El alza de salarios y precios daña la competitividad de las empresas

Los expertos y los economistas no ven oportuno subir ahora el Salario Mínimo y avisan de que podría afectar al empleo juvenil

La fuga de empresas en Cataluña se acelera en lo que va de año

Imagen de la torre

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El Estado de alarma y las restricciones de movilidad y demás medidas para evitar los contagios de la Covid-19 supusieron el año pasado una dramática estocada a la mayor parte de las empresas, especialmente pymes, que vieron reducir su facturación de media un 14,2%, el mayor descenso desde 2009, y a la economía en conjunto con una caída del PIB del 10,8%.

El arranque del año 2021 siguió reflejando la incidencia de la tercera ola en todos los indicadores económicos y continuó haciendo mella en los balances de las empresas, si bien desde mediados de marzo empezó a constatarse cierta reactivación económica al calor del avance de la vacunación y la consecuente relajación de las restricciones.

A pesar de ello, y de la comparativa con los datos de 2020 especialmente negativos por el estallido de la pandemia, la facturación de las empresas subió un 20,2% en marzo, el mayor alza desde el inicio de la serie en 2022, según el INE, si bien se debe a la comparativa con marzo del año pasado, marcado por el estado de alarma y el confinamiento.

En una comparativa más cercana a la evolución real, la facturación de las empresas retrocedió un 1,2% en el primer trimestre del año, lo que refleja que los efectos de la crisis siguen vigentes, al menos en la primera parte del ejercicio.

En este contexto, el alza de los costes empresariales y el repunte de la inflación, sobre todo en materia energética con unos precios de la electricidad y los carburantes disparados, están lastrando la competitividad de las empresas y en cierta forma, en el marco de los ERTE y los avales del ICO, la productividad, según advierten expertos de distintos organismos y entidades.

Coste laboral: la influencia de los salarios

En lo referido al coste laboral, los costes laborales unitarios están vinculados con la productividad, que a su vez mide la competitividad de todos los factores de producción de la empresa, por lo que un alza de los costes puede acabar repercutiendo en la competitividad y finalmente acabar desencadenando un perjuicio en la productividad.

Según los últimos datos del INE, el coste por hora trabajada aumentó un 2,4% en el primer trimestre respecto al mismo periodo de 2020, lo que supone una moderación de ocho décimas en relación al trimestre previo, y en ello tuvo mucho que ver el alza del salario por hora trabajada, que subió un 1,8%. De hecho, los salarios acumulan ocho trimestres al alza de incrementos.

El director de Coyuntura Económica de la Fundación de Cajas de Ahorros (Funcas), Raymond Torres, recuerda en declaraciones a Economía Digital que parte del coste laboral efectivo no está siendo asumido por las empresas con trabajadores acogidos al ERTE, si bien la remuneración ha seguido aumentando mientras que la productividad ha descendido. 

El perjuicio a la competitividad es confirmado también por el economista investigador del Centro de Políticas Económicas EsadeEcPol, Carlos Victoria, quien reafirma que si el alza de los costes laborales está desacoplado al incremento de la productividad se acaba dañando a la competitividad de la economía. 

Para el economista jefe para España de BBVA Research, Miguel Cardoso, hay que tener en cuenta que algunas de las actividades donde más sube el coste laboral han tenido también un incremento importante de los beneficios como consecuencia del incremento de márgenes.

El resto de las empresas, según ha indicado a Economía Digital Cardoso, han podido enfrentar este aumento sin afectar relativamente el empleo o transmitirlo al consumidor (la inflación subyacente, sin energía, se mantiene alrededor del 0%) por la utilización generalizada de los ERTE y por el crédito extendido por las entidades financieras utilizando las garantías provistas por el ICO; el ahorro que algunas de ellas acumularon durante el período anterior a la crisis; y las expectativas de recuperación.

La influencia de los ERTE

Según Cardoso (BBVA Research), la productividad por trabajador ha caído de manera importante como consecuencia tanto de la utilización de los ERTE como de la provisión de crédito del sistema financiero utilizando las garantías provistas por el ICO. Estos han permitido que en circunstancias de una caída histórica de la demanda y, en muchos casos, de la producción, se haya mantenido el empleo.

Precisamente, apunta Cardoso, también han permitido que las relaciones entre empresa y trabajador no se rompan y ello ha hecho que cuando ha vuelto la demanda, la producción aumente de manera inmediata. En todo caso, hacia delante, y conforme la utilización de los ERTE decaiga, pronostica que las empresas cuyos ingresos no se recuperen completamente necesitarán de mecanismos de flexibilidad que les permitan conservar la mayor parte de puestos de trabajo.

En ese sentido, cree que sería recomendable continuar manteniendo disponible la opción que tienen actualmente de adherirse a los convenios sectoriales o descolgarse de ellos.

