Tres restaurantes fuera de lo convencional de Barcelona para comer a buen precio

Bikinis de autor, bocadillos que parecen guisos, platos del Mediterráneo oriental, cervezas artesanas y vinos naturales: vamos a comer en lugares que juegan a sorprender

Barna Brew y su propuesta de platillos, cervezas y vinos naturales. Foto Alex Froloff

De vez en cuando es bueno salir de lo cotidiano. Si los bikinis históricamente fueron menospreciados, era hora que alguien lo eleve a la categoría de plato gourmet.

También vemos muchos locales de cerveza artesana, pero aquí encontramos uno que buscan la dualidad con los vinos naturales. Y sus potentes ‘panes entre guisos’.

Y cerramos con un restaurante que combina las tradiciones de Oriente Medio con las de este lado del Mediterráneo con una propuesta innovadora.

¿Cuál prefieren?

El bikini también puede ser gourmet

¿Puede algo tan sencillo como un bikini (o mixto en el resto de España) convertirse en un plato sofisticado? Si la hamburguesa se viste traje de gourmet, bien puede seguir sus pasos estos clásicos triángulos de pan, jamón y queso.

Claro que con esos ingredientes básico no se llega muy lejos, por ello la apuesta de Joan Gurguí en La Bikinería es crear nuevas combinaciones de sabores con ingredientes premium, buscar a la experimentación y darle la vuelta a una preparación rápida que puede dar mucho juego. “El bikini siempre fue banalizado, y creemos que merece tanto respeto como un menú degustación”, sentencia su fundador.

Bikinis y entrantes de La Bikinería. Foto Alex Froloff

Cinco años después de su nacimiento en el Mercado del Ninot, La Bikinería abrió su tercer local en Paseo de Sant Joan 60 de Barcelona, un restaurante pequeño sin estridencias pensado para el terraceo y comer tranquilo.

Los bikinis de autor

Allí se ofrecen 11 bikinis salados y uno dulce, con combinaciones como el Clásico de jamón dulce y emmental, el No tan clásico con huevo frito y crujiente de ese queso o el Deli Beef con ternera a baja temperatura, queso edam y salsa pesto o el Ibérico (con ese tipo de jamón y queso manchego), entre otros.

Bikini de pollo a l’ast. Foto Alex Froloff

En nuestro caso, le salimos al popular Bikini a l’ast (con pollo, queso gouda y alioli suave de manzana al horno), el de Bacon y tres quesos (mozzarella, queso azul y cremoso de queso), el de Bolonia y trufa (con esta mortadela italiana, queso de cabra y nueces de Brasil) y al Efímero de pavo braseado con brie y pesto.

Este último es un bikini que cambia periódicamente, y que si tiene buena llegada, se incorpora a la carta.

En el menú se suman entrantes como las alitas de pollo Teriyaki, ensaladas como la César o De la Juani, o los nachos con guacamole. Y de postre, ojo al Capricho dulce, un curioso bikini de Nutella y frambuesas.

En el local se puede probar 11 tipos de bikinis. Foto Alex Froloff

El precio medio es de 18 a 22 euros, y los mediodías tienen un menú de entrante, bikini y bebida a 14,75 euros.

Barna Brew: cervezas, bocadillos y también vinos

Locales de cerveza artesana han aflorado como setas en la última década: tanto en Barcelona y Madrid, como en cualquier ciudad o pueblo del país, donde se ven desde locales dotados de una potente infraestructura a otros que parecen reductos clandestinos.

¿Cuáles sobrevivirán? Seguramente los que tengan una propuesta más consolidada, que apuesten por la diversificación y que además de rubias y negras también haya un interesante apoyo gastronómico.

Platos y platillos de Barna Brew. Foto Alex Froloff

Esa es la idea de Barna Brew, un proyecto que nació como fábrica de cerveza en Sant Antoni, y que desde hace dos meses abrió un nuevo local en el Born (Carrer de les Basses de Sant Pere, 10).

Un centenar de vinos a disposición

El lugar es pequeño, pensado para ir de tapeo y probar algunas de las 10 cervezas artesanas que periódicamente van rotando detrás de la barra. Pero en el flamante restaurante han dado una vuelta de tuerca a su propuesta con la incorporación de una larga carta de vinos, de unas 100 referencias (una veintena de ellas a copas) donde el 70% de ellos son naturales.

“Queremos que haya una alternancia entre las cervezas y los vinos”, explica el bodeguero y socio Chris Grenness. “Buscamos que cubran varios territorios geográficos y estilos. Nuestros criterios es que sea un buen vino, y que tengan buena relación calidad-precio”, apunta; lo que se ve cuando se ofrecen blancos, rosados o tintos de 18 a 45 la botella o a 4 euros la copa.

En Barna Brew se ofrecen unas 10 cervezas artesanas. Foto Alex Froloff

Junto con Grenness está el inglés Alex Lazarowicz, uno de los fundadores del primer Barna Brew; mientras que en la sala se lo ve siempre de un lado al otro a Aldo Romeu, quien traslada su experiencia como fabricante de cervezas en la selección de bebidas; donde siempre conviene escucharlo para conocer sabores nuevos y salir de lo cotidiano, como las de trigo belga, la IPA del mismo origen, la Pilsner o la tostada, entre otras.

