Torre Loizaga: ¿qué hace la mayor colección de Rolls-Royce de Europa en un pueblecito vasco?

Una fortaleza del siglo XVI en un pueblo de 800 habitantes de la comarca de Enkarterri (Vizcaya) alberga la colección de Rolls-Royce más completa de Europa, incluidos todos modelos de la serie Phantom fabricados hasta 1972

Un museo inesperado en un lugar singular. Foto: Torre Loizaga.

A finales de septiembre cerraba una de las exposiciones con más éxito de la historia del Guggenheim de Bilbao. No mostraba cuadros, esculturas o instalaciones artísticas, sino coches. Convertido en el más exclusivo garaje, donde pudieron verse algunos de los más hermosos vehículos de la historia, el museo bilbaíno atrajo a más de 751.000 personas, lo que supone el mayor número de visitas diarias de la historia del museo, alrededor de 4.500, y 9.000 solo el último domingo de apertura de la muestra Motion, Autos, Art, Architecture, comisariada por Norman Foster.

Y es que, para muchos, un coche de carreras rugiendo, como decía el poeta futurista Marinetti, es más hermoso que la Victoria de Samotracia.

Bajada la persiana de la exposición, y a apenas 30 km del Guggenheim, otro singular museo, Torre Loizaga, sigue haciendo las delicias de los amantes del motor, en este caso especializado en la mítica compañía de lujo británica Rolls-Royce.

Torre Loizaga

En la localidad de Galdames, inmersa en la naturaleza de la comarca de Enkarterri, al suroeste de Vizcaya, entre viñedos, montañas y bosques, se alza Torre Loizaga, un antiguo bastión defensivo del siglo XV que hoy alberga la mayor colección de Rolls-Royce de Europa del último siglo.

El museo se alza en la desconocida comarca de Enkarterri (Encartaciones). Foto: Andrea Savini | Torre Loizaga.

El empresario y coleccionista Miguel de la Vía rescató de las ruinas y restauró durante décadas la fortaleza, hoy considerada una de las joyas del patrimonio cultural de la provincia.

Sobre los vestigios de la antigua torre se alzaron 25 metros los muros mientras troneras, vanos y almenas impregnaban de un aire medieval al conjunto. El añadido de una muralla dotada de cubos, barbacana y puente levadizo resalta el carácter de recreación “en clave romántica” de la primitiva construcción.

La de Torre Loizaga es la única colección de Europa con todos los modelos Rolls-Royce fabricados entre 1910 y 1990

Finalizada la restauración, Torre Loizaga se adecuó para acoger la colección, que consta de 45 de estos exclusivos vehículos que abarcan todos los modelos de la marca desde 1910 hasta 1990.

Los vehículos permiten recorrer 100 años de la historia de la automoción. Foto: Torre Loizaga.

Conservados en perfecto estado y listos para ser puestos en marcha en cualquier momento, los automóviles ocupan seis pabellones que permiten pasear entre auténticas joyas de la automoción y, a la vez, descubrir cómo evolucionó la firma a lo largo del siglo XX.

También los estilos y acabados preferidos por los compradores en cada momento, ya que la firma entregaba el chasis, motor, radiador y capó, dejando el acabado en manos de maestros carroceros elegidos por el cliente.

Entre las joyas destacan todos los modelos de la serie Phantom, fabricados hasta 1972 (es uno de los pocos lugares del mundo donde pueden contemplarse juntos).

Cien años de historia de Rolls-Royce

El recorrido permite atravesar casi cien años de historia de Rolls-Royce desde el modelo más antiguo, el Silver Ghost de 1910, hasta un Silver Spur de los años noventa.

Las 45 unidades que constituyen el legado de Rolls-Royce se complementan con una treintena de vehículos europeos y americanos de otras prestigiosas marcas que repasan los avances tecnológicos y el impacto que los coches han tenido en la sociedad, en la cultura y en la economía a lo largo de más de cien años, así como la del concepto del lujo en el siglo XX.

Pabellón 6. Foto: Torre Loizaga.

Entre los modelos, ordenados cronológicamente, destacan piezas como el italiano Isotta Fraschini Tipo 8A, el francés Delaunay Belleville 10 HP Roi des Belges, el Ford T Tourer o el español Hispano-Suiza K6. Le siguen, en la segunda sala, joyas como un Mercedes 190 SL, un BMW 635 CSI, un Lancia Aprilia o un Porsche 911 que conviven con un imponente camión de bomberos “Merryweather” de 1939 originario de Sussex y un enorme Cadillac Eldorado convertible.

La colección de 75 vehículos repasa los avances tecnológicos y el impacto que el automóvil ha tenido en la sociedad

De los años sesenta es el Silver Shadow con el que Rolls-Royce renovó el concepto de prestigio y elegancia en la industria moderna del automóvil, que aquí puede verse junto a modelos más modernos como el Corniche de 1972, y el exclusivo Camargue de 1975 (diseñado por Pinifarina), además de los más sobrios pero también monumentales Silver Spirit (1984) y Silver Spur (1990).

También aquí, en la sala dedicada a los deportivos, lucen un Jaguar E-Type (uno de los coches que forman parte de la colección permanente del MOMA de Nueva York), un Lamborghini Countach (1974) y un Ferrari Testarossa (1984).

Serie Phantom

Impresionante es la larga fila de Rolls-Royce que se suceden en el pabellón cuatro, con modelos del periodo de entreguerras como el Rolls-Royce 20 HP al que sucederían los modelos 20/25 HP y 25/30 HP, todos ellos conocidos como los “Baby Rolls” y que se hicieron muy populares entre la creciente clase media.

Modelo Silver Ghost. Foto: Torre Loizaga.

Entre los modelos Silver Wraith se incluyen dos limusinas que pertenecieron a la flota de Isabel II en Australia y Sudáfrica (pueden verse en la parte superior del parabrisas los focos azules que se activaban cuando trasladaban a un miembro de la Familia Real).

Por su parte, el quinto pabellón es el encargado de alojar toda la serie Phantom desde el modelo I al VI fabricados por la firma inglesa entre 1925 y 1969. Aquí destaca el Phantom IV como una de las piezas más exclusivas destinadas a jefes de estado y casas reales (los únicos 17 construidos fueron propiedad del Shah de Persia, la reina de Inglaterra o el Aga Khan. El ejemplar del museo pertenecía al Emir de Kuwait, de ahí la protección especial para impedir que la arena penetre en el interior o el motor.

La exposición finaliza con algunas de las joyas más preciadas de la colección, como los Silver Ghost.

Un Allen Runabout de 1898 que perteneció a Sir Stirling Moss y los Rolls-Royce 40/50 hp (de los que Lawrence de Arabia diría que en el desierto, un Rolls-Royce es más valioso que un rubí) cierran este extraordinario viaje.

Un museo único

Así, en este singular museo se fusionan el medievo y la mecánica, la historia de una firma y la de una comarca y se repasa la evolución del automóvil a través de los siglos.

Torre Loizaga en Galdames.

Abierta al público desde el año 2000, Torre Loizaga, en un pueblo de apenas 830 habitantes, es una visita ineludible para todo amante del motor y se ha ganado una reputación internacional con su nominación a Best Museum of the Year por la revista Octane.

Lugar de encuentro para clubs como el Rolls-Royce Enthusiast’s Club, de participantes en rallyes como Vía Flaminia o para los visitantes del evento propio Salón High Motors, el museo es una experiencia capaz de asombrar a cualquier viajero.

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