De tapas en Valladolid: dónde ir y que pedir en el paraíso de los pinchos

El paraíso de las tapas existe y está en el casco histórico de Valladolid

El Tigretostón, una de las mejores tapas en Valladolid. Foto: Los Zagales.

Con toda justicia Valladolid puede presumir –y lo hace- de ser uno de los mejores lugares para ir de tapas de España. Alrededor de su centro histórico, en torno a la Plaza Mayor, la Catedral, La Antigua, y San Miguel, se despliegan numerosos bares y restaurantes que hacen arte de estos pequeños bocados que degustan con igual devoción locales y viajeros.

Su importancia alcanza el punto de ser el origen de un Concurso Nacional de Tapas, considerado el mayor showcooking de España, donde se elige la mejor de España y que el próximo mes de noviembre celebrará su XIX edición. También de Campeonato Mundial de Tapas, que ya va por su séptima edición.

Productos como el reconocido lechazo con IGP, famosos quesos de oveja curados, los espárragos de Tudela de Duero, las endivias de Peñafiel, la miel de Encinas de Esgueva o magníficos vinos como los blancos de Rueda, los rosados de Cigales y los tintos de Ribera del Duero, Tierra de León o Toro están también detrás del éxito del tapeo vallisoletano.

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Aunque, para entenderlo, no hay como dedicarse a probar las tapas y los pinchos que hacen de Valladolid una meca gastronómica; estos son los mejores bares y restaurantes para hacerlo.

Foto: La Provinciana.

El Mercado del Val

Una ruta tras las mejores tapas de Valladolid puede empezar en la Plaza del Val, junto a la Iglesia de San Benito el Real, donde se alza el coqueto Mercado del Val (Sandoval, 2).

Construido en hierro entre 1878 y 1892 por el arquitecto Ruiz Sierra al estilo de Les Halles de París, ha sido rehabilitado y ahora, junto a los puestos de carnes, encurtidos, legumbres o verduras encontramos también gastrobares para tomar un vino de la tierra, un pincho o unas raciones.

Es el caso de La Provinciana y sus estrellas, unas impresionantes albóndigas de la abuela. Pide también la torta de aceite rellena de jamón y huevo o la tortilla. O de Hermanos Hoyos, para tomar unos buenos ibéricos, costillas, la hamburguesa o alguna de sus tostas.

Y, por supuesto, hay que acercarse a El Cerezal, negocio familiar con más de 40 años de historia y uno de los bares más antiguos del mercado. Lo que no hay que perderse: las rabas, los langostinos y las estupendas croquetas caseras.

Foto: Gastrobar Hoyos.

Trampantojos para comer en la Plaza Mayor

Seguimos la ruta hacia la Plaza Mayor, otra de las zonas top para saborear tapas. Reconstruida por orden de Felipe II tras el incendio de la ciudad en 1561, fue la primera Plaza Mayor regular de España cerrada y con soportales, y su diseño fue inspiración para la construcción de otras como la de Madrid.

Aquí hay que poner rumbo a Los Zagales (Pasión, 13), uno de los emblemas gastronómicos de la ciudad, donde degustar el ya clásico Tigretostón, pincho ganador del VI Concurso nacional de Tapas y Pinchos 2010 y un sentido homenaje del cocinero Antonio González al pastelito Tigretón.

En forma de trampantojo, la que fuera merienda para muchos niños de los ochenta y noventa, se reinventa con pan negro, morcilla, cebolla roja y piel de tostón. Hasta 30.000 unidades solo de este pincho salen de sus cocinas cada año.

Los trampantojos son la especialidad de la casa. Foto: Los Zagales.

También sorprende la tapa ‘Copa y puro’ que, con apariencia de un cigarro en su cenicero, esconde un sabroso tartar de sardina marinada, aderezado con su propia ceniza, que es elaborada con maltodextrina. O, más novedoso, ‘Una velada para dos’, de pollo campero kilómetro cero con piñones escondido bajo una cera que en realidad es chocolate blanco.

Para probar más variedad, se ofrecen diferentes menús de pinchos maridados con vinos.

