Inditex y la diplomacia corporativa
La noticia de que Inditex ha fichado a Enrico Letta, ex primer ministro de Italia, como presidente de su Consejo Asesor Internacional, no es solo un movimiento estratégico. La diplomacia corporativa ha dejado de ser una opción para convertirse en un factor crítico de gestión. Sin embargo, seguimos hablando de ella como si fuese un territorio reservado exclusivamente a las multinacionales.
Enrico Letta, durante el 12º Congreso Anual de Multinacionales con España, en el Edificio Beatriz, a 3 de noviembre de 2025, en Madrid (España). Gustavo Valiente / Europa Press
Llevamos años diciendo que vivimos en un entorno incierto, con una crisis de confianza generalizada y un creciente temor a la globalización y la desigualdad. Pero seguimos sin calibrar hasta qué punto esta incertidumbre afecta al corazón mismo de las empresas. No es solo que los mercados cambien, es que los marcos políticos que hacen posible esos mercados se están moviendo constantemente: aranceles, sanciones, tensiones territoriales, reglamentos que nacen de la noche a la mañana y crisis diplomáticas que afectan a inversiones transnacionales. En ese entorno, la diplomacia corporativa —entendida como la gestión proactiva de relaciones con gobiernos y reguladores para mitigar riesgos y abrir mercados— no es una forma de hacer lobby, es una forma de leer el mundo para proteger la capacidad de hacer negocio.
Pero la diplomacia corporativa también tiene riesgos. Primero, la sobreexposición política. Una empresa que se acerca demasiado a determinados gobiernos o a determinadas posiciones ideológicas puede comprometer su legitimidad en otros mercados. Segundo, la dependencia de figuras —ex políticos, diplomáticos o expertos— que pueden aportar visión, sí, pero también arrastrar consigo agendas, relaciones o reconocimientos que no siempre están bajo control de la empresa. Y tercero, la ilusión del control. La diplomacia corporativa no es una garantía frente al riesgo geopolítico, es solo una mejor forma de estar preparado para cambios o situaciones de riesgos reputacionales. Porque a veces confundimos “comprender el entorno” con “poder influir en él”. Y no es lo mismo.
Por eso, el movimiento de Inditex me resulta muy interesante y se enmarca en la línea comunicacional que tiene la multinacional gallega: profesionalizar esta función sin exhibicionismo ni discursos grandilocuentes. Letta aporta lectura del mundo, no fuegos artificiales.
Ahora bien, ¿la diplomacia corporativa es exclusiva de las grandes corporaciones? Este tipo de gestión se ha asociado siempre a “las grandes”, pero en realidad es una competencia organizativa, no una cuestión de tamaño. Claro que una pyme no va a crear un consejo geopolítico presidido por un ex primer ministro. No lo necesita. Pero si exporta a dos o tres países; si tiene presencia en mercados internacionales, en los que depende de proveedores globales, y está sujeta a regulaciones internacionales, le guste o no debe hacer diplomacia corporativa. ¿De qué forma? Pues por ejemplo mapeando los riesgos políticos que surgen de cambios regulatorios, analizando su dependencia de mercados inestables, o de las diferentes sensibilidades que puedan existir en su cadena de suministros.
Por otro lado, este tipo de gestión aporta a una pequeña o mediana empresa una telaraña de relaciones con instituciones locales, cámaras de comercio, asociaciones empresariales locales o embajadas. Y por supuesto, ayuda a construir reputación internacional, aunque sea en nichos o sectores, al aportar coherencia, transparencia y generar un relato que ayudará a su negocio.
La diplomacia corporativa obliga a las empresas a mirar más allá de sí mismas y a entender que su supervivencia depende, en parte, de factores que no controlan. Y al mismo tiempo, las empuja a ser más maduras, más conscientes y más responsables. Y eso lo ha entendido muy bien Inditex desde que en 1988 inició su expansión internacional con una tienda de Zara en Oporto. Su apuesta por leer el mundo antes de reaccionar es coherente con la cultura corporativa que lleva décadas cultivando: una forma de crecer entendiendo que, en un entorno incierto, la mejor ventaja competitiva es saber interpretar el mundo antes que los demás.