Tres años a golpe de shock

La respuesta a un entorno tan impredecible y desafiante tras tres años en estado de shock solo puede venir de la mano de la cohesión entre los agentes económicos y sociales

Hostelería

Imagen de archivo de un establecimiento hostelero en tiempos del Covid-19

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Entre las múltiples conclusiones que se pueden extraer de la tercera edición del Atlas Gallego de Empresa Comprometida, destacaría su utilidad como herramienta de estrategia y gestión. Esta conclusión se obtiene al verificar dos resultados: por un lado, la valoración de la mayoría de las variables medidas creció entre versiones, lo que refleja la conciencia de las empresas participantes sobre la relevancia de su compromiso con la sociedad. Por otro lado, un gran número de empresas que participaron tanto en esta edición como en la última, presentan una posición más sólida en muchas áreas, lo que conduce a su mejor evaluación final.

Tan gratificante es comprobar la utilidad del Atlas como comprobar su oportunidad. En la introducción del informe se destaca que nadie podía prever la serie de acontecimientos que se han producido en el mundo desde que se tomó la decisión de crear el Atlas Gallego de la Empresa Comprometida. Llevamos tres años viviendo en estado de shock, un escenario temible para la cohesión de las sociedades y la viabilidad de las empresas. La respuesta a un entorno tan impredecible y desafiante solo puede venir de la mano de la cohesión entre los agentes económicos y sociales. Y precisamente la función del Atlas es escrutar esa cohesión a través del compromiso de las empresas con el conjunto de la comunidad en la que éstas se desenvuelven.

«La respuesta a un entorno tan impredecible y desafiante solo puede venir de la mano de la cohesión entre los agentes económicos y sociales»

Nos causa satisfacción escuchar ahora voces autorizadas que abogan por la creación de herramientas internacionales que estandaricen y midan el impacto social de las empresas. En Galicia ya tenemos esa herramienta, la cual nos indica que las empresas gallegas mejoran año tras año en variables como la ética, la adhesión a los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el cuidado del medioambiente, la colaboración con los agentes sociales o la igualdad. Pero el Atlas también señala los aspectos que necesitan una corrección importante. Entre estos aspectos se destaca por encima de todo la falta de integración de las cadenas de valor, lo cual se mide a través del peso de los proveedores locales en los procesos de cada empresa. Lamentamos que este peso, en lugar de crecer, se haya reducido en esta tercera edición.

Decíamos que llevamos tres años viviendo en estado de shock. La ruptura de los equilibrios económicos que propiciaron las manifestaciones del calentamiento global, el Brexit, el Covid-19 o la invasión de Ucrania, afecta a toda la economía. Sin embargo, hay dos sectores en los que los efectos son especialmente traumáticos: el energético y el alimentario. Ambas industrias están viviendo una auténtica revolución en el mundo, especialmente en Europa, en busca de un objetivo común: avanzar en la autonomía productiva dentro de cada territorio. Este hecho se refleja en la relevancia de la variable “peso de los proveedores locales dentro de las cadenas de valor”, especialmente en los sectores de energía y alimentos antes mencionados.

La situación en Galicia en ambas industrias es completamente diferente. En cuanto a la energía, producimos más electricidad de la que consumimos, pero el hecho de que la energía que se produce en Galicia se distribuya equitativamente por toda España inhabilita un factor competitivo que podría suponer una importante ventaja para las empresas gallegas. En alimentación, observamos que apenas existen cadenas de valor de productos agrícolas, y eso se debe a la bajísima producción de cultivos vegetales destinados al consumo humano que presenta Galicia.

La baja integración en las cadenas de valor de la economía gallega sugiere un cambio de estrategia en esos dos grandes sectores. Parece necesario potenciar la producción local de energía para que las empresas gallegas puedan alimentarse de energía sostenible generada cerca de sus centros de producción. Y parece fundamental abordar de inmediato la recuperación de tierras para la producción de cultivos de consumo humano que refuercen las cadenas de valor en los alimentos con el fin de acercarse a un objetivo, aunque fuese de mínimos, de autonomía alimentaria.

Hacíamos hincapié al principio en que el Atlas Gallego de la Empresa Comprometida quiere ser, ante todo, una herramienta útil. Identificando las debilidades de nuestro tejido productivo confirmamos su utilidad.

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