Peores que Putin

Mientras Putin o Kim Jong-un son contemplados como las peores amenazas, los responsables de otras desgracias y catástrofes no solo «se salen de rositas», sino que son los próceres, la «yet», los ejecutivos y clase social elevada

Vladimir Putin

Vladimir Putin. EFE

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Que el tirano y dictador ruso es el personaje más pérfido de estos tiempos es evidente. Hasta en las canciones ya tiene su lugar, con una titulada «Hijo de Putin» (Rochero), que no hace falta explicar. Pero leyendo un artículo del científico y periodista Javier Sampedro sobre el cambio climático y lo que se nos avecina, me llamó la atención una expresión sobre cómo peores fechorías, sin embargo, pasan desapercibidas y sin que nadie sea el responsable de muchos más muertos. En concreto, este Doctor en Genética y Biología Molecular escribía en el artículo «No olviden el cambio climático»: «En comparación, tirar bombas sobre la población civil parece casi un ejercicio de transparencia política».

Con todo lo fuerte que puede parecer en principio esta afirmación, no deja de tener su razón y, sobre todo, responder a la realidad. Parece que lo más malo o la gran catástrofe es bombardear, encima contra civiles y, peor aún, matando niños. Pero si nos remitimos a cifras, consecuencias, muertes de todo tipo y demás desgracias humanas por el estilo, resulta que desde los tóxicos de los que hablé en el último artículo («Nos estamos envenenando») –en el que me olvidé del aceite de colza en España y los miles de afectados–, hasta el comercio de opiáceos en la industria farmacéutica norteamericana, o las especulaciones usureras en las energías y el aprovechamiento financiero de las desgracias (subidas de precios, intereses, etcétera); pueden estar causando más dolor, miseria y muertes que todas las bombas que se están tirando en la actualidad.

Que conste que no justifico ni una sola palabra ni acto del líder ruso, sino que utilizo ese horror que nos causa para que veamos también otras atrocidades que, sin embargo, gozan de total impunidad. Por ejemplo, aparte del consabido tabaco y sus ocho millones de muertes al año; según la OMS, otros trece millones de personas mueren anualmente a causa de la contaminación del aire, el agua, el suelo y la exposición a los productos químicos; más nueve millones por causa de los combustibles fósiles o tres millones por el exceso de azúcar en los alimentos. Por citar las cifras informativamente más asequibles, pero con el común denominador de que las industrias, negocios y personas que están promoviendo esto siguen ganando cuantiosos beneficios, aunque haya cadáveres.

Según la OMS trece millones de personas mueren anualmente a causa de la contaminación del aire, el agua, el suelo y la exposición a los productos químicos

Entre otras, la diferencia es que, mientras Putin o Kim Jong-un son contemplados como las peores amenazas, los malos de la película más terrorífica de todas, como ya aseguran muchos cineastas al referirse a la realidad, como Guillermo de Toro o Alex de la Iglesia; en cambio, los responsables de todas esas otras desgracias y catástrofes no solo «se salen de rositas», como se suele decir, sino que son los próceres, la «yet», los ejecutivos y clase social elevada.

Está claro que no hace falta apretar ningún gatillo o botón balístico para encontrarnos a personajes todavía más pérfidos ya que, bajo el auspicio y subterfugio de la legalidad (la mayoría de las veces amañada a sus intereses y conveniencias), estos otros «hermanos de putin», encima, tienen prestigio social (quizá bajo el mismo comportamiento que hace que el líder ruso sea valorado entre los suyos). Lo cual no sé si será peor, saber cuál es el enemigo o desconocerlo, camuflado como está.

De hecho y aunque las comparaciones sean odiosas y nada justifique los abusos y la violencia de un ser humano contra otro, ¿qué es menos moral y ético, provocar un enfrentamiento armado por la geopolítica y aires de grandeza de alguno/s, o que la xenofobia camuflada de nacionalismos deje que miles de personas mueran ahogados o, en otro orden de cosas, no producir un determinado medicamento que se necesita pero que no es económicamente rentable, tal y como se ha dado y sigue ocurriendo en la actualidad? O, ya puestos y descendiendo en el escalafón social a nivel usuario, ¿condenar y echarse las manos a la cabeza por los drones iraníes que se están utilizando en Ucrania o explotar mujeres contra su voluntad y consumir porno infantil como está ocurriendo, con las consecuencias que todos sabemos de la «trata de blancas» y la explotación pedófila?

No hace falta apretar ningún gatillo o botón balístico para encontrarnos a personajes todavía más pérfidos

Así que, compartiendo el parecer con Sampedro, el colmo es haber llegado a situaciones en que casi hay más transparencia política en las guerras que en torno a los negocios armamentísticos, energéticos, farmacéuticos (mascarillas incluidas), del tráfico de drogas, la prostitución, financieros y demás «joyas de la corona» de nuestra actividad económica habitual y socioculturalmente asimilada; que, a la vez y además, tratan de ocultar permanentemente sus «efectos colaterales», tanto para seguir operando como para asegurarse su maquiavélico y perverso anonimato.

Si es que se puede establecer un ranking de los peores o humanos más malos, ¿quiénes son: a los que «se les ve el plumero» o a los que no? Para mí los segundos, no solo por su mezquindad, hipocresía, desprecio a todo y demás aspectos reprochables de su comportamiento inhumano, sino porque además lo hacen a diario, continuamente, «sin cortarse un pelo», cada vez más, con más avaricia y ensañamiento, sin importarles quien caiga, con tal de que los beneficios y su egolatría sigan creciendo.

Así es como consiguen que, mientras situaciones como las crisis actuales están asfixiando y llevando a la desesperación (incluidos suicidios y muertes directamente relacionadas) a millones de personas; en cambio, estas otras «operaciones» no solo no se ven afectadas negativamente sino todo lo contrario. Como ocurre con los alimentos, tal y como recoge The Economist y escribí en otro artículo («Sin comerlo ni beberlo»), donde se especula hasta con el hambre (y ya también con el agua). ¿Se puede ser más ruin?. ¿Quién puede enriquecerse con la desgracia ajena? Personas aún peores que Putin.

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