Más lugares para tapear en esta zona son Villa Paramesa (Martí y Monsó, 4), reconocido con un sol Repsol y con propuestas de alta cocina en miniatura como su premiada ‘Los tres cerditos’ de cochinillo confitado con tres salsas de ajo blanco, ponzu y pibil, el brioche de mantequilla, pollo de adobo coreano y yuzu, o el también premiado ‘K1’: ceviche de sardinas, alga kombu y ajo negro.

Los tres cerditos: cochinillo con ajo blanco, ponzu y pibil. Foto: Villaparnesa.

La Tasquita (Caridad, 2) ofrece desde 1986 algunos bocados antológicos, como la crêp de rape con salsa de carabinero, la carrillera con manzana y el montadito de tartar de solomillo a la pimienta.

Además, El Corcho (Correos, 2), famoso por su bacalao rebozado, por las croquetas y los torreznos, y el Restaurante Jero (Correos, 11), con una suculenta barra que rebosa gustosos pinchos, como el ‘Angelillo’ de mus de foie con pistachos y confitura, el ‘Campesino’ de morcilla con manzana o el ‘Portal’ de cecina con boletus y tomate confitado, aunque prácticamente todos son deliciosos.

De pinchos por La Catedral

Desde la plaza de Fuente Dorada hacia la catedral, y bordeándola, se abre otra zona que concentra un gran número de bares, cafeterías y restaurantes interesantes en Valladolid, como la Vinoteca Señorita Malauva (Fray Luís de León, 1), un local para comprar pero también degustar los mejores vinos acompañados con algunos platillos. Además, organiza todo tipo de catas (también a medida), eventos y presentaciones.

Foto: Vinoteca Señorita Malauva.

En el número 22 de esta misma calle está, en unas caballerizas del siglo XV del Palacio del Marqués de Castromonte, el famoso Restaurante Suite 22, cuyo ‘Corchifrito’, ganó Concurso Nacional de Pinchos en 2020. Obra del chef Emilio Martín (un sol Repsol), se trata de un guiso de cochinillo que toma la forma de una botella de vino.

Por supuesto, hay que parar en La Cárcava (Cascajares, 2), una taberna que triunfa con suculentas tostas (tostadas las llaman) y bocaditos de pan payés y diferentes rellenos como los de jabalí con chorizo o salmón ahumado con eneldo.

También digo de parada es El Farolito (Núñez de Arce, 1), con riquísimas banderillas (clásica, de pulpo, de queso o de langostinos, entre otras) y una variada muestra de conservas gourmet que se pueden maridar con una atractiva selección de vinos autóctonos.

El corchifrito de Emilio Martín, de Suite 22

Alrededor de La Antigua

A pocos metros de la catedral, hallaremos la bella iglesia de Santa María La Antigua, del siglo XII, que da nombre a otra buena zona para tapearen lugares como el Corral del Rosarillo (Plaza del Rosarillo), bar de tapas y restaurante de ambiente desenfadado y muy bien atendido, al que medio Valladolid acude a deleitarse con su delicioso pollo frito con patatas y pimientos.

En el restaurante Fierabrás (Marqués del Duero, 8), decorado con madera, barriles y figuras del Don Quijote, hay que disfrutar de los bocadillos de rabas, las croquetas caseras y el churrasco de ternera con salsa barbacoa.

Foto: Corral del Rosarillo.

San Miguel

Continuamos camino hacia la plaza de San Miguel, entre el mercado del Val y la iglesia penitencial de la Vera Cruz, ubicada en la calle Platerías, otro de los puntos que concentra buenos bares y restaurantes para tomar pinchos.

Por nada hay que perderse el Restaurante Don Bacalao (Plaza de Santa Brígida, 5) y su Lechazo taj Mahal, premiado como Mejor Tapa de España en 2015. Además, todo tipo de bacalaos, ya sea en carpaccio, al pil-pil, al estilo portugués o a la vizcaína.

También obligatoria es la parada en el gastrobar MQ Martín Quiroga (San Ignacio, 17) donde los hermanos Quiroga dan rienda suelta a su ingente profesionalidad culinaria en un local diminuto (solo cuatro mesas) donde sirven platos de solvencia como los la palometa escabechada o los chipirones con salsa de pesto.

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