Palma de Bellafila, un bienvenido giro a la cocina catalana de toda la vida
Escondido en una pequeña calle del Gótico de Barcelona, este nuevo restaurante innova la escena con elaborados platos que ponen el acento en la combinación de mar y montaña

El Bellafila presenta una elegancia discreta. Foto: La Palma de Bellafila
Hace un par de años, invitados por mi amigo Jordi Català, quedamos gratamente sorprendidos por la sabrosa y animada propuesta de La Palma, una bodega en el corazón del barrio Gótico con una interesante carta de tapas y platos que honran a la tradición.
Bajo esa consigna, pero con un twist más sofisticado, hace pocos meses abrió La Palma de Bellafila (Bellafila, 5), ubicado a un par de pasos de su centenario hermano mayor. El restaurante ocupa el lugar que ostentaba el Pla, un local que estuvo más de 20 años con una interesante propuesta de cocina catalana. Y ese legado sigue, de alguna forma, presente en el Bellafila con las creaciones de Jordi Parramon, quien en el ambiente gastro se le recuerda por la estrella Michelin que había ganado por su restaurante homónimo en Vic entre 1996 y 2012.
Recetas de ayer, cocina de hoy
Siguiendo las líneas que marcan Judit Giménez y Albert Rial, dueños de La Palma durante las útimas dos décadas, en el Bellafila Parramon con Martina Pérez como segunda de a bordo y Alain Salamano a cargo de la bodega y la sala, ofrecen una carta basada en recetas tradicionales, pero donde la experimentación comedida y la relectura de las preparaciones guían un recomendado paseo por la cocina catalana.
La carta de platos tiene unas 25 propuestas, pensadas más en la combinaciones de sabores y aromas que en colmar con la cantidad
Así lo vimos con un crocante snack de orejas de cerdo y unas sardinas marinadas en uva, platillo típico del Empordà donde este pescado suele ser reemplazado por boquerones.
Varios platos, hemos visto, usan la fruta como añadido a las carnes y pescados. Así dimos fe con la anguila ahumada con manzana, escalivada y col; entrante que comparte el primer capítulo de la carta con la sobrasada de Xesc Reina, la ostra con col fermentada, la croqueta de gamba, los garbanzos con almejas o el canelón trufado de pato.
Platos de mar y montaña
Acompañado por un tinto Sileo (de la Compañía Vitícola Sileo, de la DO Montsant), llegó una recomendada sopa de pescado con patatas y trufa, que para seguir con el juego de platos de mar, siguió con el calamar relleno, donde las patas del cefalópodo se cortan para hacer un sofrito con cebolla con el añadido de una alcachofa a la brasa.
En el apartado de los pescados también se encuentran el morro de bacalao con samfaina, mientras que en el puente de mar y montaña, están las albóndigas de Collscabra con almejas y el pollo con cigalas.
Pero ya habíamos tenido bastante mar, así que era lógico pisar la tierra e ir con el pichón de sangre con aceitunas y uvas; integrante de la sección carnes donde también se pueden elegir al cordero a la mostaza o el entrecot con queso azul y puré de boniato. Y si se trata de derivar a la brasa, pueden ser el pescado de lonja o el chuletón de vaca madurada 60 días.
De postre, nos sirvieron un higo confitado con aceite de menta y polvo de cacao amargo, pero bien podría haber sido el pijama de la Palma o la milhojas de crema.
Las opciones de la bodega
Como se ve, la carta (precio medio, 60 euros) se limita a una veintena de opciones, para evitar los mareos por indecisiones. Pero como muchos platos llevan productos de temporada, que no extrañe que en cada visita haya nuevas sorpresas que probar.
Los platos son de porciones pequeñas, pensados más para descubrir combinaciones de gustos y aromas. Por el contrario Salamano diseñó una carta de vinos con numerosas referencias de vinos generosos, de método tradicional o ancestral, con DO de España (con una predominancia de las catalanas), así como de otros países. A tener en cuenta las 7 u 8 recomendaciones de la semana, que las escribe con elegante caligrafía en la pequeña carpeta que entregan a los clientes, y que se pueden pedir por copa.
Entre tanta decadencia gastro en la zona del Gótico, debido a la receta fácil de locales de comida rápida y escasa calidad pensadas para turistas, se agradece tanto la supervivencia de La Palma como la apertura de La Palma de Bellafila. Todavía hay esperanzas.