La incertidumbre por el resultado de Castilla y León zarandea el cierre de la legislatura de Juanma Moreno

El Gobierno andaluz espera con preocupación el resultado del 13-F, sobre todo por el precedente que puede sentar en la dependencia del PP respecto a Vox ante la práctica desaparición de Ciudadanos

El candidato del PP a la reelección como presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco (i), y el presidente de Andalucía, Juan Manuel Moreno (d). EFE/J.M.GARCÍA

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León, 17 de enero de 2022. El ambiente es casi festivo, propio del congreso de un partido que llega unido al cónclave y sin dudas sobre el liderazgo del hombre que van a encumbrar ese fin de semana. Ese hombre es Alfonso Fernández Mañueco, presidente de la Junta de Castilla y León y líder regional de los populares.

Ha convocado elecciones en un intento por mejorar sus resultados y en consonancia con la estrategia de Génova de mantener el pulso electoral contra el Gobierno de Pedro Sánchez. Entonces, hace ya casi un mes, Fernández Mañueco iba subido en una ola alimentada por la polémica de las macrogranjas.

Se veía cerca de la mayoría absoluta y el congreso de León debía servir de impulso y pistoletazo de salida a la precampaña. Y, como es habitual, los presidentes autonómicos del PP acudieron a respaldar a su compañero. “Por Dios, por Dios, sacad una mayoría suficiente, que después me toca a mí examinarme”, soltó Juanma Moreno entre risas.

El político malagueño y presidente andaluz busca el humor en sus comparecencias, pero esa plegaria tenía dosis de preocupación. Porque la diferencia entre Castilla y León y Andalucía es mucha y la situación de Moreno, el primer presidente no socialista de la Junta tras 37 años de gobiernos del PSOE, es muy distinta a la de su compañero, que dirige una comunidad donde el PP ha sido casi hegemónico. Pero las similitudes que hay y el calendario político han provocado que desde el Palacio de San Telmo, sede de la Presidencia de la Junta, se vaya a vivir como propia la noche electoral de este domingo.

La euforia con la que el PP comenzó el camino a los comicios del 13 de febrero ha ido apagándose poco a poco. El cierre de las encuestas, el pasado viernes, dejó un CIS con empate técnico entre PP y PSOE en esas horquillas amplias propias de los sondeos del organismo que dirige José Félix Tezanos. La media de encuestas ha constatado que la tendencia de los populares es descendente, por lo que las aspiraciones de mayoría absoluta quedan ya lejos y ya el mensaje va encaminado a esa “mayoría suficiente” que pidió “por Dios” Juanma Moreno para allanarse su propio camino a repetir al frente del Gobierno andaluz.

El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno. EFE/José Manuel Vidal

De cómo de amplia sea la mayoría que logre Alfonso Fernández Mañueco dependerá la relación que el PP tenga en Castilla y León con Vox, que ha dejado claro que no tiene intención de dar un cheque en blanco a los populares. La apuesta de la formación que dirige Santiago Abascal es llegar hasta el final y exigen la entrada en el Gobierno autonómico. No quieren repetir la experiencia de Rocío Monasterio en Madrid, apabullada por el fenómeno Isabel Díaz Ayuso que el líder castellanoleonés aspiraba a imitar.

El peligro de la coalición entre el PP y Vox

Una coalición entre el PP y Vox en Castilla y León es una mala noticia para Juanma Moreno, sobre todo si se tiene en cuenta que, como mucho, faltan nueve meses para las elecciones y el consenso es que habrá un adelanto para antes del verano, lo que acorta el plazo. La izquierda se encontraría con parte de la campaña hecha.

El primer ejecutivo de los populares con la extrema derecha podría provocar un escenario similar al que se produjo en 2012, cuando el histórico Javier Arenas vio cómo se le esfumaban las opciones de alcanzar la Junta andaluza erosionado por los recortes que aplicó Mariano Rajoy para aplacar la crisis económica y financiera de la pasada década.

Los socialistas andaluces utilizaron durante años una idea que dificultó enormemente el asalto al poder del PP. El temor a la derecha. Tres años después ha quedado constatado que la diferencia no es tan sustancial como ese miedo alimentado por el PSOE andaluz. En su complicada labor de oposición han intentado hacer lo mismo con la extrema derecha, sin demasiado éxito. No en vano, el primer acuerdo que incluyó a Vox en las instituciones españolas desde Andalucía fue el que posibilitó la investidura de Juanma Moreno y abrió la puerta a un cambio histórico.

