Del Brexit al boom polaco: CaixaBank advierte un cambio de dueños de la vivienda en España

Los británicos ya no son los dueños del ladrillo español, ahora lo son los alemanes, belgas, neerlandeses y, cada vez más, los polacos

Los polacos aprovechan las consecuencias del Brexit

Los británicos ya no mandan en el ladrillo español. Un estudio elaborado por CaixaBank ha determinado que, tras el Brexit, se ha complicado la vida de los jubilados que se afincan en la Costa Blanca y la Costa del Sol. Este relevo lo están recogiendo otros europeos como polacos, alemanes, belgas y neerlandeses, quienes se han convertido en los grandes protagonistas de la compra de vivienda en España, firmando cifras récord que colocan a estos países en el centro del boom inmobiliario.

Solo en el último año, los extranjeros adquirieron 133.000 viviendas, es decir, el 18% de todas las operaciones, y buena parte de ese tirón vino de la mano de los nuevos compradores del Este y del centro de Europa.

Durante dos décadas, los británicos dominaron sin discusión el mercado residencial español. El retiro soñado junto al Mediterráneo, las conexiones aéreas baratas y unos precios mucho más bajos que en Reino Unido convirtieron a España en la segunda casa de miles de jubilados.

Pero la salida de la Unión Europea provocó un cambio para los británicos. Las restricciones de estancia, la pérdida de ventajas fiscales y la devaluación de la libra redujeron su capacidad de compra. Hoy, aunque siguen presentes, han perdido la hegemonía que ostentaban.

La comunidad polaca aprovecha las consecuencias del Brexit

Quienes sí han aprovechado el hueco son alemanes, belgas y neerlandeses, con mayor poder adquisitivo y monedas más fuertes. Pero la gran sorpresa es Polonia.

En apenas unos años ha pasado de ser un actor residual a situarse entre las nacionalidades con mayor crecimiento en compras. El auge de una clase media acomodada y el deseo de diversificar inversiones fuera de su país están detrás de este salto. España se percibe como un refugio seguro gracias a su clima, calidad de vida y un mercado estable dentro de la Unión Europea.

Además, el extranjero ya no se limita a Málaga, Alicante o las Islas Baleares. Provincias como Castellón, Asturias, Huelva y Córdoba están entrando en el mapa. En ellas, el comprador foráneo busca algo diferente: autenticidad, naturaleza y, sobre todo, precios más asequibles que en los focos tradicionales. Aunque todavía son cifras modestas, el fenómeno apunta a una diversificación geográfica que hace apenas un lustro resultaba impensable.

Palma de Mallorca, Mallorca, Baleares

El perfil del nuevo comprador extranjero destaca por su mayor capacidad adquisitiva. Frente al jubilado británico que buscaba sol barato, los centroeuropeos y del Este se inclinan por viviendas de gama media-alta o alta. Esto dispara el ticket medio y tensiona los precios locales. En algunas provincias turísticas, los extranjeros superan el 30% de las operaciones, influyendo de manera decisiva en la evolución del mercado.

Además, este fenómeno se produce en un contexto de fuerte déficit de vivienda. Entre 2021 y 2024 se dejaron de construir entre 500.000 y 750.000 viviendas respecto a las necesidades reales de los hogares. El agujero explica hasta un 39% del encarecimiento registrado en los últimos años.

La entrada de compradores extranjeros con más recursos se convierte así en un factor que agrava las tensiones, sobre todo en las zonas más dinámicas.

Una oportunidad para el sector inmobiliario

Para el sector inmobiliario y promotor, la ola extranjera es una oportunidad de negocio clara. Mantiene la demanda en niveles récord, 700.000 compraventas en los últimos doce meses, y consolida el atractivo de España como destino inversor. Sin embargo, para los hogares, la foto es más complicada: precios al alza, accesibilidad en retroceso y alquiler tensionado.

España sigue siendo un destino irresistible para el capital extranjero. Los británicos ya no son los dueños del ladrillo; ahora lo son los alemanes, belgas, neerlandeses y, cada vez más, los polacos.

Una transformación silenciosa que no solo cambia el mapa de nacionalidades en el mercado residencial, sino que reconfigura las dinámicas de oferta y demanda en un país donde la vivienda vuelve a ser el centro del debate económico y social.

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