La nueva vida de Salt, el restaurante que reivindica el pasado gastro de Barceloneta

Ubicado en el extremo sur del Paseo Marítimo, Salt es un privilegiado balcón con tapas, brasa y arroces que recuerdan al pasado marinero de Barcelona

El interiorismo es un guiño a los colores de la tierra

El interiorismo es un guiño a los colores de la tierra. Foto: Salt

El aluvión turístico está cambiando Barcelona, sí, pero más rápidamente está alterando el espíritu de Barceloneta, que de ser un barrio de pescadores y de paseo de los vecinos de la ciudad pasó a ser un carrusel de franquicias de comida rápida, sangrías y menús pensados más en la facturación que en la calidad.

Además de locales de toda la vida que sobreviven estoicamente hay algunas propuestas de alta gama que reivindican la historia tradicional, que en el apartado gastronómico se refleja en los arroces, los pescados, las carnes y las tapas. Esa es la idea que impulsa a Salt Restaurante & Beach Club (Passeig del Mare Nostrum, 19), el restaurante que pertenece al hotel W en el extremo sur del Paseo Marítimo, y que ha reabierto tras una profunda reforma que combina las nuevas tendencias con el pasado marinero del barrio, pero sin dejar de lado ese toque chic que le imprime el famoso hotel de cinco estrellas.

Decoración vanguardista, espíritu de barrio

Ya desde la terraza exterior se perciben los cambios: el estudio de Sandra Tarruella junto con Olga Pajares han creado un ambiente diáfano con el uso de la piedra, la madera y el esparto, que se presentan en tonos beiges y blancos, un guiño a la arena que está a pocos metros y a la espuma del mar que, cada tanto, saluda con su suave oleaje.

Aunque está a pocos metros de la costa, Salt es un privilegiado balcón para contemplar el litoral marítimo de Barcelona

Arroz de sepia y gamba roja de Huelva
Arroz de sepia y gamba roja de Huelva. Foto: Salt

Aunque se encuentra levemente por encima del mar, la estratégica situación del Salt lo convierten en uno de los restaurantes con mejores vistas de Barcelona, donde se ve al tapiz urbano que dialoga con las playas que se extienden hasta el norte.

A pesar de que no se pueda ver la puesta del sol (que se esconde en las sierras, a espaldas de los comensales), sí que es un espectáculo ver como cambian los tonos del día a la noche con un cóctel en la mano.

Guiños a la historia de Barceloneta

Precisamente, los cócteles son uno de los guiños de la carta al pasado de la ciudad, donde se pueden elegir opciones como el Sant Sebastià (malfy, italicus, jengibre, tomillo y tónica), el Bogatell (malfy, cachaça, licor de café, plátano y vainilla), el Pescador (tequila Patrón, licor de humo, piña y tónica de pomelo) o el elegante Barceloneta, mi elección, una combinación de Martini Fiero, Amaro del capo, Amaro Montenegro y limón.

Un par de cócteles para empezar la experiencia
Un par de cócteles para empezar la experiencia. Foto: Juan Pedro Chuet-Missé

Si se llama Salt, es justo que haya una degustación de sales, como la marina, la de pimientos picantes y la de limón, acompañadas de aceite y pan de masa madre.

En el tapeo inicial no podíamos dejar de pedir uno de los guiños más sabrosos a la historia gastro del barrio, como la potente bomba de la Barceloneta, que junto con la ensaladilla de ventresca de bonito, los calamares a la andaluza o las croquetas de sepia o jamón dialogan con entrantes más sofisticados como las tortillas abiertas (de gambas, sobrasada mallorquina o de tomatitos y calabacín), el carpaccio de gamba roja o el pulpo a la brasa.

De arroces y brasas

Entre los principales, hay dos caminos para tomar: o carnes y pescados a las brasas, o arroces.

El homenaje al tapeo del barrio con la Bomba de Barceloneta
El homenaje al tapeo del barrio con la Bomba de Barceloneta. Foto: Juan Pedro Chuet-Missé

En el primer apartado, están la lubina a la espalda, la corvina a la brasa, el entrecot de vaca madurada y el recomendado pollo asado y marinado con una receta secreta.

Ahora, si se eligen los arroces, no se arrepentirán, sobre todo si van por el meloso de presa ibérica, con el toque que le otorga el alioli de azafrán. Pero tampoco es mala idea derivar al de sepia y gamba roja de Huelva, al del señorito (con gambas, calamar, mejillones y sepia), el negro con bacalao, o el de verduras a las brasas.

Por suerte para un restaurante de alta gama, las porciones son abundantes, y los postres no se quedan atrás, como vimos con el pan con ganache de chocolate y AOVE, y el suave gazpacho de frutos rojos con sorbete de frutas de la pasión; que se codean con la tarta de queso vasca y la crema catalana con carquinyolis.

Elegantes postres para finalizar
Elegantes postres para finalizar. Foto: Juan Pedro Chuet-Missé

El Salt tiene un precio medio de 40 a 50 euros, bastante competitivo considerando que forma parte de universo gastronómico del hotel W, donde se encuentran el templo de las brasas del Fire, la cocina oriental de las alturas del Noxe y los platos peruanos de aires sofisticados del Coya.

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