Una coalición entre el PP y Vox en Castilla y León es una mala noticia para Juanma Moreno

Pero la situación es distinta por varios factores. El primero es que Vox ya no es un partido novato con las listas plagadas de políticos amateur. Y el segundo es que Ciudadanos no estará o su peso será considerablemente menor, por lo que no servirá para centrar al PP como ha hecho en esta legislatura.

En la formación de Santiago Abascal están trabajando en la elaboración de unas candidaturas con personas con más peso político. A ello hay que sumar que al frente de esas listas estará, casi con total seguridad, Macarena Olona. La política alicantina, diputada en el Congreso por Granada, ha multiplicado su presencia en Andalucía, tiene un perfil propio, oratoria voxiana de sobra y hay consenso en que sumará a la marca, cuando lo habitual es que el voto a Vox no sea personalista.

En la cúpula popular están preocupados porque son conscientes que Olona puede arañarles votos, pero sobre todo porque un Gobierno con Vox será mucho más complicado que manejar que la actual alianza con Ciudadanos, cuyos consejeros no han hecho valer desde el Ejecutivo el color de sus siglas para diferenciarse de los consejeros populares.

A este problema hay que sumar otro relacionado con esa imagen de moderación que el presidente de la Junta de Andalucía se ha forjado en estos tres años. Al político malagueño le ha sentado bien el traje institucional, su figura política ha ganado enteros desde la calma, mensajes muy cuidados y una defensa constante del diálogo y la búsqueda de consensos, marcando, prácticamente desde el principio, un perfil independiente de la línea marcada por Génova.

La imagen en la persona de Alfonso Fernández Mañueco de una alianza más estrecha con Vox, provocada por un Ciudadanos fuera de la partida, daría al traste con ese papel moderado que el jefe del Ejecutivo andaluz ha explotado con mucho éxito.

Las consecuencias de la caída de Ciudadanos

El papel que los naranjas jueguen en Castilla y León es otro de los paralelismos que pueden servir a Juanma Moreno en su lectura del resultado de este domingo. Las encuestas otorgan uno o dos procuradores a Ciudadanos, vinculados sólo al tirón que sigue despertando el ex vicepresidente Francisco Igea, que repite como candidato.

En Andalucía las encuestas pronostican una caída similar en términos porcentuales, aunque el mensaje que lanza el equipo de Juan Marín es que las encuestas siempre infravaloran a Ciudadanos. A pesar del optimismo del vicepresidente andaluz, se antoja imposible que los naranjas se acerquen en Andalucía a los 21 escaños que tienen hoy cuando, finalmente, se convoquen las elecciones.

Marín lleva semanas advirtiendo que su presencia en el Gobierno es una garantía de que Vox no estará en él, pero un mal resultado podría llevar a Ciudadanos a la irrelevancia en Andalucía después de condicionar los gobiernos de la comunidad desde que, en 2015, se convirtieran en los socios de investidura de Susana Díaz.

Con todo, desde la toma de posesión de Moreno como presidente en enero de 2019, la convivencia entre PP, Ciudadanos y Vox ha sido plácida a pesar de los momentos de inestabilidad. Vox y Ciudadanos se dedican críticas constantes –especialmente ha sido dura la relación de la ultraderecha contra Rocío Ruiz, consejera de Igualdad y Políticas Sociales y abanderada de la lucha contra la violencia de género y la atención a los MENA- y esta falta de sintonía resulta muy llamativa cuando provoca situaciones tan extrañas como la presentación de leyes idénticas, una con la firma de PP y Vox y otra rubricada por el PP y Cs.

En la práctica, esta metodología de trabajo en el Parlamento es un intento de los naranjas por alejarse de la extrema derecha, algo complejo si se tiene en cuenta que la mayoría ejercida por populares, naranjas y el partido de Santiago Abascal es la que ha controlado el Parlamento durante la mayor parte de la legislatura.

La pugna por el voto del campo y el caso de Doñana

El último ejemplo de esta mayoría lo ejercieron PP, Cs y Vox el pasado miércoles en el Parlamento andaluz, cuando aprobaron la proposición de ley que abre la puerta a legalizar más de 1.400 hectáreas de regadíos situadas en las inmediaciones del espacio natural de Doñana.

La iniciativa, que ha sido duramente criticada por la Unesco, los ecologistas y la izquierda, ha provocado incluso el envío de una carta de la Comisión Europea en la que Bruselas advierte a España de que esta proposición de ley puede acarrear multas económicas y una nueva denuncia ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea.

