| Economía Natural

Educación natural

En el caso de la educación también deberíamos seguir el modelo natural, ya que lo artificial nos ha llevado, por ejemplo, a alimentar a nuestras criaturas con “comida basura”

Unos jóvenes saltan durante un atardecer

Unos jóvenes saltan durante un atardecer. EFE/Jagadeesh Nv

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Otra de las lacras que estamos produciendo afecta a los brotes, retoños o criaturas de esta sociedad, constituida entre todos. Ya había síntomas de que el sector joven de la población no iba bien y se le estaba complicando su existencia. Así, aunque nos parezca lejano, aún hace poco del fenómeno “millennial”, referido no solo a los nacidos entre los dos milenios de nuestra era sino también a los que viven con mil euros, llamados “mileuristas”. También, esta sociedad ha dado lugar a los “ninis”, que ni estudian ni trabajan. Y, ahora, la lacra a la que me refiero es el número de suicidios, enfermedades –como la diabetes, tensión arterial elevada, obesidad mórbida, …– y más afecciones impropias de estas edades pero que, sin embargo, se están produciendo de forma alarmante.

Uno de los principales sociólogos y autor de una obra cumbre como ha sido El Suicidio, Émile Durkheim (1858-1917), señalaba que este fenómeno de quitarse la vida era debido principalmente a causas sociales, cuando el individuo se siente excluido; y eso no era solo por lo que pensara o creyese, sino que realmente la sociedad no le dejaba el espacio sociocultural que precisaba, a través de lo que se conoce como “presión social”. También, este considerado “padre” de la Sociología de la Educación señaló que la misma responde a las características sociales e históricas, a la realidad que determinan sus instituciones, la economía o el desarrollo científico y tecnológico. Mientras que la integración (o no) de los individuos en estos contextos se debe al proceso conocido como “socialización”, por medio del cual –y a través de la acción de las generaciones mayores– nos vamos adaptando a los estados físicos, intelectuales y morales imperantes en cada sociedad.

Dicho lo cual y como suele ocurrir a la hora de resumir los discursos teóricos, esto se podría describir con la expresión popular: “de aquellos polvos vienen estos lodos”. ¿Qué educación, qué referencias, qué contextos, moral, ejemplos, … estamos transmitiendo a las nuevas hordas sociales? Mi hipótesis es que, no solo en el ámbito educativo sino en general, nos hemos ido alejando del modelo y “gran maestra” que siempre ha sido nuestra “Madre Naturaleza”.

Precisamente, se acaba de presentar el libro colectivo internacional Educación en Valores y otras miradas sobre la Pedagogía en América Latina (Ediciones AurisEduca), en el que se incluye mi artículo titulado como este, “Educación natural”. Para hacer referencia a su contenido aludo a una frase de Albert Einstein: “Todo lo que puedas imaginar, la naturaleza lo ha creado ya”. Lo que se puede comprobar, por ejemplo en lo que se conoce como Biomímesis (imitar la vida); que se empieza a aplicar en varios campos, desde la arquitectura a la sanidad o la seguridad, en los que se está “copiando” lo que hacen otras especies y fenómenos naturales, para abordar así mejores soluciones y, sobre todo, más ecológicas.

Nuestro sistema educativo continua inculcando conocimientos y valores centrados en el “currículum”

En el caso de la educación también deberíamos seguir el modelo natural, ya que lo artificial nos ha llevado, por ejemplo, a alimentar a nuestras criaturas con “comida basura”, hiperazucarada, ultraelaborada, nada sana ni natural, pero gustosa al paladar. Y esto en cuanto al cuerpo, porque en relación a la mente o espíritu, tampoco en la naturaleza los individuos consiguen sus nichos por memorización o repetición, como ocurre en nuestro actual sistema educativo, que todavía responde al modelo prusiano de finales del siglo XVIII, para nutrir de mano de obra a la –de aquella– naciente Revolución industrial.

