Casado pone a prueba su liderazgo con el inicio de su primer gran ciclo electoral

El futuro del líder del PP comienza a dibujarse en las elecciones autonómicas de Castilla y León y Andalucía, donde se examina su control orgánico y sus activos ideológicos frente al auge de Vox

El presidente del PP, Pablo Casado, interviene durante el XIV Congreso Autonómico del Partido Popular de Aragón. EFE/Javier Cebollada

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El presidente del PP, Pablo Casado, ha estado confinado en su casa por Covid, al igual que un montón de españoles, durante las fiestas navideñas. En su caso, la restitución física acompaña la tarea de coger fuerzas para el que va a ser el gran examen a su liderazgo: la cadena de elecciones autonómicas en 2022, empezando en pocas semanas en Castilla y León; meses después en Andalucía y, es muy posible, también en Comunidad Valenciana.

Casado se juega en estos comicios, aunque concurran otros, un alto porcentaje de sus activos para las elecciones generales. Porque es donde se verá su capacidad para lidiar con sus dos grandes problemas: el auge de Vox y el de los liderazgos regionales del propio PP. Según coinciden muchos analistas, el estado de salud política de Casado se decidirá en su capacidad para lidiar con ambos frentes.  

“Casado cogió un partido con 66 escaños [su primer resultado electoral en abril de 2019] y lo ha subido a la primera posición; que ahora algunos estén diciendo que está más flojo en las encuestas es algo aleatorio y circunstancial; cinco escaños arriba o abajo no cambia nada”, explica una persona cercana a las posiciones de Génova sobre las dudas sobre el crecimiento electoral. “Está tranquilo y conduce con serenidad rumbo a la Moncloa y con los objetivos claros, a pesar de las rebeliones internas”, añaden.

El ‘laboratorio perfecto’ de Castilla y León

Y sin embargo persiste en los últimos meses la sensación de que Casado arriesga más que ambiciona en este nuevo ciclo electoral. Vox crece constante en todas partes, y el PP apenas puede seguir creciendo, como habían diseñado en Génova, a costa de Ciudadanos: ya no queda casi nada por comerse. “Las elecciones en Castilla y León serán un laboratorio perfecto del PP: si [Alfonso Fernández] Mañueco gana mayoría absoluta, hay luz para Casado: si Vox logra condicionar su gobierno sin entrar en él, y el PP se come a Cs sin obtener a cambio una mayoría holgada; su liderazgo estará tocado”, explican fuentes populares porque, significará que el combustible se va agotando.

Es el mismo escenario que podría repetirse en Andalucía, donde Juanma Moreno, el barón centrado del PP, si se cumplen los vaticinios deberá lidiar con un Vox crecido y rabioso – ¿con Macarena Olona? – y un Cs caído en combate. La gobernabilidad quedaría muy tocada y el ‘business plan’ de Casado para Moncloa quedaría muy tocado. Si Vox logra en estos feudos una posición de fuerza ahondará su espiral competitiva con el PP y será Pablo Casado quien deberá replantearse muchas cosas.

El ‘inconveniente’ de Vox

Porque Vox es, según coinciden muchos consultados, ‘lo peor’ que le ha pasado a Casado. El dirigente popular llegó al partido con un objetivo muy claro: recuperar ideológicamente el PP de la época de Aznar. “Pero ese PP, en los términos en que se ideó, ya no es suficiente para ganar a Vox”, indica una fuente crítica con la gestión de Génova, “y un giro al centro ahora al estilo de Rajoy sería un suicidio en este marco de polarización: ese movimiento requeriría una habilidad política superior”, añaden.

Es precisamente la dialéctica de Casado con Vox la que está ocupando buena parte de su trabajo y por lo que se le está juzgando: muchos recuerdan como su mayor ‘punch’ político la moción de censura presentada por Santiago Abascal (Vox): “fijó un rumbo centrado y claro, pero fue efímero”, lamentan.

El ‘inconveniente’ del PP

Después de Vox, el otro inconveniente de Casado es, irónicamente, el PP. O, mejor dicho, la aparición de liderazgos regionales estratosféricos como la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, u otros menores pero en expansión, como el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, y el presidente andaluz, Juanma Moreno. Durante la pandemia, los puestos de gestión han sido premiados en su mayoría por la ciudadanía, sobre todo cuanto más ‘locales’, y es mucho más difícil cosechar este éxito desde la oposición.

En este ámbito, el presidente del PP tiene el reto de sumar y controlar a sus barones. Tanto Almeida, Mañueco, como Alfonso López-Miras (Murcia) y Carlos Mazón (Comunidad Valenciana) son hombres de Casado. No ocurre lo mismo con Moreno y Ayuso, o ya no. Y luego está el siempre flotante presidente de Galicia, Alberto Núñez-Feijóo, siempre distante y observante a la vez.

“Casado tiene capacidad de sobras para gestionar esta situación, que es verdad que ha sido sobrevenida y que nadie esperaba”, indican fuentes cercanas al presidente: “es una combinación remota”. Pero aseguran que los buenos resultados en Castilla y León comenzarán a disipar dudas y “será una victoria de Casado”.

El liderazgo ‘Casado’

Quienes defienden la gestión de Casado se ‘sorprenden’ de cómo, en medio de esta situación crítica y con la verdadera posibilidad para el PP de gobernar España en las próxima elecciones, ciertas figuras del partido, no ya ajenas sino sorprendentemente aupadas por Casado, como Ayuso o Álvarez de Toledo, se han enfrascado en un desacato de tal calibre. “Pablo gestiona el partido con serenidad; quizás a veces ha sido demasiado bueno con actitudes intolerables”, advierten desde Madrid.

“Pablo Casado es un hombre listo, tiene capacidades políticas indiscutibles, pero está sobrepasado por el reto”, indican otras fuentes meno cercanas, en relación con el triple combo: competencia a tumba abierta con Vox; oposición en un escenario de emergencia global, y los estilos enérgicos y distintos de sus barones regionales. Es irónico que la mayor valentía política de Casado desde que llegó al poder haya sido encumbrar a unos jóvenes sin poder y que estos hayan terminado retándolo.

Los críticos apuntan, evidentemente, a la mala gestión de Génova, en manos de Teodoro García-Egea y Fran Hervías (ex Ciudadanos), y los cambios en la dirección nacional, donde se ha perdido peso y relevancia política. “La acción del aparato de Génova va dirigida a blindarse en el poder ante una eventual derrota en las elecciones generales.

La prueba final

Si Casado logra en los próximos meses una victoria transversal de su formación sobre Vox, independientemente de la comunidad autónoma; logra acallar las rebeliones internas y que las figuras más díscolas vuelvan a sumar políticamente al partido, y consigue articular un discurso de oposición al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, podrá decirse que el presidente del PP ha conseguido una tarea al alcance de muy pocos.

En cambio, si estas elecciones se tuercen, el escenario pasaría a ser otro. Nadie más que Casado puede ya presentarse a las elecciones generales, (difícilmente nadie querría porque significaría que Vox está desatado), pero sí aparecerían voces sobre la necesidad de una tutela efectiva por parte de algún barón en auge. En este escenario descrito, Mañueco y Moreno estarían demasiado ocupados lidiando con Vox, así que, las miradas se girarían atentas a Fejióo en Galicia y también a Ayuso en Madrid.

Sea como sea, la consolidación final del proyecto político de Pablo Casado, empero, deja de ser material de teoría política a partir de la próxima semana: el 13 de febrero, en Castilla y León, se quita la red y comienza un examen con munición real.

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