El delirante regreso de Woody Allen a la literatura

En ‘Gravedad Cero’ Woody Allen ofrece 19 cuentos, uno más gracioso que el otro, donde revela que su talento para el humor no cambia con los años

Allen mantiene el humor ácido que lo encumbró en los años ’60. Foto Albert Olive – EFE

Tiene toda la razón la escritora Daphne Merkin en el prólogo de Gravedad Cero (Alianza Editorial) cuando dice que si ser gracioso es difícil, lo es mucho más cuando no hay rostro al que mirar ni muescas con la que largar la carcajada, sino esa serie de letras encadenadas que solemos llamar literatura.

Pero Woody Allen lo logra, y cuando se lee este libro de cuentos pareciera escucharlo, con esa verborragia acelerada de sus películas de los años ’70 como Annie Hall, Manhattan o Bananas.

Este es su quinto libro de relatos, tras Gettin Even (Cómo acabar de una vez por todas con la cultura) de 1971; Without Feathers (Sin plumas) de 1975; Side Effects (Efectos secundarios de 1980 y Mere Anarchy (Pura anarquía) de 2007.

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Relatos ligeros como petit fours

En sus 19 cuentos, muchos de ellos con su querida Nueva York como escenario, Allen vuelve a esa creatividad que descubrió cuando en la adolescencia vendía chistes, veta artística que explotaba con jornadas estajanovistas de más de 15 horas seguidas escribiendo monólogos y guiones, que en los ’60 los llevó por los cafés del Greenwich Village; y pocos años después, a su debut en What’s New, Pussycat? (¿Qué tal, Pussycat?) de 1965.

Ocho de los relatos fueron publicados en The New Yorker entre 2008 y 2012, pero el resto fue escrito para este volumen, que el mismo Allen en un video presenta como un aperitivo ligero, “como unos petit fours”.

El divertido delirio de Allen

Las obsesiones de Allen están presentes y son descriptas de la forma más delirante. Casi no hay que hacer esfuerzos para imaginarlo en la piel del excéntrico millonario del Upper East Side que acepta que le destrocen el lujoso apartamento como escenario de una absurda película a cambio de tener un papel en ella.

O del insoportable invitado a una exclusiva fiesta en una granja en las afueras de Nueva York que está a punto de ser asesinado por una vaca Hereford.

Los cuentos están llenos de absurdos nombres propios y palabras en yidis

Como sucede en el universo de Allen, los textos tienen numerosas palabras en yidis que el traductor, con buen tino, las aclara al final para no quitar agilidad al texto.

Allen vuelve a reflejar sus obsesiones de la forma más divertida. Foto Toni Garriga – EFE

También aporta un glosario con los absurdos nombres propios que el realizador inventa para sus personajes, como los del sexy actor Bolt Upright (ponerse tieso de golpe), el director Hal Roachpaste (veneno para cucarachas) o el productor Morey Angleworm (lombriz), entre otros.

Situaciones inesperadas

Así tenemos al duque de Windsor que no sabe cómo hacer bien el nudo de corbata que lleva su nombre, al fracasado actor que triunfa tras poner a un grupo de gallinas a escribir guiones o el caso del dentista Abe Moscowitz que se reencarna en una langosta de mar y está a punto de ser el bocado principal del estafador Bernie Madoff.

Solo Allen es capaz de reflejar el juego del Monopoly como un ejercicio de especulación que roza el ridículo

Solo Allen es capaz de reflejar el juego del Monopoly como un ejercicio de especulación que roza el ridículo: “Para entonces Schwimmer podría quedarse con las tres amarillas si no se lo impido. Schwimmer, el exsocio de Litvinov, acababa de pasar por Salida y tenía liquidez. Podía edificar. Por su parte, Litvinov poseía dos propiedades grises, Vermont y Connecticut, pero Jessica, su exesposa, era dueña de Oriental, y él sabía que ella jamás se la vendería”.

Allen filmando en San Sebastián en 2019. Foto Juan Herrero – EFE

O el dilema moral de un coche que no sabe si debe o no proteger a su desalmado propietario: “La verdad es que nunca se sabe cuándo tienes que recurrir a Aristóteles o Confucio en una situación en la que debes decidir si vas a chocar contra una farola o atropellar a un hombre que sale de Zabar’s con unos bagels recién hechos”.

Woody Allen tiene 86 años. En una entrevista a La Vanguardia dijo que quiere concluir su película número 50 y luego dejar de filmar, para pasar lo que le queda de vida escribiendo.

Si los futuros cuentos son como los de Gravedad Cero, bienvenidos sean.

a.
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