Del golpe constitucional a la ‘feliz’ gobernanza

El flanco ingenuo del Gobierno pensará que está domesticando al independentismo, pero ciertamente solo le está dando tiempo para reagruparse y avanzar hacia su objetivo

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, mantienen un encuentro en el Palacio de la Generalitat antes de reunirse la mesa de diálogo. Foto: Moncloa/Borja Puig de la Bellacasa

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès. EFE

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El descarnado relato del 1-0 que presenta en este medio el periodista Iñaki Ellakuría parece ya más lejano que el franquismo y, si me apuran, incluso que el terrorismo vasco. El clima embriagador de rebelión, caos y choque civil que se describe aquí (en la prepublicación del libro El libro negro del nacionalismo que les ofrece Economía Digital), el golpe constitucional de hace solo cuatro años, ha dado paso a una feliz gobernanza en España del PSOE y Podemos con las fuerzas independentistas de ERC y Bildu como socios preferentes.

Nos explicarán las veces que haga falta que la situación actual es mucho mejor que la tragedia social y política que se vivió en los años de hierro del procés; que Pedro Sánchez ha logrado la disolución efectiva del proyecto político de choque que representaba el secesionismo catalán y que ahora este forma parte de un proyecto reformista para el conjunto de España como protoalianza federalizante del Estado para los próximos años. De igual manera, insisten, el indulto indiscriminado a los presos catalanes forma parte de una estrategia política, pero también moral, que ha resultado en un apaciguamiento necesario y que ha logrado, entre otras cosas, que el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, se digne este lunes a cenar en Fomento del Trabajo con el Rey Felipe, a quien ya le dejan, poco a poco, volver a pisar Cataluña. El deshielo necesario, el justo medio. Après le deluge, los felices años veinte.

Quienes se incomodan con este relato y perciben que se ha reescrito la historia reciente y su relato en un periquete, como en aquel amanecer de Abre los ojos, no solo tienen muy poco margen de denuncia, si no que se les acusa de poco menos que albergar un rencor impropio del español moderno. Se ha llegado a decir de ellos que no conocen el perdón cristiano, que son bárbaros amorales. Este es un relato que ha sido construido con mucha voluntad y mucho dinero por ciertas instituciones empresariales, educativas y sociales, principalmente catalanas, que han aprovechado su ascendencia piadosa para justificar lo que están haciendo y lo que mejor saben hacer: echar la vista a un lado para promover un clima de pragmático entendimiento que permita aprovechar el maná de dinero que llega de Europa, aunque no sólo de Europa.

Es tentador pensar que el escenario político actual en Cataluña, donde se avanza en el divorcio entre pragmáticos y utópicos del secesionismo, donde las bases parecen desmovilizadas y confusas, donde ERC abre pactos con la izquierda española en Presupuestos y Reformas, donde Junts mantiene tono aguerrido pero bajo a la espera de reintroducir a Puigdemont, es un marco mucho mejor al de hace cuatro años. Pero no es mejor, simplemente es el que venía después de la cárcel. Que el desafío catalán no prospere con la hostilidad de antaño no se debe a la astucia de Sanchez, sino a que los independentistas están probando otra cosa porque la primera no les salió bien.

Que el desafío catalán no prospere con la hostilidad de antaño no se debe a la astucia de Sanchez, sino a que los independentistas están probando otra cosa porque la primera no les salió bien

Y como apuntaba hace poco Teresa Freixes en un artículo en mEDium, esta cosa nueva no es más que desarrollar un programa de hegemonía cultural gramsciana en Cataluña, con la aquiescencia del Estado. Porque se dieron cuenta de que la legalidad era un problema, pero la manifestación constitucionalista del 8-0 de 2017 también les dijo que era difícil ir a la guerra si el 50% está en contra. Y por eso es importante blindar la inmersión lingüística identitaria y proyectarla también sobre la tecnología que no estaba aún en el radar: las plataformas de contenido audiovisual como Netflix o HBO. Cenarán con el rey por la noche, y al día siguiente presionaran para que la policía nacional y la guardia civil abandone Cataluña; por la mañana aprobarán los Presupuestos, y por la noche aprovecharán las transferencias adquiridas para cambiar los logos y borrar cualquier indicación de que España existe. Solo puntualizar; el 85% de los consistorios catalanes ya se opone a izar la bandera española.

El flanco ingenuo del Gobierno pensará que está domesticando al independentismo, pero ciertamente solo le está dando tiempo para reagruparse y avanzar hacia su objetivo. Cada nueva cesión que se hace solo engorda la criatura hasta que, algún día, volverá a ser necesaria una sentencia del Estatut, o simplemente negar la última reivindicación o ultimátum que salga de la Generalitat. Y en ese instante, sea dentro de 5 años o 20, volveremos a vivir un embate civil por parte del club “Ho Tornarem a Fer”, pero no serán ya representantes del 48%, sino del 68%. Algunos amigos en Madrid dicen a los catalanes no nacionalistas: “¡veníos a Madrid que somos felices!”, acercando un poquito más este desenlace.

El flanco ingenuo del Gobierno pensará que está domesticando al independentismo, pero ciertamente solo le está dando tiempo para reagruparse y avanzar hacia su objetivo

Mientras parece que el nacionalismo está desactivado, si uno presta atención a los road show del consejero de Economía catalán, Jaume Giró, se dará cuenta de que, a parte de pedir los fondos europeos, el principal mensaje que está trasladando a los distintos agentes sociales y territoriales es que Cataluña tiene un gran déficit fiscal. De nuevo, nos preparamos a la reclamación de un concierto económico que se exigirá más pronto que tarde.

Si leen en estas páginas el relato de Iñaki Ellakuría, verán cómo muchos de sus principales personajes parecen sepultados en la historia, pero los secundarios, que son buenos y pacientes, siguen ahí: empresarios mediáticos, directores de periódicos reciclados y ex manos derechas convergentes reconvertidos en business people, urdiendo las nuevas hegemonías culturales y económicas. La solución contemporizadora del PSC, obnubilado con una dulce luna de miel como constitucionalista amaestrado, no es lo que corresponde a este momento. Hay gente impulsando un Manifiesto Constitucionalista, pero que necesita de mucha gasolina todavía, y sobre todo de que Pablo Casado e Inés Arrimadas levanten la vista de los argumentarios, se vayan de retiro una semana, y comiencen a pensar qué quieren ser de mayores.

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