Tibu-Ron, o cómo un chiringuito de Castelldefels se convirtió en el restaurante del momento
Ya sea para tapear, comer o solo para ir de cócteles; tras salir de la playa o en plan de atardecer con música, la versatilidad caracteriza a este beach club al sur de Barcelona
Si se buscara cuál es la capital catalana del chiringuito de playa (o como queda más chic ahora, de los ‘beach clubs’) seguramente Castellfedels tendría bastantes méritos para alzarse con la denominación.
Esta ciudad a 20 minutos al sur del área metropolitana de Barcelona tiene tres zonas bien diferenciadas: su centro histórico, las urbanizaciones con casas de alta gama que trepan por el macizo del Garraf, y la franja costera de Castellfedels Platja; donde detrás de las inmensas playas y las dunas naturales se despliega un rosario de restaurantes, que van desde sencillos locales de comida rápida hasta sofisticados establecimientos que presumen de una gran diversidad de platos y cócteles. Y entre estos últimos destaca Tibu-Ron.
Este restaurante y beach club es el mascarón de proa de un grupo gastronómico con seis locales en Castellfedels, que nació hace 20 años como una sencilla caseta con cuatro sillas para vender helados.
El pequeño despacho veraniego fue creciendo con fiestas temáticas, artistas tocando en vivo, campañas ecológicas, y con una propuesta gastro cada vez más diversa.
La propuesta de Tibu-Ron
El restaurante Tibu-Ron (Riera de Sant Pere, 15) se divide en cuatro zonas: la sala interior, la terraza inferior rodeada de arena, una más pequeña junto a una de las barras y la superior que es uno de los mejores balcones del Mediterráneo de la zona.
Esta última es recomendada para cuando se espera mesa para comer o cenar (requisito prácticamente obligatorio si uno quiere asarse bajo el sol esperando un sitio), o bien para ver el atardecer sobre el mar.
Tibu-Ron nació hace 20 años como una caseta para vender helados en la playa y hoy es un grupo gastronómico con seis locales
Al momento de sentarse a comer, uno se encuentra con una carta basada en productos de proximidad, con el acento en la tradición catalana aunque nunca faltan los toques exóticos como los baos y las gyozas.
Para empezar, además de clásicos (de 12 a 19 euros) como calamarcitos a la andaluza, zamburiñas a la plancha o los mejillones al vapor hay un puñado de especiales a tener en cuenta como el steak tartar beach club o el canelón de confit de pato y manzana o el pollo japonés al estilo Karaage.
Atención que algunas porciones, como los huevos rotos con virutas de jamón, son grandes; por lo que es mejor pedir para compartir si no se quiere quedar KO antes del segundo round.
Arroces, carnes y pescados
Porque entre los platos estrella son sus arroces (de 21 a 29 euros), encabezado por el de marisco Tibu-ron (con sepia, gamba, almeja, cigala y mejillón), donde entran en competencia el caldoso con bogavante, el negro, el vegano o el socarrat de cerdo ibérico con foie gras. Esta fue mi elección y creo que acerté de pleno.
Los que ya hayan probados sus arroces pueden optar por la trinidad de pastas y risottos (de 14 a 17 euros) como los de ceps y esparrágo verde; las carnes (17 a 23 euros) como el secreto ibérico a la brasa o el carré de cordero; o los pescados (17 a 25 euros) que van desde el bacalao confitado al salmón en costra o la lubina a la sal o al horno.
Diversidad de propuestas
Al Tibu-Ron también se puede ir en plan tapeo y cócteles; donde las sangrías (21 a 52 euros) son un peaje necesario (hay desde cava y aperol o vinos hasta las premium); aunque también hay una larga selección de vermuts, cócteles (con los clásicos de siempre o combinados con ginebras, ron, vodka, whiskies y licores) o vinos con diversas DO de Cataluña y otras regiones de España.
Una de las versatilidades más interesantes de este beach club de Castelldefels es su amplitud de horarios: es posible arrancar el día con un desayuno tardío, comer al mediodía, tapear a media tarde, cenar y tirar millas con cócteles hasta la 1:00 (3:30 de jueves a sábado); cuando el restaurante diurno se convierte en un club de playa, con DJ y luces para convertir la arena en una improvisada pista de baile.