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El futuro rascacielos de Madrid Nuevo Norte a debate: hereda los retos de las Cuatro Torres
La futura torre de 270 metros en Madrid Nuevo Norte se enfrenta a los altos costes, menor eficiencia y un mercado que prioriza oficinas funcionales
De I a D: Carlos Torres, presidente BBVA; Ismael Clemente, CEO de Merlin Properties; y Jacinto Rey, presidente de Grupo San José.
Madrid se prepara para recibir un nuevo símbolo en su skyline: una torre de 70 plantas y 270 metros de altura que será la más alta de España. Estará ubicada en Madrid Nuevo Norte, el mayor desarrollo urbanístico de Europa, donde también se proyectan más de un millón y medio de metros cuadrados de oficinas.
Sin embargo, el entusiasmo arquitectónico choca con una realidad comercial: las empresas, cada vez más, prefieren edificios horizontales y eficientes, no rascacielos.
«Una torre tan alta puede perder competitividad frente a productos más eficientes», advierten fuentes del mercado en conversaciones con ECONOMÍA DIGITAL. La afirmación se sustenta en los precedentes. Las famosas Cuatro Torres Business Area, ahora cinco con la incorporación de Caleido, jamás han estado completamente ocupadas.
Espacios emblemáticos como la Torre Emperador, propiedad de Emperador Properties, o la Torre Foster, han sufrido históricamente altos niveles de vacancia. Incluso la torre de Merlin, considerada una de las más exitosas, tiene la mitad de su superficie ocupada por el hotel Eurostars.
Una de las principales barreras para la plena ocupación de las torres es su elevado coste operativo. Mientras que en un edificio convencional los gastos de comunidad pueden rondar los 6,5 euros por metro cuadrado, en las grandes torres de negocios de Madrid esta cifra puede superar fácilmente los 10 u 11 euros.
Esa diferencia de entre 3,5 y 4 euros por metro, multiplicada por miles de metros y años de contrato, supone un sobrecoste significativo para las empresas.
Además, las rentas en las torres más representativas han llegado a alcanzar los 30 euros por metro cuadrado, un precio que solo unas pocas compañías están dispuestas a pagar en un contexto donde la eficiencia del espacio y la rentabilidad de cada euro invertido «pesan más que el prestigio de una planta 45 con vistas».
A eso se suma la cultura laboral española, menos estática que la estadounidense. «Aquí la gente baja a fumar, a tomar un café… ese dinamismo no encaja bien con los tiempos de espera de un ascensor en la planta 50«, ironizan las fuentes.
Madrid Nuevo Norte, la luz ante la falta de stock de oficinas
Madrid Nuevo Norte se presenta como una oportunidad única para atraer inversión y modernizar el parque de oficinas, en un momento en el que el stock total en la capital ronda los 17 millones de metros cuadrados.
Sin embargo, la clave estará en cómo se diseñen estos nuevos espacios. El modelo de oficinas ha cambiado: ahora prima la experiencia del empleado, la sostenibilidad y la flexibilidad del espacio frente a la tradicional representatividad corporativa.
«Hace unos años dudaba de que hubiera mercado para tanto metro cuadrado. Hoy creo que, si se conceptualiza bien, puede ser un éxito», señalan las fuentes. El argumento se apoya en la destrucción paulatina de stock obsoleto en el centro de Madrid con los cambios de usos a vivienda u hoteles, lo que abre la puerta a un ciclo de consolidación donde los activos bien ubicados.
Madrid Nuevo Norte promete ser el nuevo distrito de moda, pero la torre icónica tendrá que demostrar que su valor simbólico puede traducirse en ocupación real. Porque si algo ha enseñado la experiencia de las Cuatro Torres es que la altura no garantiza éxito. La nueva era de las oficinas no mira hacia arriba: busca horizontalidad, eficiencia y conexión con el entorno.
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La operación Madrid Nuevo Norte constituye una oportunidad única para redefinir el skyline de la capital y posicionarla entre las grandes ciudades globales. Si bien el plan contempla la construcción de varias torres icónicas —tres de ellas de más de 50 plantas—, cabe explorar soluciones de mayor ambición formal y eficiencia urbana, inspiradas en modelos internacionales como Chicago o Shanghái.
Una propuesta visionaria consistiría en fusionar dos de las torres proyectadas en un único rascacielos de altura superlativa, alcanzando el umbral de los 130 pisos. Esta concentración vertical permitiría liberar superficie edificable a nivel de suelo, generando un parque urbano de mayor escala y dotando al conjunto de un carácter más sostenible y humano.
El edificio podría estructurarse mediante tres sky-lobbies distribuidos estratégicamente, diferenciando los usos por estratos:
Base: hotel y áreas de convenciones, con acceso inmediato a transporte y servicios urbanos.
Cuerpo intermedio: oficinas premium con plantas libres y núcleos de transporte vertical de alta capacidad.
Coronación: apartamentos residenciales con vistas panorámicas únicas, situados por encima de los 500 metros de altura.
El sistema de ascensores exprés y doble cabina, ya implantado con éxito en torres como la Torre de Cristal o la Torre Emperador, permitiría una circulación eficiente y escalonada, reduciendo tiempos de espera y optimizando la experiencia del usuario.
Con esta configuración, Madrid podría contar con el rascacielos más alto de Europa y situarse entre las primeras posiciones del ranking mundial, generando un símbolo urbano reconocible a cientos de kilómetros y proyectando la imagen de una ciudad abierta a la innovación arquitectónica.
Lejos de ser un mero gesto formal, una torre de estas características condensaría el programa edificatorio, liberaría espacio para zonas verdes y configuraría un nuevo hito metropolitano, equiparable a las grandes intervenciones verticales de las capitales financieras globales.