Mandarin Oriental y su relectura más elegante del brunch dominical

El restaurante del Mandarin Oriental de Barcelona ofrece un exclusivo brunch que presume de sofisticación

Arroces, cócteles y cava en el brunch del Blanc. Foto Mandarin Oriental

Salgamos de los tópicos: por una temporada, aparquemos los brunchs de huevos Benedict, tostadas con aguacate y salmón, y panquecas que derraman sirope como si fueran el salto del Nervión.

No es que haya algo de malo con estos platos típicos de esa ceremonia gastro de los fines de semana, a mitad de camino entre el desayuno tardío y el almuerzo tempranero. Pero hay brunchs que salen de lo convencional con un abanico de platillos e ingredientes basados más en la calidad que en el despliegue pantagruélico.

Como la propuesta de Blanc, el restaurante del hotel Mandarin Oriental de Barcelona.

Conservas y embutidos. Foto Mandarin Oriental

Los espacios gastronómicos del Mandarin

Este restaurante, ubicado en el subsuelo de este sofisticado hotel cinco estrellas (Paseo de Gràcia 38-40), apuesta por la discreción y la elegancia para ofrecer un brunch basado en la tradición mediterránea, una propuesta culinaria que enlaza con sus otros espacios gastronómicos: el restaurante Moments (con Carme Ruscalleda y su hijo Raül Balam al frente), el Jardín Mimosa, la coctelería Banker’s Bar y la cocina ligera con el sello de Gastón Acurio en el Terrat.

Para no agobiarse ante la cantidad, en el Blanc conviene elegir entre los platos e ingredientes de mar o los de carne

Pero volvamos al Blanc. El minimalismo de la sala, iluminada por el gigantesco tragaluz central, contrasta con la cornupia de propuestas que ofrecen cada domingo de 13 a 15.

Sala del restaurante Blanc. Foto Mandarin Oriental

Como sucede con los desayunos y los buffets, la tentación es querer probarlo todo. Craso error. Lo mejor es tener una estrategia, decidir por un grupo de sabores, y no caer agobiado por la abundancia. O sea, mejor calidad que cantidad, aunque nadie pondrá mala cara por llenar el plato de lo que uno quiera.

Entre el mar y la montaña

La sugerencia es elegir entre mar o montaña. O sea, entre carnes y pescados. La introducción inicial puede ser común: hay como 10 tipos de quesos a elegir, entre el azul, de la Garrotxa, el Idiazábal, el de Urgel o el manchego; entre otros.

Junto al pan de cristal, los blancos e integrales, se pueden acompañar por una breve selección de embutidos ibéricos y catalanes.

Mesa del bufet frío. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

Si se quiere seguir la senda cárnica, se puede continuar con las croquetas de jamón ibérico o el club sándwich de pollo (atenti a la variante vegana), balanceadas por los ingredientes frescos para hacer ensaladas al gusto (o tomar uno de los pequeños cuencos de la bulgur con quinoa o la griega con queso feta).

Si se decide por la variante marítima, hay salmón ahumado y unas tentadoras ostras que dialogan con los caracolillos de mar, los berberechos y otras conservas.

Platos calientes

Queda el gran salto adelante, dejar el buffet frío y asaltar los platos calientes, donde otra vez los caminos se bifurcan: yo elegí el tierno carré de ternera, pero si hubiera derivado a la opción de mar hubiera probado la corvina cocinada en hojas de plátano.

Como una opción intermedia, también había arroz con ibérico, para no dejar de lado el toque autóctono.

Selección de postres. Blanc. Foto Mandarin Oriental

Los postres del brunch

En esta experiencia cuesta ir con el freno de mano puesto, pero es lo más recomendado porque queda el capítulo de los postres, donde la vista se pierde entre las coloridas tartas como el cheescake con frutos rojos o la de zanahoria, los brownies y éclairs, las tarteletas con la tableta de chocolate con el abanico del Mandarin, y los macarrones tan coloridos como los cuencos de frutas frescas.

Este viaje gastronómico se puede acompañar por un maridaje que se inicia con el cóctel Mandarino (con licor Mandarin Napoleón, ginebra japonesa, sirope de fruta de la pasión, zumo de fruta de la pasión y un toque de lima) o el sin alcohol Zenzero, quizás con demasiado jengibre para mi gusto.

Los platos fríos y calientes pueden ir de la mano de vinos catalanes de la DO Empordà o DO Montsant, y dar el remate con el cava Aire de l’Origan.

Cóctel Mandarino. Foto Juan Pedro Chuet-Missé

El precio del brunch

Este viaje por los sabores locales y los ingredientes de proximidad cuesta 65 euros, con 20 euros más por el maridaje de bebidas; y los niños pueden optar por el menú de 28 euros. Eso sí, la reserva es imprescindible.

Ante la ausencia de ventanas exteriores, solo el tragaluz revela que el mediodía va pasando más rápido de lo que uno quisiera. Se nota que en el Blanc el tiempo transcurre más lentamente, por lo que no es mala idea desconectar un rato más en sus cómodos sillones blancos, quizás con otro cóctel en el mano.

Que traigan otro Mandarino, por favor.

a.
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