De Warhol a Koons: como el Pop Art llenó al mundo de color

El libro ‘Pop Art Style’ recorre los años dorados de esta corriente artística y su impacto en la moda, el mobiliario y el diseño

La casa de Tommy Hilfiger con obras de arte pop. © Kris Tamburello

“Tienes que dejar que esas pequeñas cosas que te aburren de repente puedan conmoverte”. Quien dijo esa frase fue Andrew Warhola Jr., un joven ilustrador de Pittsburgh que un buen día decidió mudarse a Nueva York, se cambió el nombre por el de Andy Warhol, y dio el puntapié inicial a un género artístico que llenaría de color y desenfado la cultura de la segunda parte del siglo XX: el Pop Art.

A través del imponente libro Pop Art Style de Assouline se recorren los orígenes de este movimiento que, como vaticinaba Warhol, buscaba darle categoría artística a aquellas cosas tan simples que a nadie le llamaba la atención, como las sopas Campbell’s, la botella de Coca-Cola o las viñetas de los cómics.

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Ironía y producción en masa

Recurriendo a técnicas de impresión como las serigrafías, y con una fina ironía para diluir los límites entre la creación artística y la producción en masa, el arte pop se expandió por las calles y las fábricas abandonadas de Nueva York y de allí a Londres y otras ciudades, para luego dar el salto a las galerías y museos de arte.

Pero no se quedó en los cánones clásicos de esos espacios: el arte pop conquistó el interiorismo, la moda (con Marilyn Monroe como ícono y Twiggy como musa), la música (con las colaboraciones de Warhol con Velvet Underground y Nico), el cine o el diseño industrial.

Pop Art 4 de Gary Grayson, un homenaje a Lichtenstein. Foto Graysondesign.com

“El arte pop no se basó en la cultura pop, sino que se convirtió en LA cultura pop”. Julie Belcove

Según explica la periodista y experta en arte contemporáneo Julie Belcove en el libro “para el deleite vertiginoso de Warhol (esa corriente) no se basó en la cultura pop, sino que se convirtió en LA cultura pop”.

La primera ola del arte pop

La primera ola encumbró a este Warhol con Roy Lichtenstein, James Rosenquit, Claes Oldenburg y Ed Ruscha al oeste del Atlántico, y a Richard Hamilton con David Hockney de este lado.

Además de los recordados retratos de Marilyn y Mao en colores, el arte pop dio obras icónicas como las letras de LOVE de Robert Indiana o las apropiaciones de Lichtenstein de los personajes de Disney que 50 años después sería imitado por KAWS con los Kimpson, la relectura de The Simpson con grandes X en sus ojos.

“Es mejor ser completamente ridícula que absolutamente aburrida”.

Marilyn Monroe
Montaje de Louis Vuitton en Beverly Hills. Foto Brad Dickson

En la introducción del libro la autora recuerda la reconversión del Museo de Arte de Pasadena en la primera exposición de arte pop llamada Nuevas Pinturas de Objetos Cotidianos, que generó la palabra commonism (que en castellano e inglés suena igual que comunismo, otras de las ácidas ironías de esta movida).

El arte pop por el mundo

Pero también es bueno recordar que aparte de las mecas de Nueva York y Londres el arte pop se expandió por otras grandes capitales artísticas del mundo, de la mano de artistas como el brasileño Antonio Dias, el yugoslavo Boris Bucan, la argentina Marta Minujín (que era capaz de crear una Venus de Milo de queso), la discípula de Magritte Evelyn Axel en Bélgica o la famosa japonesa Yayoi Kusama, que a sus 90 años sigue creando desde pinturas a decorando botellas con sus puntos de colores.

La Marilyn de Warhol se convierten en motivo de medias de Versace. Foto Venturelli – WireImage

Las nuevas generaciones

En el libro se ve cómo el arte pop ha pasado la antorcha de su desenfado a otras generaciones de artistas, como el citado Koons o Takashi Murakami; quienes han seducido a grandes marcas de la moda como Prada, Celine, Gaultier o Fendi para incorporar sus talentos en los diseños.

Los smartphones y sus filtros, el universo de Instagram y Tik Tok y la potencia del arte urbano son nuevas caras donde el arte sigue fluyendo a través de otros canales. Quizás ese habría sido el sueño de Warhol y compañía: que cada uno pueda crear con total libertad cuando quiera, y donde quiera.

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