Las aerolíneas y hoteleras españolas pasan de puntillas por el conflicto Rusia-Ucrania

A pesar de contagiarse de las caídas en bolsa y que asumirán la subida del precio del petróleo, las empresas turísticas españolas no tienen expuesto casi nada de su negocio a estos países

Varios aviones de Iberia y Vueling en el aeropuerto.

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El turismo no levanta cabeza. Tras dos años de pandemia y de pérdidas, vuelve a ser uno de los sectores más afectados por el conflicto entre Rusia y Ucrania. Pero en esta ocasión, las aerolíneas y hoteleras españolas no se verán tan penalizadas, principalmente porque no tienen presencia física en ninguno de los dos países ni operan vuelos directos desde nuestro país. 

Desde Iberia explican a Economía Digital que hace años que no cuentan con un vuelo directo a Rusia, concretamente a Moscú, y nunca han volado a Ucrania, así que no deberían verse afectados por este conflicto. Vueling, que pertenece al mismo grupo que Iberia y también es española, tampoco vuela a Rusia pero si a Kiev, aunque lo hace desde París y ya lleva un par de semanas con los vuelos cancelados. Desde la aerolínea creen que permanecerán así hasta por lo menos marzo y no se atreven a pronosticar si operarán en verano la ruta de Barcelona a Kiev, como hicieron el año pasado.  

Meliá no gestiona ni cuenta con ningún hotel en propiedad en estos mercados. Tuvo un intento de entrar en la capital rusa en 2018, pero la operación salió mal; NH, otra de las grandes cadenas del país tampoco ha apostado nunca por estos dos países, los hoteles más cercanos a estos dos países en conflicto son los de Polonia y Rumanía, y descartan por completo que puedan verse afectados. 

Pese a ello, IAG, la matriz de Iberia y Vueling, se desplomó este jueves un 6% en la bolsa española; La hotelera mallorquina, un 4% y la cadena NH un 8,8%, arrastradas por la debacle bursátil que se vivió en todo el mundo, las fuertes caídas de las aerolíneas y hoteleras en otros países, además de la incertidumbre a medio plazo, sobre si las restricciones para viajar pudieran extenderse a otros países.  

El cierre de los aeropuertos de Ucrania tras los primeros ataques militares de Moscú a Kiev, llevaron a las aerolíneas europeas, en concreto a las que operan vuelos directos a estos dos países, a registrar importantes pérdidas en sus respectivas bolsas. Así, Air France se dejaba un 6,5% en París, KLM (Países Bajos), otro 6,5% y la alemana Lufthansa casi un 7%.

Pero las más castigadas, sin duda, fueron Finnair (Finlandia), que se hundió casi un 12% y Aeroflot, la principal aerolínea de la Federación Rusa, que cayó más de un 25%. Son las más expuestas a Rusia y buena parte de sus ingresos proceden del país que preside Vladímir Putin.

Actualmente hay cuatro aerolíneas -no españolas- que operan vuelos cada semana entre España y Ucrania. La húngara Wizz Aair, que retrocedió ayer un 12%, la irlandesa Ryanair, que respondió con una caída más moderada del 4% y las ucraniana SkyUp Airlines y Ukraine International Airlines, pero en el caso de estas dos últimas no cotizan en bolsa. 

Desde Aena revelan que, a pesar del estallido de la guerra este jueves, los vuelos a Rusia desde España no se han interrumpido, de hecho, estaban programadas 5 operaciones y 4 fueron operados. En concreto, un vuelo de ida y vuelta entre Moscú y Málaga-Costa del Sol de Aeroflot, y también con esta aerolínea dos vuelos entre Moscú y el Aeropuerto Josep Tarradellas Barcelona-El Prat.  

Solo un vuelo chárter desde el Aeropuerto Josep Tarradellas Barcelona-El Prat a San Petersburgo ha sido reprogramado para este viernes; Una situación muy distinta a la que está viviendo Ucrania, donde el jueves había 6 operaciones programadas, 2 con Alicante-Elche Miguel Hernández y 4 con Josep Tarradellas Barcelona-El Prat, pero todas fueron canceladas por las respectivas compañías aéreas. 

En comparación con las hoteleras, las aerolíneas se han visto mucho más impactadas por la espectacular subida del precio del crudo. El petróleo Brent, el de referencia en Europa, cotizaba este jueves por encima de los 100 dólares, en niveles no vistos desde 2014, coincidiendo con la crisis de Crimea. Este ascenso impacta por tanto en el coste de combustible y en consecuencia, en los beneficios.

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