¿Qué modelo de desarrollo queremos para Galicia?
La implantación de cualquier proyecto se enfrenta a un camino plagado de obstáculos, muchos de ellos más ideológicos que técnicos; parece que una consigna preconcebida pesa más que un proyecto que cumple una normativa exigente y que supone una oportunidad de desarrollo para Galicia
Proyección tridimensional de la planta del proyecto LuGaz, en el polígono de O CEAO (Lugo) / Grupo Lence
Galicia cuenta con recursos naturales estratégicos, un ecosistema empresarial con visión de futuro, empresas comprometidas con la sostenibilidad y, en muchos casos, financiación pública y privada ya adjudicada para llevar adelante proyectos transformadores. Tenemos la materia prima, el conocimiento y la voluntad. ¿Qué nos falta entonces?
Nos falta un entorno propicio. Nos faltan mecanismos ágiles, seguridad jurídica y un compromiso político y social que esté a la altura de los desafíos globales que enfrentamos. También nos falta coherencia y responsabilidad.
Me explico: queremos ser sostenibles, circulares, responsables con el medio ambiente. También queremos generar empleo de calidad, fijar población en el rural, asegurar el relevo generacional y atraer talento. Pero la realidad es que, hoy por hoy, la implantación de cualquier proyecto se enfrenta a un camino plagado de obstáculos, muchos de ellos más ideológicos que técnicos. Parece que una consigna preconcebida pesa más que un proyecto que cumple una normativa exigente y que supone una oportunidad de desarrollo para Galicia.
¿Qué queremos para nuestro rural?
El rural gallego necesita dinamización, inversión y oportunidades reales. Y necesita, ante todo, decisiones valientes. Porque no es coherente reclamar sostenibilidad mientras se impide el desarrollo de proyectos que justamente buscan avanzar en esa dirección. No es viable hablar de reindustrialización o de transición ecológica si cada iniciativa innovadora que hace realidad un modelo de economía circular necesario en el rural, como el proyecto LuGaz, se convierte en objeto de bloqueo o parálisis.
Estamos hablando de un proyecto concebido por empresas gallegas de referencia como Grupo Lence, Norvento, Agroamb y Medrar Smart Solutions, con una inversión de más de 9 millones de euros, de los cuales más del 7 ya estaban financiados con fondos procedentes de la UE.
Una iniciativa viable, con un modelo basado en la producción de biogás a partir de residuos lácteos y ganaderos, promoviendo la economía circular, reduciendo emisiones y generando empleo en el rural. LuGaz supone una oportunidad real, financiada y alineada con los objetivos climáticos y económicos de Galicia y de Europa. Sin embargo, la frustración ha llevado a sus promotores a dar un paso atrás.
¿Cómo afrontaremos el riesgo de deslocalización de la actividad productiva si aquí no es viable asentar nuevas industrias?
Lo preocupante es que ni siquiera aquellas respaldadas y promovidas por empresas que han demostrado sobradamente su compromiso con el territorio logra convencer a ciertos sectores que parecen haber adoptado una postura sistemática de oposición. De nuevo, parece que un eslogan pesa más que iniciativas diseñadas para responder a los nuevos modelos productivos que exigen la legislación europea y la lucha contra el cambio climático
Desde el empresariado gallego no pedimos vía libre sin control. Apostamos por una industria responsable, rigurosa, evaluada y comprometida con el entorno. Apostamos por un marco claro, estable y con visión de futuro. Apelamos al apoyo de la ciudadanía a los proyectos que permitan transformar los recursos y capacidades que ya tenemos en empleo, innovación, desarrollo territorial y bienestar para toda la ciudadanía.
Porque el verdadero riesgo no está en avanzar: el verdadero riesgo está en quedarnos atrás.