Por su parte, Torres subraya el aspecto “positivo” de la retención del empleo a través de los ERTE ya que cuando se produce el incentivo y la reactivación de los trabajadores el personal en ‘stand-by’ está disponible para reanudar inmediatamente la producción, a diferencia de los ERE (expediente de regulación de empleo), ya que tras los despidos la contratación de nuevo personal conlleva un coste para la empresa. 

A su vez, Victoria (EsadeEcPol) ha recordado que uno de los objetivos e la reforma laboral de 2012 era precisamente mejorar el ajuste de las empresas por vías alternativas al despido, como ajustes de jornada o modificaciones de las condiciones de trabajo para introducir flexibilidad, lo que contuvo en parte el crecimiento de los costes laborales. 

Conforme a lo que se conoce de las medidas laborales del Gobierno para la modernización del mercado laboral, lejos de ser una contrarreforma completa “se ahonda” en este tipo de medidas de flexibilidad interna extendiendo o reformando la figura de los ERTE. 

El impacto de la tendencia alcista de los precios

El presidente de la Comisión Financiera del Consejo General de Economistas (CGE), Antonio Pedraza, confirma a Economía Digital la caída de la productividad y enfatiza que España presenta unos costes laborales unitarios muy superiores a la media del resto de Europa, lo que hace que la productividad sea “mucho menor” que el resto de países competidores. 

Pedraza incide en la “sombra” surgida a raíz de la tendencia alcista de la inflación, con un repunte del 2,7% en el mes de mayo, notablemente alta si se tiene en cuenta que en la UE se sitúa en el 2%, el objetivo de inflación máxima marcado por el Banco Central Europeo (BCE). 

La inflación habitualmente negativa de España era más alta que la inflación negativa europea, si bien ese diferencial ha cambiado y España ha perdido esa capacidad de competitividad vía precios. Si a so se une el alza de los costes laborales y la menor competitividad por la inflación “la productividad se ve mermada”. 

Desde el CGE, Pedraza avisa sobre el lastre para la competitividad que supone el aumento de la inflación y también sobre otros parámetros como la deuda, ya que el alza de los precios deflacta la deuda para las empresas y es beneficioso para el sector público al deflactar la deuda, si bien a medio plazo acaba influyendo en un alza de los tipos de interés y resta capacidad adquisitiva a los salarios de los trabajadores y por lo tanto daña al consumo. En cualquier caso, Pedraza ve “razonable” que se registren alzas salariales teniendo en cuenta el nivel de inflación actual. 

El problema crónico de la productividad: cambio de patrón

La baja productividad del tejido productivo es uno de los problemas crónicos de la economía española y se ha agudizado en los últimos meses con motivo de la crisis debido a que las horas trabajadas han aumentado más que la actividad, y por lo tanto se ha producido una merma de la productividad de la mano de obra, algo inusual en los ciclos bajistas de la economía nacional.

Habitualmente los periodos de recesión y caída económica parejos a destrucción de empleo habían conllevado un alza de la productividad del factor trabajo, a diferencia e los periodos expansivos en los que la productividad suele despuntar y liderar el avance de productividad a nivel europeo.

Esto obedece, entre otros factores, a la cuasística del empleo temporal en España, ya que el empleo que sobrevive a las crisis solía concentrarse en sectores con una reducida productividad, explican los expertos consultados, pero ese patrón ha variado en la crisis del coronavirus, que en materia laboral se ha caracterizado por los ERTE y el consecuente mantenimiento del empleo.

Remontada de la productividad desde el segundo trimestre

A corto plazo se constata un incremento del coste laboral unitario por el doble efecto del mantenimiento de las plantillas y de la actividad, apunta Torres, que explica que la productividad ha bajado bastante durante la crisis porque en un principio se pensaba que se recuperaría la actividad, si bien eso se ha ido aplazando. 

Ahora, Funcas vaticina un alza del PIB del 1,5% en el segundo trimestre y dado que el aumento del empleo es inferior a ese 1,5% vaticina una recuperación de la productividad ya desde el segundo trimestre y los meses venideros, de forma que en el conjunto del bienio 2020-2021, marcado claramente por el coronavirus, la productividad habrá caído “muy poco” por el factor cíclico. 

Sobre la productividad Torres (Funcas) señala como aspectos cruciales la educación, el capital humano y el capital organizativo de las empresas que tengan la capacidad de utilizar eficazmente su mano de obra disponible. En este punto, la “enorme” rotación laboral característica del mercado laboral español destruye capital humano específico de las empresas al interrumpirse de forma cuasi permanente los contratos temporales.

