El milagro del Dépor

El Deportivo necesita la mano firme de un timonel que enderece y mantenga el rumbo, organice a la tripulación y consiga que el club deje de ser su peor enemigo

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Dos circunstancias balompédicas de enorme transcendencia se ciernen esta semana sobre el ya encapotado cielo del más emblemático club del futbol coruñés, el siempre sorprendente Real Club Deportivo. Por una parte, la comparecencia de su nuevo presidente, un confiable y eficaz Antonio Couceiro y, por otra, unas nostálgicas y algo dolidas declaraciones de Augusto C. Lendoiro, memoria viva de la tribu blanquiazul. Presente y pasado en una confluencia cósmica, épica atlántica albergada en un Riazor escenario de tragedias y comedias, a veces incluso dándose ambas a la vez como en aquella, otra vez más, sorprendente noche de la Liga del 94 cuando Djukic consiguió elevar el club al privilegiado altar de los sueños rotos. Y todo ello en el marco de una historia plagada de emociones, a menudo, cardíacas. Siempre.

Sentir común.

Rondando de continuo un sobresalto aferrado ya al pericardio de su ciudad, el Deportivo es un club de sentimientos, un sentir colectivo, tapiz tejido con los hilos de sus más de 115 años de historia. Cierto es que el deporte en general y máxime el futbol, se encuentran plagados de emociones, aunque, en este caso, cercanas al colapso; en particular, para los aficionados. Pero parece que aparezcan luces de esperanza en el plomizo gris del cielo deportivista. La transmutación comienza a notarse hasta en la semántica: “ascender a segunda se antoja casi un milagro, sentencia su último presidente en su primera comparecencia. Casi. Curiosa coincidencia con una reciente entrevista realizada al artífice del suspirado Superdépor cuando, a la respuesta de Lendoiro sobre su propia controvertida imagen de recalcitrante noctámbulo, tildándose a si mismo de “animal nocturno”, se sobrepone la opinión de su entrevistador, aludiendo a glorias pretéritas, afirmando que “la genialidad de aquel milagro no está en los resultados sino en los fichajes”.

Anatomía de un milagro.

Encomendarse a las deidades para resolver lo inevitable es condición muy humana. Cuando acontece un suceso providencial, portento maravilloso y extraordinario que causa asombro, fruto de un acontecimiento no explicable por causas naturales y adjudicable directamente a la providencia divina, nos encontramos ante un milagro. La maravilla del milagro se encuentra en su causa oculta, aunque no ocultable. Por ello, se considera milagroso un acontecimiento contrario a la naturaleza cuyo efecto producido es opuesto al curso natural de cosas.

El milagro como intervención de un ser superior, cuestión que solo ocurre en los clubes blancos, precisa tres condiciones para afirmar su veracidad: que se refiera a un hecho sensible, sin explicación natural posible y fruto de la intervención de la divinidad. Pero, sobre todo, que no pueda repetirse igualmente de manera continuada. Nunca.

Trabajaré más, pero no puedo hacer milagros. No soy ni Merlín ni Harry Potter”. José Mourinho.

La situación del Depor no precisa el concurso providencial del altísimo. Nada de multiplicar panes y peces; nada de transmutar agua en vino. Necesita la mano firme de un timonel que enderece y mantenga el rumbo, organice a la tripulación y consiga que el club deje de ser su peor enemigo. Partiendo de un análisis sosegado y honesto, a la par que profundo pero realista, se permita darse cuenta de que la solución no puede provenir de fuera, como ocurrió con el milagro; se encuentra dentro. Afirmaciones como la expresada por el nuevo presidente aludiendo a que “hay un gran plan de futuro que nos va a permitir construir un Deportivo solvente, estable y fuerte de cara a los próximos años. Nos va a permitir la construcción de unos cimientos sólidos sobre un modelo de club basado en la cantera” auguran, no nos engañemos, un período duro, complejo, casi rocoso, pero eso sí, nada milagroso. Sosiego, realismo, trabajo y ambición, nada de fenómenos para anormales.

No queriendo parecer especialmente ingenuo o crédulo, recurramos a la ciencia, acérrima enemiga secular de los milagros y, ante la situación actual del club, seamos razonables y asumamos el planteamiento de Albert Einstein cuando afirma que “Hay dos maneras de vivir: puedes vivir como si nada fuese un milagro; o se puede vivir como si todo fuese un milagro”. El Depor no necesita un milagro; ya lo es. Y como ocurre con las meigas, los milagros, “habelos, haylos. A veces, pero solo a veces.

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