Claves para descubrir el espíritu gaditano del Bajo Guadalquivir

Chipiona, Rota, Sanlúcar de Barrameda y Trebujena permiten disfrutar de los últimos retazos del verano junto paseos por su hermosa naturaleza

La belleza de Trebujena está en los pequeños detalles. Foto Pepe González Cabello

El Guadalquivir, en sus casi 660 km, atraviesa el centro y sur de España y en su camino se impregna del duende andaluz, de los sabores del vino, de los campos que parecen retazos de colores, de la naturaleza de Doñana y las marismas que prologan su final.

Su destino final es el Atlántico, en una desembocadura con las tierras de Huelva de un lado y las de Cádiz del otro.

En la margen sur, tras pasar por Trebujena, se despide de la tierra en Sanlúcar de Barrameda, hasta que el estuario muere en Chipiona y se encuentra con el Atlántico a la altura de Rota.

Estamos ya en plena Costa de la Luz, donde el intenso verano andaluz se esquiva con largas horas en las playas, que se pueden combinar con deportes náuticos como la navegación en la Jara de Sanlúcar, el buceo y el submarinismo en las costas chipioneras, o con el surf y el windsurf que aprovecha los intensos vientos de la playa roteña de El Rompidillo.

Los humedales se alternan con haciendas y cortijos, muchos rehabilitados como alojamientos rurales, con islas verdes como los Pinares de Algaida; en una región donde el espíritu flamenco persiste en cada pueblo, calle y casa, y que emerge en sus festivales musicales.

Cae el sol en las marismas de Trebujena. Foto Pepe Pazos

Es la región del vino Jerez y de la manzanilla, del moscatel de Chipiona, el tintilla de Rota y del mosto de Trebujena

Es la región del vino Jerez y de la manzanilla, del moscatel de Chipiona, el tintilla de Rota y del mosto de Trebujena; de los picadillos, piriñacas y gazpachos, de los potentes guisos y de los pescados y mariscos que regalan el río y el mar, así como de los pollos de campos, las coquinas o las tapas que pueden sorprender por sus tamaños.

Trebujena

Este paseo comienza cerca del Guadalquivir cuando conserva su figura de río. Estamos en Trebujena, donde se pueden ver los hermosos atardeceres donde el sol se confunde con el mar de Sanlúcar y las arenas del Coto entre las marismas.

El escanciado del Jerez. Foto Pepe González Cabello

Villa de casas blancas y extensas arterias como la (precisamente) calle Larga, con una Plaza Mayor llena de palmeras que acompaña al templo barroco de la Purísima Concepción; aunque también hay que conocer la rica decoración de la Ermita de Nuestra Señora de Palomares con su altar y el retablo churrigueresco.

Aquí se produce un excelente Jerez-Xeres-Sherry y mostos que acompañan a las angulas al ajillo y los camarones, vinos que crecen en esas tierras de que al atardecer cobra una magia especial que atrapó a Steven Spielberg para filmar escenas de El Imperio del Sol.

Sanlúcar de Barrameda

Sobre la margen izquierda del Guadalquivir se encuentra esta villa de inmemoriales raíces, con su puerto que vio zarpar a las expediciones de Colón y Magallanes y que fue la puerta de entrada de las riquezas que llegaban desde América.

Plaza del Cabildo en Sanlúcar. Foto Ricardo Jiménez

Los duques de Montpensier y las empresas bodegueras trajeron prosperidad en el s.XIX, lo que se refleja en los palacios del Barrio Alto, como el de Orléans y Borbón (actual ayuntamiento) o iglesias como la de Nuestra Señora de la Caridad; que se suman a otros edificios de valor histórico como la muralla medieval, la Puerta de Rota, la iglesia de Nuestra Señora de la O y el Palacio Ducal de Medina Sidonia.

En este barrio se encuentran varias bodegas que elaboran la famosa manzanilla, cuyos orígenes se pueden conocer en el Museo Barbadillo.

En el Barrio Bajo se pueden ver el Auditorio de la Merced, iglesias como la del Carmen, Santo Domingo y San Jorge, además del animado mercado de la Plaza de San Roque y la Plaza Cabildo, meca del tapeo local.

Atardecer en Sanlúcar de Barrameda. Foto Instandaluz

Si se trata de comer abundante, hay que poner rumbo al Bajo de Guía, el barrio de pescadores con restaurantes que sirven magníficos langostinos, pescaítos y guisos marineros.

Chipiona

Chipiona, villa marinera cercana a la desembocadura, está coronada por un antiguo castillo donde rompen las olas del Atlántico, donde persiste una torre con trozos de murallas.

Allí está el faro más alto de España (69 mts), heredero de la antigua luz vigía romana; aunque el mayor tesoro histórico es el Santuario de Regla, de la orden franciscana, con su aire neogótico y su patio mudéjar, sótanos abovedados y muros decorados con azulejos de Triana.

Playa de la Virgen de Regla. Foto Francisco Rojo

En Chipiona está el faro más alto de España, de 69 mts, heredero de una antigua luz vigía romana

Varias iglesias como la de Nuestra Señora de la O y el Sanatorio de Santa Clara se suman a una villa con sus paseos marítimos sobre las playas de Regla y Las Canteras siempre animados.

Cabe dar una mirada a los curiosos corrales de pesca, espacios construidas con paredes de piedra donde al bajar la marea quedan sembrados de peces.

Corrales de pesca en Chipiona. Foto Turismo de Cádiz

Rota

Hacia el sur se encuentra esta localidad marinera y campesina, que al estar a mitad de camino entre la desembocadura del Atlántico y la bahía de Cádiz fue un cruce de civilizaciones desde la época fenicia, que desde el siglo XIV quedó en manos de la familia Ponce de León.

Detalle de Rota. Foto Ayuntamiento de Rota

Sus estrechas calles de casas blancas conducen a bonitas plazas como la de Bartolomé Pérez o la del Reloj, donde en las terrazas se pueden probar la sopa de urta, la urta a la roteña o el arranque.

El Castillo de Luna, donde está el ayuntamiento, es su edificio más importante, con sus torreones almenados y un patio del s.XV con arcadas y zócalos.

Las murallas de Rota en un espectáculo. Foto Turismo de Cádiz

Quedan aún fragmentos de las murallas medievales, así como numerosos templos que combinan estilos como el gótico, el isabelino, el plateresco y el barroco.

La ciudad se atrapa desde el Mirador de las Almenas, y además de sus 16 km de playas el calor se esquiva bajo las sombras arbóreas del Jardín Botánico Celestino Mutis o los parques del Atlántico o el del Félix Rodríguez de la Fuente.

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