La ronda de contactos de Torra acaba peor de lo que empezó

Durante seis semanas, Quim Torra mantuvo una ronda de contactos con el soberanismo para buscar una "unidad" que se hizo cada vez más inverosímil

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Quim Torra ya se ha reunido con la práctica totalidad del soberanismo institucional, como parte de la ronda de contactos que anunció nada más finalizar las elecciones municipales y europeas del 26 de mayo. Fue exactamente hace mes y medio que el president anunció al Parlament que se reuniría con todo aquel comprometido con la «autodeterminación» para estudiar esa utopía llamada «unidad estratégica» de cara a los próximos meses.

No le pudo haber salido peor. Si a finales de mayo ya tocaba a la puerta la presión por un adelanto electoral en Cataluña –impulsada en todo caso por la Assemblea Nacional Catalana (ANC), una de las entidades con las que se reunió en las últimas semanas–, la panorámica seis semanas después es devastadora para el Govern de Torra, al que nada más le falta anunciar la fecha de los próximos comicios.

Pese a ello, el presidente de la Generalitat ha insistido en el ejercicio de traer cohesión al soberanismo desde el Palau de Sant Jaume. Este viernes recibió al presidente de la Associació Catalana de Municipis (ACM), David Saldoni, y el secretario general de la entidad, Albert Batalla, para un poco más de llover sobre mojado: trazar la estrategia para encarar las sentencias previsiblemente condenatorias del 1-O el próximo otoño.

Lo mismo ha hecho con los hombres de Carles Puigdemont en Junts per Catalunya (JxCat), hace una semana, cuando Esquerra Republicana (ERC) –con cuyos dirigentes también mantuvo un encuentro– empezó a preparar el terreno para dejar caer al Govern. También se ha reunido con representantes de Òmnium Cultural, la CUP, Demòcrates, CC.OO., UGT, los comuns y la Associació de Municipis per la Independència (AMI).

En la tertulia ‘La Plaza’ de esta semana, se aborda la crisis entre ERC y JxCat por la Diputación de Barcelona:

La ronda de contactos de Torra dilata la desunión

En un inicio, al anunciar la ronda de contactos, Torra también aparcó el adelanto electoral confiando en que los resultados de las municipales y las europeas certificaban la mayoría independentista, algo que no era del todo cierto. Se decía entonces –y no se ha podido desmentir con el paso de las seis semanas– que el president solo buscaba ganar tiempo con la finta de buscar la «unidad estratégica» allí donde, francamente, no existe.

Que lo diga ERC, que no ha dejado de dar la espalda a los de Puigdemont. ya no solo presionando para un adelanto electoral, sino también esforzándose muy poco en ocultar su sinsabor ante el pacto de JxCat con el PSC en la Diputación de Barcelona, que para los republicanos representa «un antes y un después» en su relación con los posconvergentes. ERC ahora opta por una muerte lenta del Govern, pero muerte al fin y al cabo.

Con la ANC las cosas tampoco han ido a mejor. La entidad presidida por Elisenda Paluzie boicoteó esta semana a JxCat por su pacto con el PSC en la Diputación y se manifestó frente a la sede de la corporación al grito de «botiflers» (traidores). La CUP, por su parte, está intentando descargar nuevamente el mapa, pero encontró momento para criticar el pacto de la Diputación acusando al Pdecat de «blanquear a un partido del 155».

Hasta Lluís Llach, elegido por Torra y Puigdemont para liderar un consejo para encontrar el camino hacia la independencia, estalló contra los líderes separatistas por el «disparate» del pacto con el PSC. Y, en medio de todo esto, los socios del Govern (ERC y JxCat) ya prefieren ni verse las caras en el Palau, si consiguen evitarse. La «unidad» soberanista a la que aspiraba Torra se resquebraja a más no poder, y ni siquiera hay sentencia del 1-O aún.

Torra no faltó a una sola reunión de la ronda de contactos por la «unidad», ni aunque el mundo se le cayera encima. Pero lo cierto es que lo único medianamente positivo que le pasó en este mes y medio fue aprobar su primera ley en 14 meses (la que redefine la Agencia de Salud Pública catalana), el singular verdadero escenario de unidad que se ha permitido crear el independentismo institucional desde los comicios de mayo.

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