Ruta Vía de la Plata: el roadtrip más alucinante para recorrer España

De Sevilla a Gijón atravesando 4 comunidades autónomas y 7 provincias, la Ruta Vía de la Plata ofrece 800 km de paisajes cambiantes, historia, cultura y puro disfrute sobre ruedas

La ruta sigue el trazado de la N-630. Foto: Ruta Vía de la Plata.

La llaman la ‘Ruta 66 ibérica’ y, aunque muy lejos de los 3.940 km de la mítica carretera estadounidense que conecta Chicago y Los Ángeles y que asociamos a películas, moteles, neones, dinners con estética años 50 e interminables rectas, la Ruta Vía de la Plata es uno de los roadtrips más fascinantes que pueden hacerse en España.

Conectando Sevilla y Gijón, de sur a norte en lugar de este a oeste y con algo más de 800 km, la Ruta Vía de la Plata tiene en cambio sus propios atractivos, entre ellos raíces que se hunden en la época de los tartesios, que floreció con los romanos y fue empleada desde entonces como una de las vías de comunicación más importantes de Europa.

Es más, a través de las carreteras N-630 y A-66, ofrece un paisaje tan cambiante como magnético que va de olivares a dehesas, pasando por vastas mesetas, verdes valles, ríos, embalses y humedales y puertos de montaña, además de discurrir a través de dos Parques Nacionales y cinco Reservas de la Biosfera.

La diversidad de paisajes es uno de los atractivos de la ruta. Foto: Ribera de Arriba | Ruta Via de la Plata.

A lo largo del recorrido, que atraviesa siete provincias de cuatro comunidades autónomas, se disfruta de ciudades plagadas de patrimonio como Carmona, Zafra, Mérida, Plasencia, Hervás, Béjar, Zamora o León, una gastronomía deliciosa y la posibilidad de dormir en alojamientos como fortalezas árabes, castillos medievales, monasterios y conventos o palacios renacentistas, y eso solo si hablamos de los Paradores.

Roadtrip por excelencia

También perfecto para ser recorrido en moto, en bici o autocaravana, la Ruta Vía de la Plata toma como base la N-630 -salvo los trayectos que hay que hacer obligatoriamente por la A-66-, una vía de comunicación con siglos de historia ya que su origen se remonta a la Hispania romana e incluso más atrás, lo que permite realizar este viaje no solo en el espacio, sino también en el tiempo.

Como uno de los caminos más antiguos de España -los restos arqueológicos apuntan a que era ya empleada durante la época tartésica, en el siglo VII antes de Cristo), la vía vertebró la comunicación durante el Imperio Romano como gran eje norte-sur de la península a través de la construcción de calzadas conectadas durante los mandatos de los emperadores Trajano y Adriano.

Ruinas romanas en Santiponce. Foto: Turismo de Andalucía.

Una de esas calzadas era la Vía de la Plata, que en origen conectaba las urbes de Mérida (Augusta Emerita) y Astorga (Asturica Augusta) con una longitud de 470 kilómetros.

Y, aunque sería quizás más romántico, no debe su nombre a ningún preciado mineral sino al vocablo árabe balath o BaLaTa, que significa losa o pavimento y cuya pronunciación habría derivado en ‘plata’.

Conectado con el camino de Santiago en la Baja Edad Media, sería mucho después, ya en el siglo XX, cuando el trazado se alargase para alcanzar Gijón por el norte y Sevilla por el sur, con la N-630 discurriendo en muchos de sus tramos en paralelo a la antigua calzada romana (de hecho, sus restos son visibles en varios lugares).

Desde el siglo XIX, se construirían distintos ferrocarriles que, al ser conectados en 1941, tomarían también el nombre de Ruta de la Plata, un tren entre Sevilla y Gijón con más de 900 km de trazado que hoy ya no está operativo.

Zamora. Foto: Ruta Via de la Plata.

Hoy la Vía de la Plata es un recorrido perfecto para hacer en una ruta de cuatro etapas, una por comunidad autónoma (incluidas paradas turísticas), aunque también puede extenderse durante una semana o incluso más.

A los atractivos del paisaje cambiante y las ciudades Patrimonio de la Humanidad (entre ellas Mérida y Cáceres) que ofrece la N-630 se suman alicientes como el pasaporte, en versión digital o impresa, que se obtiene gratuitamente y permite obtener descuentos y gratuidades en diferentes establecimientos a lo largo del itinerario.

