Pedro Sánchez inicia el relato que argumente el adelanto electoral

Sánchez muestra señales de un gobierno desbordado y activa un nuevo discurso: le hace falta tiempo para sustituir un relato por otro contradictorio

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«No va más» es la exclamación del crupier cuando no se admiten más apuestas. Se acabó esa tanda de juego hasta que la bola caiga en la casilla del ganador. En la Moncloa se empieza a asimilar, muy tímidamente, que esta legislatura «no va más» y que hay que empezar a construir un relato que sustituya el que existía de «gobernar hasta el 2020».

La señal de salida para la elaboración de un nuevo relato –que es el soporte principal de la política de nuestro tiempo– son las declaraciones del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en Nueva York sobre las tensiones secesionistas que serían resueltas con una convocatoria electoral.

También importan las declaraciones de uno de los ministros de confianza del presidente, José Luis Abalos, que reconoció la semana pasada que si no se pueden presentar presupuestos habría que convocar elecciones, algo que ningún miembro del Gobierno había considerado en público.

Los recursos del gobierno desbordado de Sánchez

Sánchez empieza a interiorizar que la situación de su gobierno es insostenible. Y no solo porque tiene a dos ministros en la picota, después de que otros dos hayan tenido que dimitir en los primeros 100 días de gobierno. Hay otras razones para declarar agotado y en colapso el Ejecutivo del PSOE y la legislatura.

La falta de coordinación de los miembros del gobierno es constante. Improvisación, amateurismo y colapso. Un cóctel letal para quien solo dispone de respaldo incondicional de 84 diputados.

La hipérbole de las encuestas del CIS es demostración de esa enorme debilidad. En el fondo, de la cocina de José Félix Tezanos sale un grito que dice, «no importa lo que digan porque tenemos el apoyo de los ciudadanos en las encuestas. Nada menos que diez puntos de ventaja sobre el segundo partido».

Hay un mensaje que no cala pero que trata de apuntalar la vía de escape: «Asistimos al bochorno democrático de una cacería para hacer fracasar al gobierno». La ministra portavoz arrancó la rueda de prensa del viernes, sin que nadie le preguntara, arremetiendo contra la oposición.

Faltaba culpar a la prensa de la situación del gobierno, de lo que se ha encargado la inefable vicepresidenta con su declaración a favor de regular la libertad de expresión. «Regular» no puede ser cosa distinta en un país democrático que recortar. Y eso es un recurso de un gobierno desbordado.

La tragedia del gobierno socialista

Ahora el recurso principal es denunciar la existencia de un chantaje al Estado desde las sórdidas cloacas en las que anida un ex comisario de policía, ahora en prisión. Habría que recordar que las cloacas siempre han existido y han sido utilizadas contra gobiernos del PSOE y del PP.

Siempre han existido espías traidores y policías corruptos. Forma parte del paisaje político de la transición. Pero también hay otra reflexión.

Las cloacas son eficaces si quieren someter a un gobierno débil. Y todos los partidos han recurrido a las cloacas para debilitar al gobierno de turno. El entente de Pedro J., Garzón –¡siempre Garzón!–, Aznar y Amedo tuvo cierta eficacia porque el gobierno de Felipe González estaba acosado por los fondos reservados y la corrupción.

La gran tragedia de este Gobierno, sumido en un universo de descoordinación e improvisación, es la falta de control insoportable de la agenda política. Tiene mal remedio, porque en su situación no es fácil materializar resultados que conviertan las propuesta etéreas en realidad en vez de fuegos de artificio.

Al principio, era un mundo de Peter Pan o de Alicia en el país de las maravillas. Exhumación instantánea y exprés del cadáver del dictador, que al final puede reposar, para facilidad de devotos y turistas, en el corazón de Madrid.

Pensiones garantizadas, subida de impuestos a los «ricos», modificación de la senda de gasto para unos presupuestos progresistas, justificación de bombas inteligentes a Arabia Saudí, porque «no matarán yemeníes». Dudas sobre los impuestos prometidos contra la banca. Muchos juegos de manos, muchas promesas y demasiado postureo.

De todo lo propuesto y prometido, solamente se ha logrado la victoria de la sanidad universal. Algo tramposa, porque ya existía y es cierto que ha recuperado la atención por ley de los emigrantes sin papeles.

Se diluyen los apoyos de Sánchez

Sin agenda, el Gobierno está volcado únicamente en achicar agua y detener ataques. No tiene capacidad de iniciativa y los aliados afilan sus exigencias.

Pablo Iglesias ha pedido la dimisión de la ministra de Justicia y está atento a la fiscalidad de Pedro Duque, a la que toca aplicar la medicina que tragó Màxim Huerta. El líder de Podemos se empieza a poner nervioso con la penalización que sus seguidores le dan por la forma incondicional que apoya al Gobierno.

Hace falta tiempo para sustituir un relato por otro contradictorio. De proyectos hasta el 2030 a disolver las Cortes Generales.

Aceptando que ahora mismo el PSOE va primero en las encuestas, sin aceptar la imaginación de Tezanos, es casi seguro que ha empezado el declive. Además, Pablo Casado, liberado de la losa del Supremo, solo puede crecer sin el lastre del alto tribunal.

Y el tiempo puede ser el gran enemigo de los intereses de Sánchez. El calendario manda. Elecciones en Andalucía antes de final de año y municipales, autonómicas y europeas en mayo.

El presidente, además de construir un nuevo relato tiene que buscar hueco en el calendario y elegir fecha para colocar las próximas generales.

Todo esto es muy provisional como es la política española. Parece que este fin de semana hemos tenido descanso del culebrón de Villarejo. Habrá que contener la respiración para ver lo que ocurre a partir del lunes.

Seguro que no es nada bueno.

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