Victoria (EsadeEcPol), remarca como uno de los grandes desafíos de España el aumento de la productividad, ya que a lo largo de la serie histórica ha sido mucho menos que la de los países vecinos, debido a los costes laborales unitarios. “La productividad solo va a crecer mediante inversiones en capital humano y progreso técnico; ahí deben estar centradas las inversiones”, apostilla.

Temor a la posible subida del SMI: hay que tener «mucho cuidado»

A colación de la repercusión de los costes laborales (e intrínsicamente los salarios), los ERTE o la inflación en la competitividad y la productividad, los expertos también apuntan a otro factor que podría acabar dañando aún más la competitividad, como es un nuevo incremento del Salario Mínimo Interprofesional (SMI). Los expertos aplauden el informe del Banco de España e inciden en la necesidad de una evaluación exante y expost de medidas de este calado.

El debate sobre el SMI se reabrió hace dos semanas cuando el Ministerio de Trabajo avanzó que anunciará en breve la estructura salarial hasta 2023 que aborda el grupo de expertos designado por el Gobierno para ello y que se mantenía la intención de subir de nuevo este mismo año el SMI, congelado desde enero ante la falta de consenso en el seno del Gobierno por la postura de la vicepresidenta segunda, Nadia Calviño, de aplazarlo a cuando haya recuperación, frente a la preferencia de subirlo ya de la vicepresidenta tercera y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz.

La intención del Gobierno es elevar progresivamente el SMI para el año 2023 por encima del 60% del salario medio, tal y como marca la Carta Social Europea, lo que supondría entre 1.000 y 1.200 euros brutos al mes, frente a los 950 euros actuales. 

Además, la semana pasada el Banco de España avivó aún más el debate al publicar un informe en el que hablaba de una pérdida de creación de empleo de entre el 6% y el 11% (80.000-180.000 empleos) entre los colectivos afectados por el SMI como consecuencia del alza histórico del 22% de 2019, aunque también subrayaba otros aspectos como la «equidad» que se logra con esta medida.

Así las cosas, el director de Coyuntura Económica de Funcas, Raymond Torres, aplaude el “esfuerzo técnico y comparativo muy bien hecho” del informe del SMI, y explica que se sabe “empíricamente” que cuando el SMI se sitúa por debajo del 60% del salario medio el impacto agregado es “muy limitado” en el empleo y la productividad, así como cuando se acuerda la subida con los agentes sociales. 

Ante una recuperación desigual, con sectores ya menos afectados como los servicios profesionales, la industria o la agricultura, y otros más impactados, como el turismo, y una situación muy distinta a nivel empresarial, con empresas sobreendeudadas y en riesgo de insolvencia se aconseja “mucha prudencia” respecto a un nuevo alza del SMI. 

Aboga Torres por esperar a que se afiance la recuperación y evitar provocar la insolvencia y el cierre de algunas empresas. En todo caso, el hipotético alza tendría que ser “pequeño”, en línea con el de otros países, como Alemania (+2,7%), Francia (+1%) o Irlanda (+1%), así como tener en cuenta a las empresas sobreendeudadas aumentando las ayudas directas

Los economistas tampoco ven oportuno acometer un nuevo incremento del SMI tras la subida “atemporal y bestial” de 2019 y 2020, ha indicado Pedraza (CGE) a Economía Digital, advirtiendo que hay que facilitar la entrada de los jóvenes en el mercado laboral ante un paro juvenil del 35%.  Pedraza subraya que subir el coste laboral es un “cortapisas” para poder crear oportunidades laborales y afectaría sobre todo a los que buscan un empleo o no cuentan con experiencia.  

Los expertos subrayan la importancia de la cultura de evaluación de las medidas que se implementan y aprender de las conclusiones, tal y como apunta Cardoso (BBVA Research), que considera demostrado que con las últimas subidas del SMI ha habido ganadores (los que pudieron mantener su puesto de trabajo con un mayor salario) y perdedores (los que no consiguieron acceder al empleo).  

Ve necesario tener en cuenta la posición del ciclo económico actual, puesto que mientras que en 2019 se acumulaban 4 años consecutivos de recuperación, ahora se ha registrado la mayor recesión de la historia. Aconseja por lo tanto realizar actuaciones que ayuden a aquellos colectivos que se han visto perjudicados por la subida del SMI, al mismo tiempo que se evalúe si la actual situación es la más conveniente para elevarlo. 

Coincide en esta línea de análisis también Victoria (EsadeEcPol), quien cree que hay que esperar al dictamen del comité de expertos del Gobierno y, en todo caso, cualquier posible decisión debe venir del diálogo social y tener en cuenta la coyuntura y el análisis de factores económicos.  Al margen de posibles subidas del SMI, insta a acometer medidas económicas de lucha contra la pobreza, como créditos fiscales o complementos salariales.

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