‘El gusto francés’: cuando España se rindió al arte galo

La Fundación Mapfre inaugura una exposición que ahonda en la influencia histórica del arte francés en las colecciones españolas, una de las etapas más desconocidas del arte en nuestro país

La exposición rastrea rastrea la presencia del arte galo en España durante los siglos XVII, XVIII y XIX. Foto: Miguel Oses | EFE.

Principios del siglo XVII, la Francia de Luis XIV ha sobrepasado ya a España como potencia política, económica, y también artística. El país impone un estilo clasicista y refinado y un lenguaje propio que busca propagar su poder que cala también al otro lado de los Pirineos, donde el conocido como ‘el gusto francés’ se dejará sentir en las colecciones privadas hasta bien entrado el siglo XX. Y, sin embargo, es una de las etapas menos exploradas de la historia del arte español.

“Es un capítulo que estaba por escribir”, explica Amaya Alzaga, comisaria de la exposición que se propone precisamente arrojar luz sobre este periodo y se inaugura el 11 de febrero en la Fundación Mapfre (Paseo Recoletos 3, Madrid) donde se podrá ver hasta el 8 de mayo.

La muestra El gusto francés y su presencia en España, que abarca del siglo XVII al XIX e incluye más de un centenar de piezas entre pinturas, dibujos, esculturas, piezas de artes suntuarias y decorativas y objetos de uso cotidiano se adentra en la evolución del gusto francés en nuestro país. Está respaldada, asegura Alzaga, por una larga investigación que ha permitido descubrir obras nuevas y en la que se han explorado los fondos de colecciones públicas y privadas.

Un total de 110 piezas componen la muestra. Foto: Miguel Oses | EFE.

“Ha sido una gran labor de investigación, hemos levantado muchas alfombras”, señala. Las obras expuestas proceden de grandes instituciones como el Museo del Prado o Patrimonio Nacional, a entidades privadas como la Colección Duque del Infantado y colecciones particulares.

La influencia francesa en España

“La influencia francesa llegó a España de muchas maneras”, añade la comisaria. Tras la fundación en París de la Academia Real de Pintura y Escultura (1648), la primera de este tipo de instituciones, y de las reales manufacturas, que controlan la producción artística de acuerdo con el lenguaje establecido, el gusto francés irrumpe gracias a dos hitos, los matrimonios de Ana de Austria con Luis XIII y María Teresa de Austria con Luis XIV, potencian el intercambio entre los dos países, con Francia ya como gran potencia mundial.

“Las distancias en aquella época eran muy, muy largas” y los retratos eran la única manera de tener imágenes de los nietos y herederos, argumenta Alzaga.

Es el caso de María Teresa de Austria y el Gran Delfín de Francia, en el que la reina consorte aparece junto al joven heredero, es una de las piezas más importantes de la muestra y que acabó en España en uno de estos intercambios de objetos entre ambas cortes.

Amaya Alzaga es la comisaria de la muestra. Foto: Miguel Oses | EFE.

En esta época, además, el retrato alcanza su máximo apogeo, superando los códigos tradicionales de representación y adaptando sus formas a la creciente demanda pública y privada. De este modo, los retratos comenzaron a parecerse cada vez más a sus modelos y empezaron a representarse juegos de manos y miradas, siempre buscando afianzar la posición, ya fuera política, social o intelectual, de los modelos.

El gusto por todo lo francés en España se oficializa con la llegada de Felipe V y los Borbones al trono

Eclosión cultural

Más adelante, este gusto por todo lo francés se oficializa con la llegada de los Borbones al trono español, se extiende durante el siglo XIX y llega hasta principios del XX.

Felipe V importa modelos cortesanos franceses en materia decorativa y de etiqueta, inicia las obras del palacio del Buen Retiro o el de la Granja de San Ildefonso y acude a artistas galos de prestigio para construir su imagen oficial como nuevo soberano.

Así llegan a la corte los pintores Michel-Ange Houasse, Jean Ranc o Louis Michel Van Loo, que se convertiría en el primer pintor del rey, así como en director de pintura de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, fundada en 1752.

La exposición podrá verse hasta el 8 de mayo en la Fundación Mapfre en Madrid. Foto: Miguel Oses | EFE.

La eclosión de la cultura y el gusto franceses en España alcanzó su apogeo en la época de Carlos IV, conocido como el ‘Rey Relojero’. Su pasión por los relojes, que en ocasiones él mismo fabricaba, queda patente en la obra Reloj de la Fuerza y la Prudencia, hecho con mármol, bronce, oro, porcelana y metal que puede verse en la exposición.

La eclosión del ‘gusto francés’ en España llegó a su apogeo con Carlos IV

Otro buen ejemplo de su gusto por los objetos de lujo franceses en el Gabinete de Platino de la Real Casa del Labrador en Aranjuez, realizado en un incipiente estilo imperio por artistas galos bajo la supervisión del arquitecto de Napoleón, Charles Percier.

En su estela, numerosos coleccionistas como nobles o aristócratas atesoraron piezas de procedencia gala, como pinturas o esculturas, pero también textiles o moda, así como objetos de uso cotidiano.

España, objeto del arte francés

En el siglo XIX, tras la Guerra de la Independencia a (1808-1814), la imagen de España cambia en el exterior. El país se convierte en un destino exótico y son muchos los artistas franceses que llegan para captar las peculiaridades, el paisaje y las costumbres españolas, como Victor Hugo, pero también Gustave Doré y Édouard Manet.

Foto: Miguel Oses | EFE.

Ahora son los franceses los que, con su visión, ponen el acento en España. Entre las figuras más significativas que contribuyeron a la difusión de esta nueva imagen de España están Antonio de Orleans, duque de Montpensier y de Galliera, y Eugenia de Montijo.

De este modo, la muestra, que arrancaba en el momento en el Francia se erigía en modelo del gusto europeo, se cierra en la etapa en la que se produce el fenómeno inverso, cuando es España la que se convierte en foco de atracción para la cultura francesa, debido en gran parte al interés que despierta en la imaginación romántica a lo largo del siglo XIX.

A lo largo de la investigación realizada con motivo de esta exposición se han sacado a la luz obras que se daban por desaparecidas, y se han realizado nuevas atribuciones, así como la restauración de un buen número de piezas.

La exposición cuenta con el apoyo de la Biblioteca Nacional de España, el Museo de Bellas Artes de Bilbao, el Museo Nacional del Prado, el Museo Nacional Thyssen Bornemisza, el Museo del Romanticismo, el Museo de Artes Decorativas o Patrimonio Nacional, así como de destacadas colecciones particulares, cuyas obras se presentan por primera vez al público.

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