El hombre y la tierra

Si algo han puesto de manifiesto los devastadores incendios ocurridos en esta canícula de 2025 es que la cantidad hace la cualidad. 400.000 hectáreas arrasadas, es decir, 4.000 kilómetros cuadrados pasto de las llamas casi en medio mes. Prácticamente una provincia como Pontevedra

Una persona con su perro observa el incendio en Requeixo, a 11 de agosto de 2025, en Chandrexa de Queixa

Una persona con su perro observa el incendio en Requeixo, a 11 de agosto de 2025, en Chandrexa de Queixa. Rosa Veiga / Europa Press

Desde 1974 hasta 1981, Televisión Española, en aquel momento no sólo la 1, sino la única, emitió un siempre recordado programa cuyo título se convirtió en una evidencia, “El hombre y la tierra”. Dirigido y conducido por el médico Félix Samuel Rodríguez y de la Fuente, fueron 124 episodios en total divididos en tres series: Venezuela, Fauna Ibérica y Alaska.

Félix, el amigo de los animales

Cual erudito renacentista, en particular sobre la naturaleza, estudiada con denuedo desde su más temprana infancia, la serie estuvo representada por un dedicado y predestinado estomatólogo de nombre providencial, quien hizo las funciones de dirección, realización, elaborando además los guiones, personificando la nueva figura del naturalista amateur convertido en imprescindible referencia para unas nacientes conciencias medioambientalistas. Polifacético y dotado de un gran carisma, con ciertas dotes esenciales para dar bien en cámara, provenía de haber mantenido ya una larga y fructífera trayectoria como divulgador ambientalista, gracias a una muy relevante proyección mediática. Cetrero de vocación y ya como experto ornitólogo, gracias al apoyo del popular periodista Joaquín Soler Serrano haciéndolo entrar en un programa de televisión con halcón peregrino en brazo, y gracias también a su muy alabada capacidad para la oratoria y la prosodia, se inicia en el año 1966 una colaboración del pionero ecólogo con la televisión que derivará, con el paso del tiempo, en absoluta simbiosis. A partir de este momento, la naturaleza en España, para el gran público, por siempre, tendrá ya nombre y apellidos.

Además de su interés por la pajarería, desde el año 1965, mediante la cría de dos lobeznos salvados de morir a manos del populacho, consigue convivir con lobos y convertirse en el macho alfa de varias manadas, con tanta identidad y repercusión, que comienza la divulgación de la que consideraba su “verdad del lobo”. Eran tiempos en los que, el temible por desconocido cánido salvaje era considerado un predador odiado, perseguido y acosado como enemigo número uno en el bosque, imagen ancestral que consiguió revertir, convirtiéndose así en su principal valedor, y, en consecuencia, de toda la naturaleza.

Naturaleza Disney

La labor de Félix como adalid y defensor de una visión distinta del entorno natural, resultó inmensa y de una trascendencia difícilmente mesurable. Tanto es así, que, con una asombrosa visión profética, Félix presentó el 4 de marzo de 1980 un documento con el hoy sorprendente por avanzado título de “Estrategia mundial para la conservación de los recursos vivos y el logro de un desarrollo sostenido”, propuesta realizada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y los Recursos Naturales.

Hoy en día, si el añorado conservacionista pudiera levantar la cabeza desde su Burgos natal, habiendo perdido la vida tras un malhadado accidente en Shaktoolik, Alaska, se moriría otra vez, pero de pena. Su legado, inconmensurable, se vería empañado por el modo cómo se está tratado a la naturaleza, a la tierra, en definitiva. Además de haber conseguido que hayamos perdido de vista que los animales, por más que nos empeñemos, no son personas de cuatro o dos patas, incluso sin ellas, todo ello “en plan Disney”, nuestro respeto por la naturaleza, desde la época de Félix, ha bajado una gran cantidad de enteros.

Cuando un bosque se quema…

Algo suyo se quema… señor Conde”. Este aserto del dibujante Jaume Perich fue el subtítulo de su libro Autopista del año 1971, y pasó al acerbo popular como un lema que se repetía como letanía todos los inicios del verano. Perich, irónico como siempre, mostraba con su genial afirmación, que lo público y lo privado no son realidades tan distintas; ni tan distantes.

Si algo han puesto de manifiesto los devastadores incendios ocurridos en esta canícula de 2025 es que la cantidad hace la cualidad. 400.000 hectáreas arrasadas, es decir, 4.000 kilómetros cuadrados pasto de las llamas casi en medio mes. Traducido a un sistema métrico entendible por gráfico, y aplicándolo a Galicia, recordemos que la superficie de Pontevedra es de, prácticamente, 4.500 kilómetros cuadrados. Es como si se nos hubiese calcinado una provincia entera, casi.

Y si también algo podemos contraponer, para nuestra desgracia, con el legado de Félix Rodríguez de la Fuente es nuestra actual desconsideración y falta de cuidado práctico con la naturaleza. Desde que esta se encuentre regida por los despachos de urbanitas desconocedores de los intríngulis del campo, hasta que la ingeniería forestal en Galicia importe menos que la ubicación de sedes de la carrera de medicina, o nuestro ya ancestral desprecio por una gestión eficiente del patrimonio natural, este desinterés manifiesto nos aboca a repetir errores de bulto, hoy y mañana. Eso sí, mentras siga chovendo

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