleados del partido no se hayan dado cuenta que lo único que busca su líder es algo tan simple e interesado como lo que han hecho ellos buscando sus lentejas al amparo de un líder; clase política que en buena parte sería en el ambiente productivo de este país unos parados o mediocres asalariados. Creo que también la derecha vencedora no debe considerar que sus méritos han sido innegables, sino que debe estimar que las alianzas gubernamentales, las políticas, mentiras y contradicciones del sanchismo, con una clara animadversión hacia Madrid, fueron factores también decisivos en regalarles un triunfo tan apoteósico. En este sentido, en sus vítores creo que no se ha tenido en cuenta en su justa medida el significativo papel del alcalde, que se ganó sus réditos como opositor en la época de Carmena y que afianzó en su etapa al frente del ayuntamiento.

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