Lecciones para el PSOE gallego

Tampoco en Galicia son ya la primera fuerza política de la izquierda y, a día de hoy, dan inequívocas muestras de navegar sin brújula y con el depósito en la reserva

Ángel Gabilondo, candidato del PSOE a la Comunidad de Madrid, comparece la noche electoral después de que su partido quedara relegado a la tercera fuerza política del Parlamento madrileño / EFE

Ángel Gabilondo, candidato del PSOE a la Comunidad de Madrid, comparece la noche electoral después de que su partido quedara relegado a la tercera fuerza política del Parlamento madrileño / EFE

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El desastre del PSOE en Madrid (en Madrid, non en España) da para muchas reflexiones de orden general, sin duda, pero también para que los socialistas gallegos tomen nota (si es que no la tomaron tras los últimos comicios gallegos) del elevado coste de la apatía y la improvisación.

En primer lugar, porque fue el propio PSOE quien desencadenó las hostilidades autonómicas con su fallida moción de censura en Murcia. El pacto PSOE-Ciudadanos en aquella región sirvió en bandeja a Isabel Ayuso el pretexto que estaba aguardando para anticipar las elecciones madrileñas. El clima político y, sobre todo, las encuestas así se lo aconsejaban. Y lo hizo. Con gran acierto para el Partido Popular, como se acaba de comprobar, que hasta en Vallecas fueron los más votados.

Sin gas y con su líder, Ángel Gabilondo, ausente en el reparto o pendiente de pasar a mejor vida como Defensor del Pueblo

La convocatoria sorprendió a los socialista madrileños en prolongado estado catatónico, sin el mínimo pulso imprescindible para plantarle cara a Ayuso, mientras ésta se labraba marca propia a costa de practicar política trumpista anti-Sánchez. Sin gas y con su líder, Ángel Gabilondo, ausente en el reparto o pendiente de pasar a mejor vida como Defensor del Pueblo. Un PSOE anoréxico, sin sangre, sin líder y sin campaña. Las consecuencias, a la vista están. Ni siquiera son ya la primera fuerza política de la izquierda madrileña.

De procesos de este corte ya saben algo en la variante gallega del PSOE. Tampoco en Galicia son ya la primera fuerza política de la izquierda y, a día de hoy, dan inequívocas muestras de navegar sin brújula y con el depósito en la reserva.

Quizás en la preocupación de Pedro Sánchez por este tipo de escenarios se podría encajar el reciente relevo del delegado del Gobierno en Galicia. Por sorpresa, y sin que ninguna razón objetiva ni de gestión que lo justificase, Moncloa cesó al anterior delegado, Javier Losada, y lo sustituyó por el alcalde de Ames (A Coruña), José Miñones.

De momento se mantiene la versión oficial de que Caballero será el candidato a renovar como secretario xeral del PSdeG

Miñones está considerado como un hombre muy próximo a Sánchez, al igual que, por ejemplo, el eurodiputado Nicolás González Casares, un coruñés afincado en Lalín que ocupó en Bruselas la plaza del otrora todopoderoso Pepe Blanco. Son políticos generacional y políticamente de la órbita del presidente del Gobierno.

Se supone que al aupar a Miñones a la delegación del Gobierno se está empezando a mover el banquillo y promocionando a uno de los hombres de futuro en el socialismo gallego. En octubre toca congreso autonómico. Apenas han emergido las batallas internas, que ya las hay. De momento se mantiene la versión oficial de que Caballero será el candidato a renovar como secretario xeral y, por tanto, a repetir como candidato a la presidencia de la Xunta. Pero los procesos políticos actuales se han acelerado y los escenarios políticos generales y locales cambian a velocidades endiabladas. Que le pregunten, si no, a Pablo Iglesias Turrión.

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