La Diada 2020 deprime y divide al independentismo

La Diada de la pandemia acaba con un grave aviso de la ANC a JxCat y ERC por la falta de unidad: "La paciencia de la gente no durará para siempre"

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Las últimas ocho Diadas de Cataluña (2012-19) habían servido para que el movimiento independentista se convenciera de sus propias fuerzas a través de manifestaciones masivas. La historia ha cambiado bruscamente este año 2020, puesto que el secesionismo protagonizó un centenar de deslavazados actos por el conjunto de Cataluña que únicamente reflejaron su depresión interna y su desgarradora división.

Las tensiones, ya visibles en el año 2019, solo han hecho que extremarse a lo largo del último año. Y la ANC, que tantas veces ha actuado como la voz de la conciencia del movimiento independentista, acabó por deplorar con toda crudeza la ruptura estratégica que sufre el soberanismo debido a la feroz competencia entre Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, entre Junts per Catalunya y ERC.

«No podemos seguir esperando el acuerdo de los partidos para retomar el camino mientras vemos cada día renuncias y divisiones que crean frustración», lamentó la presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, en el acto central de la Diada de la ANC. «Tenemos presidentes simbólicos, leyes simbólicas… No somos un país simbólico. Somos un país de verdad. Estamos hartos de la división y de la táctica. Exigimos ya una estrategia». Y remató: «La paciencia de la gente no durará para siempre».

El episodio de La Plaza de esta semana analiza en su primera parte la Diada 2020

La ANC trajo a colación el lema ‘Sit and talk‘, originalmente dirigido al Gobierno español, y lo trasladó a las fuerzas independentistas para que recuperen la unidad de acción. Menos histriónico pero igualmente preocupado, el vicepresidente del otro gran brazo civil del soberanismo, Òmnium CulturalMarcel Mauri, también pidió aparcar «los intereses de partido» y centrarse en «los intereses de país». 

La ANC predica en el desierto

Nunca como en la Diada de este viernes, las entidades soberanistas parecieron declamar en el desierto. Sin las masas jaleando sus intervenciones, sin Barcelona desbordada de banderas estelades, los líderes civiles del independentismo protagonizaron en solitario una deslucida jornada.

Menos de 60.000 personas —si es que alguien cree las cifras de la ANC— participaron en las 130 concentraciones convocadas por la ANC para unirse a la Diada más pobre de la historia del procés. Otro dato refleja con mayor exactitud qué ocurrió en Cataluña: casi 400.000 coches salieron de Barcelona entre el jueves y el viernes para aprovechar que este año la fiesta de Cataluña cayó en viernes y hubo puente.

De hecho, fuentes del Servei Català de Trànsit explicaron que la operación salida de la Diada ha sido la más importante de este verano en Cataluña. Esto se tradujo en una Barcelona prácticamente vacía y en multidud de concentraciones independentistas lejos del aforo buscado.

Este medio pudo constatar con toda calridad que en tres de las ocho manifestaciones convocadas por la ANC en Barcelona sobraban decenas y decenas de las plazas habilitadas. Tampoco la concentración de la CUP ni la de otras agrupaciones de la izquierda separatista en el Passeig Lluís Companys lograron multitud alguna.

Los CDR regresan a Urquinaona

Acaso el mayor poder de convocatoria en Barcelona quedó en manos de los llamados Comités de Defensa de la República (CDR), que lograron durante algunos momentos que centenares de independentistas rugieran desde el Arc de Triomf hasta Urquinaona, donde bloquearon la vía pública para celebrar un acto para reclamar la libertad de los políticos encarcelados. Y que dejaron la imagen más radical de la jornada con un muñeco del Rey en llamas.

Casi todos los políticos independentistas optaron por pasar desapercibidos ante el temor de que la Diada actuara como un acelerador de los contagios por coronavirus.

Puigdemont abomina del pacto

Pero Puigdemont quiso decir la suya con una muestra del mensaje extremista que va a promover durante la próxima campaña. A través de un vídeo grabado en Waterloo, llamó a sus huestes a «preparar la confrontación» con el Estado para implementar la independencia y advirtió de que «con estados autoritarios no se pacta».

«Responder a la confrontación inevitable que nos propone el Gobierno español es un deber inexcusable, pero la confrontación no se improvisa. Tenemos que empezar a prepararnos colectiva, individual e institucionalmente sin pausa y con determinación», pidió.

El problema es que sus huestes estaban de puente. Así que esta Diada no dejó ni una pancarta para el recuerdo, ni ningún tipo de exhibición de fuerza de un soberanismo deprimido y dividido como no se había visto en casi una década.

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