La sombra de la recesión complica las fusiones bancarias amistosas

La necesidad de buscar integraciones con la que capear los bajos tipos de interés, choca con los altos costes de las reestructuraciones de plantilla y red

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Durante la presentación de resultados del primer semestre Manuel Menéndez, consejero delegado de Liberbank confirmaba lo que durante meses se había ido publicando: que la fusión con Unicaja había fallado porque no se había llegado a un acuerdo con el precio. Posteriormente, dejaba abierta la puerta a posibles operaciones que «crearan valor»; un objetivo que se va complicando a medida que la sombra de la recesión se alarga sobre Europa, especialmente si no media por delante una oferta de adquisición que recurra a la chequera. Ese era el mensaje que parecía que el consejero delegado del banco asturiano deslizaba hacia Abanca con sus palabras. 

Además, las palabras de Menéndez no son más que otro ejemplo de que la banca española, a pesar de la presión continuada de los analistas, no parece capaz de cerrar una fusión amistosa si no es porque haya que plantearla como un rescate de una entidad más fuerte a otra más pequeña. De hecho, las integraciones entre iguales han brillado por su ausencia en los últimos años en España. La primera exitosa habría sido la boda de Unicaja y Liberbank, pero el proyecto se ha quedado en el cajón

Así, la adquisición de Banco Popular por el Santander, o la compra de Banco Mare Nostrum (BMN) por Bankia son algunas de las últimas operaciones cerradas; y ninguna formaba en principio parte de un plan industrial, pactado y reflexionado entre iguales; si no que fueron un rescate, la primera; y una fusión de dos bancos que compartían el mismo accionista, en este caso el Estado español; la segundo. 

Los reguladores continuan recomendando que se produzcan fusiones que creen entidades más fuertes y con mejores expectativas de negocio. En este sentido, la subgobernadora del Banco de España, Margarita Delgado, apuntaba la semana pasada en una entrevista publicada por el Banco Central Europeo (BCE) que el papel de la institución cuando evaluaba propuestas de fusión era «analizar si existe un plan de negocio viable y si el proyecto genera beneficios y sinergias tangibles. El papel del supervisor e asegurarse de la viabilidad y solvencia de las entidades resultantes de las fusiones».

La bolsa y el distinto ritmo con la banca

Sin embargo, en una bolsa volátil, estos proyectos son complicadas de «vender» para la banca cotizada sin un plan de ahorro fuertes -más a corto plazo que a largo plazo-. En un entorno en el que la mayoría de bancos siguen sin ser lo suficientemente rentables como para compensar a los inversores por el riesgo que asumen; ejercicios de limpieza, que puedan generar sinergias significativas, con los que la bolsa ayude a recompensar la posible integración y ayuden a generar «valor» a los accionistas de los fusionados, se complican.

Los resultados de las entidades medianas difícilmente pueden aguantar procesos reestructuración tan severos como los bancos más grandes (o más diversificados geográficamente) y esa incapacidad todavía está yendo a más ante la expectativa de una nueva oleada de medidas de política monetaria del BCE para que Alemania escape a la recesión.

Las cifras de los ajustes afrontados en la primera mitad del año por Santander y por Caixabank son un ejemplo. El banco presidido por Ana Botín sacrificó una parte relevante de sus beneficios para asumir 600 millones en costes de reestructuración en España. Lo mismo le sucedió a Caixabank, que dejó tiritando su cifra de beneficio en el segundo trimestre -apenas alcanzó los 89 millones- para asumir los costes de su ERE (Expediente de Regulación de Empleo) y de la transformación de la red de oficinas prevista en su plan estratégico.

Estos acuerdos, además, condicionan al resto del sector, porque no son especialmente baratos. Los sindicatos han negociado que todas estas bajas sean incentivadas y que se centren en prejubilaciones, creando un antecedente para el resto de bancos, que es complicado de gestionar tanto desde una perspectiva reputacional, como económica.

Los beneficios de la banca doméstica española ya se están viendo perjudicados por el cambio en las estimaciones de tipos de interés. En lo que llevamos de año, de acuerdo con Bloomberg, los analistas han sido duros con buena parte de la banca mediana española. Así, han recortado un 22% su previsión de beneficio por acción para Bankia; un 20% la de Banco Sabadell y un 37% la de Unicaja.

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