Pin Pon
Mucho le va a quedar a Feijóo que limpiar si finalmente llega a reinar sobre “mi partido, el Partido Popular” como siempre reitera
Entre los años 1968 y 1971 y, con posterioridad, en los tres primeros de la década de los noventa, en Chile triunfó un programa infantil televisivo que se transmitía a través del Canal 13.
El nombre al programa se lo otorgaba un pizpireto muñeco garboso, pelo recortadito y figura esbelta que respondía al nombre de Pin Pon. Sonriente y dinámico, Pin Pon, muñeco de formato payasístico con porte de persona que habitaba en un caja de cartón, alcanzó larga fama a través de sus canciones, siendo encarnado por el actor Jorge Guerra acompañado al piano por Valentín Trujillo; sus melodiosas y pegadizas composiciones tenían el alto cometido de enseñar al público preescolar diversos hábitos, principios y valores con una rítmica sencillez.
El síndrome del solipsismo
La más conocida de estas composiciones, mil veces repetida después en jardines de infancia, así entona “Pin Pon es un muñeco muy guapo y de cartón, se lava la carita con agua y con jabón”. Nada recomendable cometido para un muñeco compuesto por papel. La función de la canción pretendía con tan pedagógica letra enseñar a los infantes el sencillo acto de lavarse la cara. Y, de paso, también las manos.
Inútil y desafortunada lavada de faz y zarpa es la que se presenció recientemente en el Parlamento Europeo por parte de Pablo Casado. Flaco favor le está haciendo con sus declaraciones sobre el pacto de su partido en la Comunidad de Castilla y León a Feijóo, toda vez que su posible nuevo presidente irrumpiese en la contienda presentando avales por cuantía diez veces superior que los recaudados en su postulado como candidato en un ya lejano e intencionadamente olvidado año de 2018. ¡Ay esa pelusilla!
La sensación de irrealidad como reacción psicológica ante la vivencia de situaciones traumáticas se denomina en psicología clínica como síndrome de solipsismo o de despersonalización y desrealización. Aparece preferentemente en los últimos años de la adolescencia o en la primera etapa de la edad adulta. Cosas de críos, vamos. Sensación habitual de este trastorno es la de sentir que uno se ve desde fuera del cuerpo y que lo que observa a su alrededor resulte vivido como irreal y ficticio. Los síntomas de la despersonalización y la desrealización se caracterizan por un patrón común: el aislamiento y el sentimiento de desconexión emocional con las personas que te importan. O sencillamente, que eres un simple y que no te enteras.
Más vale bien acompañado que solo
Pero no nos olvidemos de la canción que, en otras de sus estrofas, anuncia: “Pin Pon dame la mano con un fuerte apretón que quiero ser tu amigo pin pon, pin pon, pin pon”. Afectiva declaración de corte infantiloide que deja entrever una escondida intencionalidad traidora. Cosas de ya no tan críos.
“Hay tres tipos de enemigos: los enemigos a secas, los enemigos mortales y los compañeros de partido”. Más que nunca, y ahora también, ‘sentidiño’
Mucho le va a quedar a Feijóo que limpiar si finalmente llega a reinar sobre “mi partido, el Partido Popular” como siempre reitera. Reclamando sensatez y madurez, parece hacer notar con su petición que se carece de ellas en el interior. El estilo que parece anunciar responde al adagio latino suaviter in modo, fortiter in re que, para no tener que traducirlo aunque es un entendible latín del antiguo Bachillerato, corresponde al más habitual “mano de hierro en guante de seda”. Augura que cuando llegue, será el tiempo de lo férreo. En formato nipón y fílmico, habrá que dar cera, pulir cera.
No siendo necesario visitar lugares comunes o simplemente denominados tópicos de los atribuidos al inolvidable socarrón don Pio Cabanillas por demasiado manoseados (“cuerpo a tierra que vienen los nuestros”), desempolvamos una advertencia atribuida al prócer pontevedrés pero que, en realidad, la autoría se otorga al canciller alemán Konrad Adenauer: “Hay tres tipos de enemigos: los enemigos a secas, los enemigos mortales y los compañeros de partido”. Más que nunca, y ahora también, sentidiño.