Es decir, que nuestro sistema educativo, tanto formal (escuela) como informal (familia, entorno social), continua inculcando conocimientos y valores centrados –desde hace siglo y medio– en el “currículum”; mientras que una educación en alimentación, higiene, salud, sexualidad, cuerpo, ejercicio físico, emociones y demás campos naturales de nuestra existencia siguen brillando por su ausencia. Dicho de otro modo, parece que nos preocupa o estamos más centrados en que se aprenda otro idioma o en pasar la selección del futuro personal (ahora denominada Evaluación del Bachillerato para el Acceso a la Universidad o EBAU) que, por ejemplo, los jóvenes se alimenten adecuadamente o crezcan sanos, tanto biológica como psíquica y sociológicamente.

Esto es, los chavales están creciendo y desarrollándose en un marco sociocultural donde los valores del éxito, la fama, el poder y el dinero siguen vinculados a modelos económicos esquilmadores, tanto del medio o entorno como de los propios sujetos. Es decir, la mímesis sigue funcionando pero, en nuestro caso, el referente es la propia sociedad y no la naturaleza. Así, la competencia, el esfuerzo cercano al sufrimiento o a las restricciones emocionales, el egoísmo y demás señas de identidad del actual sistema social, con el subsistema educativo correspondiente, están llevando a los casos que se están produciendo.

Por ejemplo, al consumo de alcohol y demás sustancias, tan normalizado en nuestras sociedades occidentales y utilizados para el escapismo social. De tal forma que ahora las urgencias hospitalarias durante los fines de semana, según nos ha relatado una profesional del sector sanitario, son los comas etílicos entre la gente joven. Sin ir más lejos, este lunes, en unas fiestas de una localidad cercana a donde vivo, hubo una chica de 12, otra de 14 y otra de 17 que tuvieron que ser hospitalizadas por consumo de alcohol. Por no hablar del fenómeno que se puso de moda, consistente en pinchar a alguien para drogarla y así acceder a contactos de tipo sexual.

Según la OMS, el suicidio es ya la segunda causa principal de muerte, por detrás de los accidentes de tráfico, entre los jóvenes de todo el mundo

El caso es que, según un estudio publicado en 2021, patrocinado por el Consejo General de Psicología de España, uno de cada cuatro jóvenes españoles entre 18 y 25 años manifestó haber tenido ideas suicidas; cuadruplicándose también las hospitalizaciones por autolesiones entre los 10 y los 24 años, según el Ministerio de Sanidad: de 1.270 en el año 2000 a 4.048 en 2020. Y así podíamos señalar a EE.UU., Corea del Sur, Japón, etcétera; es decir, estamos ante un fenómeno global. De hecho, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el suicidio es ya la segunda causa principal de muerte, por detrás de los accidentes de tráfico, entre los jóvenes de todo el mundo (entre los 15 y los 29 años).

Es lo que les enseñamos y por eso indico la necesidad de que aprendan a través de una educación más basada en la naturaleza. Por ejemplo, el gran etólogo Piotr Kropotkin (1842-1921) demostró que la ayuda mutua era mucho más común y extendida en el ámbito natural que la competencia; pero de eso parece que poco predicamos ni hacemos y menos aún aprendemos. En cambio y por caso, en las Islas Canarias han puesto como obligatoria la enseñanza de inteligencia emocional; lo que ha hecho mejorar el rendimiento escolar en un 16%. Mientras que también tenemos métodos pedagógicos que incluyen referencias naturales, como Montessori o Waldorf, pero que siguen siendo minoritarios y elitistas.

Sin olvidar tampoco que ya en el vientre materno los futuros jóvenes reciben sus primeras impresiones, como bien pone de manifiesto el documental Criaturas.org, llevado a cabo por María Asunción Berenguer Ruiz, que también tiene el blog “Prevención Primaria, Biopsicosocial y Medioambiental”, en el que recomienda asimismo una educación más natural (como la que se impartía en la Escuela Moderna de Barcelona, a principios del siglo XX), si no queremos que los síntomas descritos sigan en aumento en las próximas generaciones.

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