Oysters Menorca, el templo de las ostras en Barcelona

Además de una cuidada selección de estos bivalvos, este nuevo restaurante propone descubrir pequeñas maravillas de la cocina marinera en un ambiente relajado

La carta ofrece ostras de cinco a siete regiones diferentes. Foto: Daniel Schäfer.

Traspasar sus puertas es como entrar en un barco. No a yate de nuevo rico, sino a esos veleros clásicos, decorados elegantemente con mucha madera y detalles que homenajean al mar. Como sucede en una embarcación de placer, los espacios están calculados al milímetro. Las mesas son pequeñas y los taburetes un poco ajustados para los que son anchos de espalda. No importa: aquí se viene a pasarlo bien, a disfrutar con el mismo placer que si se atravesara a vela el Mediterráneo desde Menorca a Barcelona.

Precisamente ese es el puente marítimo que han trazado los interioristas Benito Escat y Pol Castells con Tobias Kruijssen, un holandés descendiente de una familia dedicada a la cría de ostras, que contaba con un pequeño local para degustar estos frutos de mar en Maó.

El interior recuerda a la sala de un velero clásico. Foto: Daniel Schäfer.

Homenaje al mar

El trío desembarcó en Barcelona con Oyster Menorca (Madrazo 54), un restaurante relativamente cerca del circuito de bares, coctelerías y restaurantes de la zona alta de Barcelona como el sector de Plaza Molina, pero manteniendo una saludable distancia para ganar en tranquilidad.

La decoración, decíamos, cuenta con varios homenajes al mar, como las gigantescas ostras de mármol en una larga barra ubicada en la entrada, las lámparas que parecen ojos de buey invertidos, las puertas corredizas, una gorra de capitán colgando por ahí, gafas de buceo con décadas de historia y hasta el detalle kitsch de un black bass de goma en una de las columnas.

Oda a las ostras en Oyster Menorca. Foto: Daniel Schäfer.

Ostras y mucho más

Los amantes de las ostras están en el lugar elegido: aquí la carta cuenta con variedades de Francia, Irlanda, Países Bajos o Portugal; con diferentes tipos de carnosidades y texturas. Si se está un poco perdido, mejor consultar al personal, que sabe cómo asesorar. O busquen a Kruijssen, fácil de distinguir por su altura, y a quien le encanta hablar sobre estos animales marinos: un tatuaje en su brazo revela su pasión por ellos.

Además de ostras, también tienen peso el caviar y los pescados como anguila, salmón y atún

Pero las ostras son la punta del iceberg de la propuesta elaborada por el chef Christian Hofmann, porque aquí se trata de descubrir lo mejor del Mediterráneo y el Atlántico. Y de otros mares. En nuestro caso, el ritual de la ostra se inició con la L’Etoile Especial, de Bretaña, carnosa y con un dejo ligeramente dulce. Pero en vez de atiborrarnos de este bivalvo, decidimos probar el fotogénico ‘árbol’ de una docena de blinis con caviar Benoît (“auténtico símbolo de la casa”, describen), huevas de salmón y trozos de salmón ahumado.

El árbol de blinis es la mejor degustación que se puede pedir. Foto: Daniel Schäfer.

Aquí vimos cómo es la idea: platillos de porciones pequeñas, pensados para compartir, y con la intención de apostar por la diversidad de sabores más que quedar llenos al primer plato. En este sentido, para abrir el apetito también se presentan el nugget de caviar, varias opciones de conservas (navajas, almejas y berberechos) y un puñado de pescados ahumados, como la exquisita anguila que probamos, además del atún y el salmón.

Siempre conviene consultar las sugerencias de Hofmann, como los recomendados cortes finos de atún con higos, puerro confitado y piñones; en un apartado donde estas semanas también se pueden encontrar al sashimi de atún y alcaparras, las gambas crudas marinadas o los huevos frito con gambas cristal.

Los platillos están pensados para compartir. Foto: Daniel Schäfer.

El mar en la mesa (o la barra)

En la barra donde veíamos al personal elaborando cócteles y dando los últimos toques de emplatado, tras un brioche de cangrejo real, llegamos al punto cumbre, la pasta con anchoa. Y ya estábamos más que satisfechos. Así que para otra ocasión quedarán otros principales como los brioches de gamba y de salmón ahumado, el tartar de atún Balfego, el trío de huevos fritos con caviar, el carpaccio de gamba o la contundente langosta a la menorquina. Y por no olvidar los mariscos cocidos, que van desde el cangrejo real y los langostinos a los camarones, y de las cañaillas a los percebes.

Pasta con caviar, una experiencia única. Foto: Daniel Schäfer.

Pero siempre hay lugar para el postre, y como nos veía indecisos, Kruijssen nos acercó una degustación de sus cuatro magníficos: tarta de queso Mahón, flan casero, mouse de chocolate y tiramisú.

La carta de bebidas se organiza en torno a una docena de cócteles, una quincena de referencias de vinos blancos de España, Francia y Alemania, además de unos seis tintos y rosados. Pero si se puede elegir el placer hedonista de unas ostras con un champagne como el Drappier Carte d’Or, el Gosset Grand Reserve o el Ruinart Blanc de Blancs, la experiencia estará completa.

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