De vez en cuando la vida… en común

Galicia, a pesar de la habitual sencilla explicación acerca de su ser, se muestra con una gran complejidad, quizás todavía no asumida, con un entramado de interacciones entre las siete grandes urbes que se relacionan a través de un continuo sucesivo también dual

Vista aérea de la ciudad de A Coruña. EFE/Cabalar

Vista aérea de la ciudad de A Coruña. EFE/Cabalar

Hay escritos que tienen vida propia, como las canciones de Serrat. Y de vez en cuando la vida, llama a tu puerta y te indica lo que es importante y aquello que no lo es tanto. Pensar, pero en serio, sobre lo que nos concierne y nos atañe, para no vivir sólo en el presente, sino en ese territorio que compartimos, ya ahora mismo, con los coetáneos, y que supone el futuro.

En su tercera edición, el Atlas Urbano de la Sostenibilidad en Galicia, iniciativa impulsada desde Economía Digital Galicia, cumple doblemente con su declarada función: mirar al presente, con la vista puesta en el futuro, en particular, en el de Galicia. Sin caer en la moda de la mera reivindicación ingenua de los ODS, aunque eso sí, cuestión ésta obligada, sin duda, el Atlas se sumerge en la doble vocación de servir y divulgar, sin dejar de lado la información necesaria para una toma de decisiones también con visión dual: hoy y mañana. Y en esta nueva edición, con el aumento, además, de los perímetros urbanos.

La gran ciudad extendida

Galicia, a pesar de la habitual sencilla explicación acerca de su ser, se muestra con una gran complejidad, quizás todavía no asumida, con un entramado de interacciones entre las siete grandes urbes que se relacionan a través de un continuo sucesivo también dual, verde y azul, campo y mar. Y en su definición de esta Galicia diseminada, extendida pero engarzada, el Atlas afirma rotundo, que habitamos un sistema urbano policéntrico, resiliente y en constante evolución, inspirado por ese espíritu que siempre lo caracterizó, la convivencia pacífica y la complementariedad. Galicia se nos ofrece como una gran ciudad conectada a través de grandes zonas verdes, en una suerte de simbiosis entre lo urbano y lo rural. En realidad, como constata el Atlas, ese cohabitar caracteriza el dinamismo de su crecimiento natural, donde cada ciudad, en conexión con su perímetro rústico, convive en sosiego, sin competir por buscar su sitio en contraposición. Lejos están ya aquellos rencores entre los urbanitas hijos de (María) Pita y el lacustre pueblo de Vigo, no habiendo espacio ya ni para una infantil disputa balompédica.

«El Atlas afirma rotundo, que habitamos un sistema urbano policéntrico, resiliente y en constante evolución»

A pesar de su alma rústica, en Galicia un poco más de la mitad de la población se asienta en siete ciudades, todas ellas con un área de influencia inmediata conectada por un asumido sentir ciudadano. La Galicia de la modernidad apunta a una energía más metropolitana, menos agraria, sin perder su carácter rústico tradicional. Galicia es como esos muebles que, cómodos y adaptados, presentan rasgos internacionales insertos en lo más actual, ese estilo de mobiliario que dio en llamarse el “rústico urbano”, agreste, pero domado.

Y en sostenibilidad, también dos velocidades

La eterna Galicia de la duplicidad, el norte y el sur, la marítima y la de interior, donde hasta hubo denominación para las tendencias en una política intestina, el birrete y la boina, también se nos retrata en formato duplicado en relación a su velocidad punta: Ferrol y Lugo se suman a la cuarta velocidad, la impuesta por A Coruña, Vigo y Santiago, mientras Pontevedra y Ourense, renquean en la tercera. Como los pecados capitales y cobijados bajo un paraguas de esos denominado siete parroquias, en la confluencia entre el septeto de las ciudades y los siete grupos de indicadores predominan los correctos y los regulares, y menudean muy mucho, en relación a la sostenibilidad, los excelentes. Santiago de Compostela, a la cabeza, A Coruña y Vigo prácticamente se igualan en corrección, mientras Ferrol, Ourense y, en menor medida Pontevedra, coquetean con la insuficiencia y la medianía baja. Lugo, como la muralla, resiste, pero, curiosamente, renquea en turismo. Todas ellas, las siete, decoloran en vivienda, y, en turismo, tienden al blanco roto.

La parroquia aggiornada

Como si de una decisión vaticana se tratase, la sostenibilidad va, en Galicia, por parroquias, pero, eso sí, apuntando a un cierto “aggiornamento”. Por orden y según consta en el propio informe, A Coruña se instala en la corrección, salvo en turismo; Santiago de Compostela, asomada a un inicial desconcierto, hoy ya no tan eclesial, despunta en innovación y tecnología, así como en demografía y población; Ferrol, siempre quejosa de un secular abandono, destaca, cómo no y solo faltaba, en sostenibilidad ambiental, y, en el resto, decae. Vigo, en su asumida clásica movida, correcta en todo, aunque regular en vivienda e innovación y tecnología; la señorial Pontevedra acusa dos suspensos, en movilidad y transporte y en turismo, pero se apunta un destaca como nueva conurbación con su entorno más inmediato, en demografía y población; Ourense, muy a su pesar, cosecha tres insufis, tres sufis y una única calificación como aprobado en demografía y población. Finaliza Lugo, con un progresa adecuadamente, siendo irrelevante en turismo aunque con cuatro aprobados, muy cerca en conjunto del cinco pelado.

De árboles y bosques

La aportación del atlas se torna decisiva para entender la evolución hacia su destino por parte de una Galicia todavía asustada en mitad de la escalera ante su capacidad de respuesta, articulada alrededor de siete núcleos configuradores, aunque alejada ya de la disputa territorial por la preeminencia; cada una, a lo suyo, pero todas en lo común. Adaptada a las demandas propias de una urbanización distribuida como exige una Europa preocupada y ocupada con la sostenibilidad, todavía resulta poco exigente con las periferias. En definitiva, un territorio el gallego donde corren en paralelo dos orientaciones muy definidas: un rural cada vez más urbanizado, conviviendo con una urbanización cómoda todavía con su espíritu de pueblo; eso que ahora los modernos llaman “pensar y vivir en lo glocal”. Para quienes, viniendo de fuera, intenten entenderlo, en Galicia, todos tenemos, en mayor o menor medida, algo de aldea. Resumiendo, sí, con raíces, pero ya no somos tan de pueblo.

«Como si de una decisión vaticana se tratase, la sostenibilidad va, en Galicia, por parroquias, pero, eso sí, apuntando a un cierto aggiornamento«

De vez en cuando la vida nos hace felices como un niño cuando sale de la escuela, sí, pero a la mañana siguiente hay que volver al pupitre. En las rigurosas pruebas de esta PAU, antes selectividad, de la Sostenibilidad que supone el Atlas Urbano, en Galicia obtienen nuestras siete ciudades tres dignos aprobados, pero también cuatro “necesita mejorar”; seguimos, una vez más, en la dicotomía. Sin duda alguna, queda, todavía, mucho por hacer.

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