Yoly cogió su fusil

Revolucionaria sí, "vestida pero informal", no fueran a confundirla con alguna responsable de Más Madrid. Eso sí, oficiando de estandarte, Yolanda Díaz, una vez más, guiando y salvando al pueblo

La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, durante la presentación de su proyecto "Sumar" en el espacio cultural "El Matadero", en Madrid

La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, durante la presentación de su proyecto «Sumar» en el espacio cultural «El Matadero», en Madrid. EFE / Zipi Aragón.

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Llueve en Fene. Porque en Fene, siempre cae agua; o lluvia o lágrimas. La niña, «a filla de Suso» observa, con la nariz pegada al cristal de la ventana, el gris plomizo del cielo, encapotado, mientras espera que, abriéndose la puerta, aparezca el rayo de luz que ilumine la estancia, como todos los días. Sobre las nueve de la noche regresa, como todos los días, su padre, después de otra jornada más salvando el mundo con ese libro de tapas rojas que tanto la inquieta, entre sus manos.

Aprendiendo las cuatro reglas

Vivaz, rápida y xeitosa, siempre pensó que sus mayores siempre tenían razón. «Nena, ti estuda, sobre todo as catro regras. É o que che salvará no futuro». Premonitorios consejos de quienes ya sabían que la revolución tenía que pasar por las manos de Dior.

La niña apunta maneras. Cose feliz junto a su recia madre en las largas tardes de espera. Frunce, hilvana pero, entre telas, agujas e hilos, piensa y estudia. Convertirse en una heroína como Rosa Luxemburgo la hacen soñar con líderes como Espartaco. Espartaco, que tío, sacrificándose por los esclavos. ¡Y qué bien le quedaba el taparrabos! Kubrick, Oscar en sastrería. Para cambiar el mundo, hay que saber cosas, no vale solo con dibujarlas en un patrón de costura. Estudia derecho en Santiago y pronto se embarca en el negocio familiar de convencer a los descreídos de que la revolución será la solución. Bufete, concejalía en Ferrol, mantener la bandera, cosida en casa, entre la dureza de los astilleros y la lucha sindical para lograr el glorioso mérito de salvar a quienes no saben de qué tienen que salvarse.

Nuevas ideas

Y llegó el momento de saltar desde las barricas y, fusil en mano, asaltar el cielo de los asaltacielos y convertirse en la abanderada del cuadro de Delacroix, eso sí, recatada y pudorosa como exige el decoro. Revolucionaria sí, «vestida pero informal», no fueran a confundirla con alguna responsable de Más Madrid. Eso sí, oficiando de estandarte, una vez más, guiando y salvando al pueblo. Porque el pueblo, la gente, siempre sabe hacia donde hay que ir, hasta que se convierta en ciudadanía, que es lo moderno. Hay que vestir de nuevo a la izquierda, darle otro toque, hilvanar de otra manera.

Lo que hace falta es ensanchar la democracia y que se movilice la ciudadanía

El nuevo cesto de la costura tiene telas más actuales e hilos de colores más vivos, amigables con el planeta. ¡Ya está, la clave es… un nuevo contrato social! ¡Cómo es posible que esto no haya surgido ya en los círculos podemitas! Bueno, en fin, no me extraña, se están quedando anticuados. Nada, nada, hay que coserlo todo de nuevo. Nuevos tejidos: política contra politiquería, ternura como antídoto frente al belicismo, pagar impuestos de manera justa, sanidad y escuela públicas. Hay que adecentar a Marx, cortarle esas guedejas y aminorarle la barba… ¿Con qué ideario? No sé, como decimos en Galicia, sabiduría popular, imaginación al poder, lo que no tiene Feijóo, «Deixa a ver», nada de «Sentidiño» que ya suena antiguo; como el PP. Lo que hace falta es ensanchar la democracia y que se movilice la ciudadanía. Ya está, ¡Hay que Sumar! ¡Sumar! ¡Si es que ya no hay ideas chulis! Sigo sin entender por qué las rubias tenemos la fama que tenemos, de poco avispadas.

Oficio de Sastrería

Gabrielle Bonheur Chanel, la diseñadora, no vayamos a confundirnos con la eurovisiva, nació el 19 de agosto de 1883 en la localidad francesa de Saumur en el seno de una familia humilde. Gracias a sus numerosas dotes y el talento como modista, acabaría siendo el referente de la moda femenina durante muchos años.

Además de sus diseños, nos dejó cuatro normas de estilo que, en estos momentos, pueden ayudar a la izquierda feliz a salir de la maraña conceptual en la que se encuentra:

  • Elegancia significa comodidad: «Quiero vestir a mujeres activas y las mujeres activas se tienen que sentir cómodas en su ropa«. Hay que revisar los dogmas.
  • Género pobre, la pobreza no es vulgaridad y la sencillez puede ser chic. «Antes de salir de casa, una mujer debería siempre mirarse al espejo y quitarse uno de los complementos«. Vuelta a la austeridad y a la decencia. Menos es más.
  • Sobriedad, compostura y comedimiento. «Si estás triste, añade más pintalabios y ataca. Los hombres odian a las mujeres que lloran«. Dedícate a lo tuyo.
  • No olvidar las esencias, el estilo es saber usar lo que se tiene. «Las modas desaparecen. Solo el estilo permanece«. El alma es como el perfume; si se tiene, deberá ser tenue y sugestivo.

«Soy la mujer que más habla con todos los partidos del mundo», refiere Yolanda Díaz en una reciente y muy comentada entrevista. Curiosa construcción sintáctica donde no se distingue bien si como mujer dialoga mucho o si lo hace con todos los partidos del orbe mundial. Está claro, hay que montar franquicias, la retoucherie de Fene se va a quedar pequeña y ya no va a dar abasto.

PD «La belleza debería comenzar en el alma y el corazón, de otra manera, los cosméticos son inútiles«. Coco Chanel.

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