Banco Santander pulsa el acelerador para cerrar 160 oficinas en España este año

La entidad financiera más grande del país impulsa un nuevo ajuste en su red comercial que genera tensiones con los sindicatos y pone a prueba a su plantilla

Banco Santander.

Archivo – Logo de Banco Santander

Banco Santander ha activado un nuevo plan de ajuste que contempla el cierre de hasta 160 oficinas en España antes de que acabe el año. Esta cifra representa una aceleración notable respecto al ritmo que venía marcando la entidad en los últimos ejercicios, y ha despertado inquietud entre la plantilla y los sindicatos. En tan solo el primer semestre de 2025, el banco ya ha cerrado unas 110 sucursales, cuando las previsiones iniciales apuntaban a unas 60, lo que confirma el giro estratégico impulsado desde la nueva dirección.

Esta oleada de cierres se enmarca dentro de una política de transformación estructural que busca adaptar el modelo de negocio a las nuevas demandas del mercado financiero. El creciente uso de canales digitales y el descenso del tráfico en oficinas físicas han reforzado la apuesta por una red más reducida y eficiente. Sin embargo, esta estrategia está teniendo consecuencias directas sobre la plantilla y los clientes, especialmente en aquellas zonas donde la oficina bancaria sigue siendo un servicio esencial.

El cierre de oficinas no es una medida aislada, sino parte de un movimiento más amplio en el sector bancario. Sin embargo, en el caso de Banco Santander, lo que ha sorprendido a sindicatos y empleados ha sido la rapidez con la que se están aplicando las decisiones. Desde el sindicato CGT acusan a la dirección de actuar de forma unilateral, sin consultar ni negociar con la representación legal de los trabajadores. “No se ha presentado una hoja de ruta clara ni se han discutido condiciones adecuadas para las salidas”, denuncian.

Un cambio de rumbo con sello propio

La figura de Ignacio Juliá, nuevo CEO del Santander en España desde septiembre, ha sido clave en esta aceleración. Proveniente de ING Direct, donde operaba sin red física, Juliá ha traído consigo una visión claramente digital y enfocada en la eficiencia operativa. Su llegada ha coincidido con un cambio de ritmo que ha reconfigurado las prioridades de la entidad, situando el cierre de oficinas como una de las herramientas principales para lograr los objetivos estratégicos.

Esta ofensiva se está llevando a cabo sin nuevos acuerdos con los sindicatos, lo que ha elevado la tensión laboral dentro del banco. Según fuentes sindicales, los trabajadores están viviendo con incertidumbre las consecuencias de este proceso, y muchos temen verse afectados directa o indirectamente por los cierres. En lo que va de año, 461 empleados han optado por prejubilarse, la mayoría como resultado del cierre de sus oficinas.

No obstante, las condiciones de salida están generando debate. Las prejubilaciones ofrecidas contemplan entre el 74% y el 76% del salario bruto hasta los 63 años, pero según CGT, estas cifras no compensan adecuadamente por los actuales coeficientes reductores. Por ello, muchos empleados no consideran estas salidas como atractivas, sobre todo aquellos con trayectorias más cortas o situaciones personales más complicadas.

Reubicaciones y presión laboral creciente

Otra de las vías que contempla el banco es la reubicación de empleados, amparada en un acuerdo firmado en 2017 que permite traslados de hasta 75 kilómetros en caso de cierre de oficinas. Sin embargo, los sindicatos advierten que esta herramienta se está utilizando como una forma de presión para forzar salidas voluntarias. “Te ofrecen un traslado a otra ciudad o aceptar una prejubilación, sabiendo que muchos no pueden permitirse un cambio tan drástico”, afirman desde CGT.

Este escenario ha incrementado notablemente la presión sobre los trabajadores que permanecen en plantilla. Con menos oficinas operativas, muchos empleados deben asumir más volumen de trabajo, atender a más clientes y cumplir con mayores objetivos comerciales. “Estamos en una situación límite”, alertan algunos representantes sindicales, que también denuncian el deterioro del ambiente laboral y el aumento de bajas por estrés.

Además del impacto interno, el cierre de oficinas está teniendo consecuencias visibles para los clientes, especialmente en áreas rurales o barrios de población envejecida. Aunque el banco defiende que la mayoría de los servicios se pueden realizar ya de forma digital, asociaciones de consumidores han advertido que muchos usuarios siguen necesitando atención presencial, ya sea por falta de habilidades tecnológicas o por cuestiones de confianza.

Ajustes más allá de las fronteras

La estrategia de recorte de oficinas no se limita a España. Banco Santander también ha anunciado la clausura de 95 sucursales en Reino Unido, dentro de un plan de reorganización que sigue vigente pese a la reciente adquisición de TSB, la filial británica de Banco Sabadell. Esta operación, valorada en 3.100 millones de euros, forma parte de un proceso más amplio de consolidación del mercado europeo.

A nivel global, Santander lleva tiempo aplicando una política de eficiencia que afecta tanto a su estructura física como a la organización de sus recursos humanos. Durante los dos últimos años, la entidad ha cerrado una media de 500 oficinas anuales en diferentes países. Sin embargo, la velocidad de los ajustes en 2025 ha sorprendido incluso a los analistas del sector, que ven en la figura de Juliá un cambio radical respecto a la gestión anterior.

El desafío para el banco será gestionar esta transformación sin deteriorar la relación con su plantilla ni la confianza de los clientes. Apostar por la digitalización es una tendencia inevitable, pero acelerar demasiado sin medidas de protección adecuadas puede generar efectos adversos tanto en lo humano como en lo reputacional.

La banca del futuro necesita más que eficiencia

Banco Santander se enfrenta al reto de rediseñar su modelo operativo sin perder el vínculo con sus clientes y empleados. La digitalización ha cambiado la forma en que las personas interactúan con su entidad financiera, pero eso no significa que el trato personal haya dejado de tener valor. Muchos usuarios siguen confiando en su oficina de siempre para resolver dudas, gestionar ahorros o simplemente recibir atención cercana.

Si bien los cierres permiten ahorrar costes y mejorar márgenes, la entidad debe medir bien el impacto que estos movimientos tienen en su capital humano. La banca del futuro no solo debe ser rápida y tecnológica, sino también humana, accesible y cercana. Encontrar ese equilibrio será la clave para que Banco Santander logre mantener su liderazgo sin perder la confianza de quienes hacen posible su negocio día a día.

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Alba Carbajal

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