Mas evita el choque con Puigdemont para facilitar su regreso

Artur Mas y Carles Puigdemont coinciden en la necesidad de reforzar JxCat, pero en poco más

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Artur Mas intenta evitar a toda costa un choque con Carles Puigdemont que haga descarrilar la recomposición de Junts per Catalunya (jxCat). En las numerosas entrevistas a los medios que ha concedido desde el pasado junio, Mas insiste en que la iniciativa sobre este especio político corresponde al actual presidente de la Generalitat, Quim Torra, y muy especialmente a Puigdemont.

Mas espera que Puigdemont lance una propuesta concreta sobre JxCat que aclare el futuro del Pdecat, el partido que nació hace tres años de las cenizas de la vieja Convergència.

En la reunión que mantuvieron ambos en Waterloo a mediados de junio sentaron las bases de la recomposición de lo que se denomina espacio político postconvergente: Mas y Puigdemont coinciden en que JxCat debe dejar de ser solo una marca electoral para contar con una estructura operativa en toda Cataluña. Aún más, en una entrevista a El Nacional a finales de julio, Mas apostó porque “el Pdecat se disuelva dentro de JxCat”.

Antiguos colaboradores de Mas que ahora están apartados del primer plano de la política apuntan que lo que dice en público ante los medios, lo mantiene en sus conversaciones privadas: insisten en que Mas intenta “poner vaselina” en las tormentosas relaciones entre las diversas familias convergentes para evitar la ruptura. Aseguran que apuesta por reforzar JxCat, aunque eso suponga la disolución del Pdecat. No obstante, mantiene más discrepancias con Puigdemont de lo que reconoce en público.

En una entrevista en TV3, Mas insistió en que sintoniza con Puigdemont aunque reconoció que “entenderse no significa coincidir en todo”. En realidad, las fuentes consultadas señalan que “coinciden” en reforzar JxCat, pero en poco más.

Peligro de escisión

Mas ha mantenido conversaciones con el actual presidente del Pdecat, David Bonvehí; con los presos políticos independentistas, especialmente con Jordi Sànchez; incluso con el sector más moderado del partido que representa Marta Pascal y, por supuesto, con Puigdemont. Mas maniobra para evitar una escisión.

En el entorno de Mas recalcan que Puigdemont le necesita, aunque ponen en duda de que el prófugo se fie de su antecesor en la presidencia de la Generalitat. A Puigdemont le quedan probablemente muchos años en el exilio. Pese a ser elegido diputado en las autonómicas catalanas y en las europeas, no pudo tomar posesión del acta y esa situación no cambiará. Además, el próximo 3 de febrero le caduca su DNI. Eso le impide volver a ser candidato electoral. Además, pierde apoyos internacionales.

En cambio, Mas finaliza su condena de inhabilitación por la consulta independentista del 9-N el próximo 23 de febrero. Nunca ha descartado volver a ser candidato electoral. Cuando le preguntan por esta posibilidad, siempre dice que se lo vuelvan a plantear en unos meses.

A 1.300 kilómetros

Uno de sus antiguos colaboradores señala que sería un “error” que Mas mostrase sus intenciones en este momento. Recuerda que en febrero tendrá “las manos libres” para decidir su futuro, sea cual sea, mientras que Puigdemont seguirá a 1.300 kilómetros. El tiempo juega a favor de Mas. Incluso se muestra totalmente contrario a que se avancen las elecciones catalanas cuando se haga pública la sentencia del ‘procés’. Si estuviera en sus manos y no en las de Torra, es mas que probable que no convocase elecciones hasta la próxima primavera.

Sobre sus diferencias con Puigdemont, el propio Mas insiste en que no era partidario de proclamar la independencia después del referéndum del 1-O –entre otros motivos porque estaba claro que no sería efectiva– y que aconsejó encarecidamente a Puigdemont de que convocara elecciones. No le hizo caso.

A diferencia de Puigdemont, Mas ve la posibilidad de independencia para Cataluña en un horizonte muy lejano. Advierte que se requieren mayorías amplias y legitimización internacional. Ahora no tienen ninguna de estas condiciones.

También les separa la estrategia en el día a adía. Por ejemplo, Mas defiende abiertamente la posibilidad de pactar con el PSC, como ocurrió en el gobierno de la Diputación de Barcelona. Incluso apuesta por una negociación con el PSOE, Unidas Podemos y el PNV para investir de Pedro Sánchez. Argumenta que no es necesario echar más leña al fuego en las relaciones entre Cataluña y España, que no hace falta “más tensión” porque es suficiente la que ocasionara la inminente sentencia judicial del ‘procés’. Ni Torra ni Puigdemont lo tienen tan claro.

En lo que coinciden Mas y Puigdemont es en potenciar JxCat, para que tenga estructuras en todo el territorio, aunque eso acabe por diluir al Pdecat. Laura Borràs, aliada de Puigdemont, dejo claro hace unos días que “Jxcat debe ser JxCat y no una refundación del Pdecat”.

La vieja Convergència se refundó hace tres años en el actual Pdecat. Nunca se ha presentado a unas elecciones con estas siglas. Ahora, no se plantea una nueva refundación sino una asimilación a JxCat. El problema es que los cuadros del Pdecat quieren tener un peso específico dentro de JxCat. Si no lo consiguen, se resistirán a desaparecer.

“¿A quién le interesa mantener un partido (Pdecat) que no se ha presentado a elecciones y que todo el mundo ve como el heredero de Convergència para lo malo?, se preguntan las fuentes consultadas. Con lo “malo”, se refieren a los casos de corrupción. Aseguran que ni Mas está empeñado en mantener estas siglas.

Mas no va al partido

Otras fuentes del partido abundan en el mismo sentido. Apuntan que Mas no va nunca a la nueva sede central del Pdecat de la calle Sicilia de Barcelona. Mas tiene un despacho como expresidente de la Generalitat, con la consiguiente retribución. No necesita de los servicios del partido que presidió.

Curiosamente, aunque ya no ocupan ningún cargo, figuras históricas como Quico Homs (también inhabilitado por el 9-N), Lluís Corominas o Francesc Sànchez se pasan con frecuencia por la actual sede del Pdecat aunque ya no ocupan ningún cargo. “Vienen a saludar”, dicen.

El Pdecat prepara una nueva reestructuración de personal a partir del próximo septiembre coincidiendo con la recomposición del espacio postconvergente. La intención del partido es reducir los 45 empleados actuales a un máximo de 25, cuando en las épocas doradas del gobierno de Jordi Pujol llegaron a los 200.

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