Primera etapa: Andalucía

Si se opta por hacer la ruta de sur a norte (también se puede hacer a la inversa), el viaje arranca en Sevilla, una ciudad con tanto por ver y hacer que resulta difícil ofrecer una estimación del tiempo necesario para disfrutar de sus atractivos, de sus barrios tradicionales como Triana y Santa Curz a las zonas más punteras, de su gastronomía a sus monumentos más majestuosos.

Paisajes de Carmona. Foto: Turismo de Andalucía.

Tras un trayecto de 34 km se llega a Carmona, otro enclave bético espectacular, además de una de las ciudades más antiguas de Europa, con 5.000 años de vida, y uno de los pueblos más bellos de la provincia de Sevilla, ejemplo del barroco andaluz.

A continuación, la Sierra Norte de Sevilla, un baile de curvas donde la naturaleza se crece entre pueblos blancos, con campos salpicados de encinas y alcornoques y alguna que otra sorpresa como las cascadas del Huéznar, en el arranque de la carretera SE-7101, o el Mirador de Sierra Padrona y Puerto Quejigo.

El final de esta primera etapa es Montemolín, ya en la provincia extremeña de Badajoz.

Saltos del Huéznar. Foto: Turismo de Andalucía.

Segunda etapa: Extremadura

Atravesar toda Extremadura supone recorrer 382 km por la Ruta Vía de la Plata, disfrutando, eso sí, de paradas y desvíos en Fuente de Cantos, Calzadilla de los Barros, Medina de las Torres, Zafra, Los Santos de Maimona, Villafranca de los Barros, Mérida y Aljucén solo en la provincia de Badajoz.

Ya en Cáceres y tras pasar por la hermosa ciudad medieval, La carretera gira, se retuerce y oscila, como lo hace el paisaje, para descubrir Casar de Cáceres, el Parque Nacional de Monfragüe, la hermosa ciudad de Plasencia, el Valle del Jerte, Hervás (con un precioso acceso a través del Puerto de Honduras y donde además de un importante barrio judío se encuentra el Museo de la Moto y Coche Clásicos) y Baños de Montemayor.

Hervás cuenta con uno de los mejores ejemplos de arquitectura popular de Cáceres. Foto: Turismo de Hervás.

Tercera etapa: Castilla y León

La siguiente jornada nos dirige hacia Béjar, ya en Castilla y León, para poner después rumbo a Guijuelo y Zamora. De allí a Benavente esperan kilómetros y kilómetros de rectas enmarcadas por campos de cereal y girasoles con alguna zona boscosa donde se disfruta de otra manera de la conducción.

Tras Benavente se puede hacer un desvío a Astorga para visitar sus restos romanos, su catedral o su palacio episcopal diseño de Antoni Gaudí y después continuar hacia La Bañeza.

Apenas 40 minutos separan La Bañeza de León, donde también es imprescindible la parada antes de volver a la N-630 rumbo a La Pola de Gordón, enclavado en la Montaña Central Leonesa en un paraje declarado en 2005 Reserva de la Biosfera de la Unesco.

Catedral de León. Foto: Ruta Vía de la Plata.

Cuarta etapa: Asturias

El paisaje a nuestro alrededor es totalmente diferente y es que estamos a 25 km del Puerto de Pajares, uno de los puntos emblemáticos de la N-630 y de todo el norte peninsular.

Los afilados picos empiezan a dejar ver el paraíso verde que depara Asturias, y que empieza a disfrutarse puerto abajo, rumbo a Lena.

Un desvío hacia la AS-112 descubre los tesoros del concejo de Aller, especialmente sus fotogénicas Foces. De vuelta a la N-630 se atraviesan Mieres y Ribera de Arriba, con la posibilidad de afrontar la mítica subida al Angliru.

Valle de Aller. Foto: Ruta Vía de la Plata.

Llanera –donde se alza la sorprendente Iglesia Skate, el templo intervenido por el artista cántabro Okuda– es la última parada antes de Gijón, destino de esta ruta y meta imaginaria de este épico viaje de sur a norte, del Guadalquivir al Cantábrico y de punta a punta de España.

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