Esta idea de buscar aquello que no sea lo convencional también se traslada a los platos de Barna Brew: este no es un lugar para comer a saco, se trata de acompañar las bebidas con tapas o bocadillos, que con un guiño metafórico se presentan como ‘guisos entre panes’. En total, la experiencia cuesta unos 25 euros por persona.

En su menú, para el ‘picoteo’ hay tablas de quesos y embutidos, con una precisa selección de elaboraciones de productores pequeños pero de gran calidad (como los quesos Esmerenda de vaca, el Cachirulo de cabra o el Blau -azul- de Jutglar).

Uno de los ‘guisos entre panes’. Foto Alex Froloff

Además de la decena de cervezas que van rotando en Barna Brew cuentan con una carta de un centenar de vinos, el 70% naturales

En tanto en las tapas probamos una selección de croquetas de espinacas a la catalana, pato confitado (¡guau!), jamón 100% ibérico y escalivada de queso de cabra con almendras.

También hay ensaladillas rusas, ensalada de temporada y patatas belgas, servidas con piel.

Entrada de Barna Brew. Foto Alex Froloff

Los ‘guisos entre panes’ son de tamaño pequeño pero contundentes. Obvio, si tienen preparaciones como berenjena y gengibre en pan de bao, de albóndigas y sepia en chapata, de fabada asturiana (¿!) con puré de guisantes, morcilla y butifarra, y de pollo a la catalana con ciruelas y orejones; “un plato de Navidad que está todo el año”, bromea Lazarowicz.

De postre, suele haber helado, pero si hay suerte, se puede probar una tarta de queso de Jon Cake elaborada con cerveza La Moreneta, una de las marcas que despachan en el local del Born.

La cocina del otro Mediterráneo de Funky Bakers

Hace dos años una empresaria turca apasionada por la cocina se asoció en Barcelona con un diseñador industrial suizo, y juntos impulsaron un pequeño restaurante, panadería y también tienda de alimentación especializados en la cocina del Mediterráneo oriental. Y ahora, dan el salto a Dinamarca.

Esa es la apretada síntesis de la creación de Funky Bakers por parte de Seyma Ozkaya Erpul junto a su socio Marcel Baer.

El local de Bailén 61, contiguo a la tienda de la esquina con Diputació, en dos años se convirtió en un clásico para los amantes de las tendencias en el barrio del Eixample. Y ahora se renueva con varias rotaciones a su carta, que recuerdan que la cocina turca no es de kebab y humus, sino que hay toda una cultura gastronómica por detrás.

La lahmacun, especie de pizza a la turca. Foto Funky Bakers

Las novedades de Funky Bakers

Una de las incorporaciones de su nueva carta es el lahmacun, una especie de pizza pequeña que se suele comer de pie en las calles de Estambul, Esmirna o Ankara, donde la carne picada se sirve en una masa crujiente sazonada con crème fraîche de limón y pistacho.

Es un buen entrante, que se pueden alternar con los mezes con challah: el clásico pan judío trenzado que aloja tomates cherrys al carbón con tangy labne (especie de yogurt griego), atún picante y hummus verde con zahter (mezcla de especias). O más tirando a este lado de mar, por la selección de quesos o embutidos, o las patatas estilo Funky.

Funky Bakers recuerda que la cocina turca va mucho más allá que los kebab y humus

Otra novedad para los que han visitado el local y quieren repetir: los manti, una pasta rellena con berenjena y boniato asado, salsa de yogur, aceite verde y mantequilla caramelizada con pimiento turco, sumac (especia) y jengibre encurtido.

Platos con inspiración del Mediterráneo oriental. Foto Funky Bakers

Y ojo al bacalao al horno con salsa de papaya, cacahuete y semillas de cilantro.

En nuestro caso, probamos otro recién llegado: el shish de cordero. Son brochetas de marinadas servidas en una col (que se improvisa como taco), con salsa de berenjenas.

Pero tampoco podíamos dejar de repetir el bocadillo de pato y burrata ahumada, quizás un poco complicado de manipular, pero por el gusto del ave rostisada vale la pena.

O el pollo otoñal marinado con miso y lima, tangy labne, tomates cherry confitados y berros rojos.

Platos ligeros y a buen precio. Foto Funky Bakers

Ya en los postres, además de preparaciones locales como la tarta de queso al estilo de San Sebastián, hay creaciones orientales recién incorporadas como el dulce baklava deconstruido con mastic y sorbete Funky Glacée o el curioso pismaye, como si fuera un algodón de azúcar pero a la turca.

En el capítulo de las bebidas, además de cafés de especialidad y toda clase de infusiones (recordemos que Funky Bakers también tiene una propuesta de brunch) se ofrece una docena de cócteles y batidos, muchos pensados en clave saludable; así como una interesante selección de vinos naturales.

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