| Economía Natural

A o B

La noticia del inminente peligro existencial del Amazonas pasó desapercibida, aunque de ello dependen, por ejemplo, los abastecimientos de agua de Bogotá, Quito, Lima o La Paz

Instituto Terra en Brasil / Instituto Terra

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La semana pasada, finalizando noviembre, se publicaban el mismo día 28 dos noticias, una sobre las caídas bursátiles debidas a la incertidumbre provocada por la posible nueva ola del coronavirus, denominada ómicron; y otra referente al informe y resultados de la investigación integral llevada a cabo por más de 200 científicos del mundo que forman el Panel Científico por la Amazonia (PCA) y que advierten sobre el punto de no retorno que se está a punto de alcanzar en este llamado “pulmón del planeta”.

Más que volver sobre los puntos de no retorno existenciales que estamos sobrepasando a nivel planetario, relatados en una serie de artículos aquí publicados, en esta ocasión me fijé en la desigual importancia y relevancia de una noticia y otra, como síntoma de nuestra cultura. La caída de las Bolsas estaba recogida en todos los medios de comunicación y siguió publicándose durante varios días, mientras que la noticia del inminente peligro existencial de esta selva fue puntual y prácticamente pasó desapercibida, aunque de ella dependen, por ejemplo, los abastecimientos de agua de capitales como Bogotá, Quito, Lima o La Paz, así como múltiples especies y un largo etcétera de procesos y ciclos naturales y vitales, algunos a nivel planetario y que afectan a toda la humanidad.

Algo a lo que también aludí en aquellos artículos, haciendo referencia a que superar el 20% de deforestación en esta parte de América supondría su sabanización inexorable, cargándonos también el considerado mayor sumidero terrestre de carbono del mundo, pues incluso las raíces muertas liberan el CO2 retenido durante tantos años; algo que estos expertos del PCA centran en los 366.300 kilómetros cuadrados de selva que ya fueron esquilmados entre 1995 y 2017, esto es, una superficie como Alemania. Mientras que, a nivel mundial y según la Organización de Alimentación y Agricultura de la ONU, 129 millones de hectáreas de bosque se han destruido desde 1990, una superficie equivalente al tamaño de Sudáfrica. Calculándose además que el 15% de las emisiones de gases con efecto invernadero son producidos por esas deforestaciones, como las que ampara el actual Presidente de Brasil.

Jair Bolsonaro / EFE

Ello me hizo pensar de nuevo sobre los valores socioculturales vigentes, como asimismo escribí aquí en el artículo “C. C.”, referente precisamente al cambio cultural urgente que precisa nuestra especie; esta vez planteándolo de forma más simple mediante la preferencia entre A o B,  ¿Amazonas o Bolsa? Si nos atenemos a la relevancia mediática, la elección parece clara, pues la llamada “mancha” ocupada por un asunto y otro no tiene parangón, arrasando claramente la importancia y relevancia de la crisis bursátil. Pero también estaremos de acuerdo en que esto no es solo cosa de los medios de comunicación, sino que los mismos reflejan lo que ocurre a nivel sociocultural. Incluso y volviendo a mi pasado profesional demoscópico, tras veinte años dirigiendo el Instituto Sondaxe, pensé que una encuesta al respecto seguramente daría como resultado la mayor relevancia, preferencia o elección de B sobre A.

Es como si a nivel personal fuésemos diagnosticados con una enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), y siguiésemos fumando

Dándole vueltas, también se me ocurrió la extrapolación de esta elección a otros referentes de estas letras y las opciones y valores que representan. Me refiero en este caso a las personas o personajes de, por un lado, Sebastiao Salgado, fotógrafo brasileño de fama internacional y claro defensor del hábitat amazónico; ya que, además de sus fotos y exposiciones al respecto, junto a su esposa Leila fundaron el Instituto Terra y han logrado rehabilitar la zona donde viven, plantando 4 millones de árboles, recuperando el bosque del 0,5% en que se encontraba y consiguiendo reconstruir todo un ecosistema al lograr también que volviesen 172 especies de aves, 33 de mamíferos, 15 de reptiles y otras 15 de anfibios, así como 293 especies de plantas. Y, por otro lado, Warren Buffett, una de las exclusivas megafortunas mundiales (en 2017 ocupó la tercera posición en la lista de personas más ricas del mundo, elaborada por la revista Forbes, con una fortuna estimada de 87 mil millones de dólares), acumulada sobre todo por medio de las especulaciones bursátiles; de hecho, se le considera un adepto a las mismas y uno de los más grandes inversores en Bolsas del mundo, siendo precisamente conocido con el sobrenombre del “Oráculo de Omaha”. ¿A de SAlgado o B de Buffett? ¿Qué elección haríamos si nos preguntasen quién nos gustaría ser? Me parece que también en este caso la mayoría optaría por la opción B.