El proyecto hay que enmarcarlo en la pugna generada alrededor del voto asociado campo y el sector primario que también ha protagonizado gran parte de la campaña de Castilla y León. Vox acude a esos caladeros, que tienen especial presencia en provincias como Huelva y Almería. PP y Cs no quisieron quedarse fuera de juego y fueron de la mano de sus socios, pero esta proposición de ley ha acabado por descolocar al PSOE.

Los socialistas, aseguran, reconocen el problema de la falta de agua y creen que la iniciativa es un “engaño” de PP, Cs y Vox, un guiño electoral a los agricultores a sabiendas de que Europa iba a poner el grito en el cielo. Por eso, como explicó Juan Espadas el juez, el PSOE andaluz se abstuvo en la votación del pasado miércoles para enfado de la ministra (socialista) de Transición Energética, Teresa Ribera.

La regulación de regadíos en Doñana se tramitará con la abstención del PSOE. EFE/Julio Muñoz

La abstención del PSOE, un secreto incluso para los diputados socialistas hasta poco antes de la votación, ha dado un balón de oxígeno al Gobierno andaluz, que además se enfrentó a un Pleno en el que volvió a quedar patente que el “bloqueo sistemático” que Juanma Moreno necesita para convocar las elecciones está todavía lejos. PP, Cs y Vox ejercieron su mayoría –junto con la abstención sorpresiva de los socialistas– para aprobar la tramitación del plan de regadíos de Doñana.

24 horas después, los partidos del Gobierno andaluz sumaron sus votos a la izquierda para rechazar el veto que Vox había impuesto a la ley de Economía Circular. La formación de Santiago Abascal tiene entre sus caballos de batalla la crítica a la Agenda 2030 y consideran que esta ley es una consecuencia directa de los objetivos de desarrollo sostenible.

“No estamos dispuestos a ceder soberanía”, espetó el diputado de Vox Rodrigo Alonso desde la tribuna durante un debate en el que cargó contra Juanma Moreno por alinearse con las “élites globalistas”. El PSOE, Unidas Podemos y los diputados no adscritos que dirige Teresa Rodríguez, hoy en Adelante Andalucía, fueron al rescate de la ley medioambiental del Gobierno a pesar de que, explicaron, el texto no les convence e intentarán mejorarlo durante la tramitación.

No hay “bloqueo sistemático” a la vista en Andalucía, por lo que un mal resultado de Alfonso Fernández Mañueco el domingo en Castilla y León difícilmente provocará un adelanto abrupto de las elecciones en Andalucía. Ni siquiera el vuelco y la victoria del PSOE, tras 35 años de monopolio de los populares en la región, aunque sería una muy mala noticia para Juanma Moreno porque daría alas y esperanza a los socialistas de Juan Espadas, todavía un líder en fase de despegue, que tendrían en Luis Tudanca una imagen a seguir.

Un hipotético vuelco que, por otra parte, daría razones más que suficientes en la amalgama de partidos a la izquierda del PSOE de llegar a un acuerdo, dejando de lado las infinitas cuitas internas que arrastran, para lanzar una única candidatura en la que figuraran nombres de Unidas Podemos, Más País y los diputados no adscritos de Teresa Rodríguez. Porque, llegado el caso si la suma de las fuerzas de izquierdas fueran mayoritarias en la cámara, facilitarían la investidura de Juan Espadas.

En cualquier caso, Juanma Moreno no tendría argumentos de peso para justificar la disolución de un Parlamento que le aprueba todas sus propuestas legislativas. Y la tendencia a la baja de su colega castellanoleonés tiene que ver, entre otras cosas, con la constatación de que la convocatoria electoral del 13 de febrero tenía entre sus motivos un refrendo al liderazgo de Pablo Casado, en cuestión por el discurso propio y con pegada, ajena a las directrices de Génova, de Isabel Díaz Ayuso.

Y más aún. Si Juanma Moreno pulsa ahora el botón, las urnas se colocarían justo después de Semana Santa. Y el calendario de fiestas de la primavera andaluza, en esta comunidad, tiene más influencia de lo que parece en la decisión de San Telmo, lo que retrasa el posible adelanto hasta junio, uno de los meses que citó el propio presidente andaluz hace unos meses en una entrevista en Canal Sur Televisión.

Lo que no cabe duda es que cuando se cierren los colegios electorales este domingo Juanma Moreno seguirá rogando que “por Dios, por Dios” las urnas reflejen una mayoría suficiente.

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