Con estos ejercicios especulativos y sin intenciones maniqueas, ya que no tienen que ser excluyentes, sino simplemente con la finalidad de reflexionar y cuestionar nuestra escala de valores, sobre la que se pueden referenciar un montón de casos similares, como la atención a los refugiados o a los muros fronterizos, a los gastos sanitarios o los militares y así un largo etcétera; llegué a la conocida expresión de “la bolsa o la vida”, asociada a los atracos, algo que también aprovecho para extrapolarlo a lo que estamos haciendo con el planeta y nuestra existencia. De hecho, hay libros con ese título, así como incluso campañas y empresas que emplean dicha frase, por ejemplo, para concienciar sobre el uso perjudicial de las bolsas de plástico. También otros artículos, entre los que pude leer que si le pasase eso al autor, “daría hasta el último céntimo” o, lo que viene a ser parecido, que no cambiaría su vida por nada material del mundo. Algo que, en cambio, parece que en teoría solo se aplica a la propia existencia o a la de los seres queridos, pero que fuera de nuestro ámbito o círculo más inmediato ya no parece tan claro.

© Sebastião Salgado
Reforestación del bosque Atlántico en Brasil por parte del Instituto Terra / Las imágenes son de Sebastiao Salgado y muestran el antes y el después en un periodo de 13 años

Todo lo cual lleva a una posible conclusión sobre nuestra manera de ser y de actuar, así como a la aparente incongruencia entre algunos valores personales y culturales. Me refiero a que la vida personal parece que la apreciamos mucho, pero fuera de este ámbito incluso la despreciamos, como se demuestra en la extinción inexorable de especies que estamos provocando, por no hablar de las muertes y violencias de todo tipo entre nosotros mismos. Un bien -la vida- que, como se sabe, es escasísimo en el Universo conocido, incluso hasta ahora único en la Tierra, mientras que hay planetas donde llueven diamantes por los que aquí nos sacrificamos; empeñándonos en desperdiciar esta verdadera y auténtica “joya universal biológica” por otras minerales o materiales que consideramos más valiosas, tal y como también comenté en Punto existencial de no retorno (II).

Volviendo al caso y aprovechando la referencia que se hace de la Amazonia como uno de los “pulmones del planeta”, aunque ahora se sabe que esta expresión no es precisa ya que el fitoplancton marino genera más de la mitad del oxígeno que respiramos y también absorbe más CO2 , sin embargo, vale para reflejar de nuevo nuestras incongruencias existenciales; ya que el informe del Panel Científico aludido es como decirle a alguien que está a punto de colapsar uno de sus pulmones (el otro, el del mar, tampoco anda muy lejos de ello). Lo que podría traducirse, para entendernos y a modo de ejemplo ilustrativo, como si a nivel personal fuésemos diagnosticados con una enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), o algo así, y siguiésemos fumando o contaminando nuestro sistema respiratorio.

De todos es sabido que somos capaces de ser así de insensatos, irresponsables, irracionales y, en definitiva, contrarios a la propia vida. Me refiero a que son innumerables los casos y situaciones en que perjudicamos nuestra salud a sabiendas de que, por ejemplo, fumar es malo, pero ahí están las cifras de consumo de cigarrillos que no paran de crecer. Dicho lo cual, aquello de “la bolsa o la vida” ya no parece tan claro tampoco a nivel personal; y si no cuidamos ni de nuestra propia existencia, qué decir de lo que estamos haciendo con las demás. Como también se suele decir popularmente en estos casos e intento transmitir en esta sección, “debemos hacérnoslo mirar”.

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