La automoción: tecnologizarse o morir

La distribución de vehículos está irremediablemente abocada a una perestroika profunda que la llevará a cubrir las necesidades de los clientes que demandan el pago por el uso real de los vehículos. Un cambio de paradigma, de la propiedad al uso

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Carlos Ortiz, un amigo al que aprecio por su conocimiento, profesionalidad y, sobre todo, por su honestidad, escribió un post a modo de “storytelling” que disparó en mi cerebro “el miedo ajeno” que como empresario padezco genéticamente. Es la tendencia que tengo a empatizar, tanto en lo bueno como en lo malo, con otros empresarios, de otros sectores muy distintos al mío. 

El hilo conductor siempre es la tecnología y lo que supone no ponerse al día en esta área que genera rechazo porque supone cambios en el estado de confort en los que flotan los sectores clásicos como, en este caso, es el de la automoción. Es en una cuestión como esta donde se pone de manifiesto como protagonista la frase que vengo utilizando hace más de diez años, para poner en evidencia las consecuencias de la negación de la evidencia: tecnologizarse o morir.

Sin más dilación reproduzco íntegramente el post dada su elocuencia:

“Érase una vez un grupo de automoción con unos pocos concesionarios. Al principio fue creciendo y la verdad que todo marchó genial durante 30 años. Hubo un tiempo muy largo donde todo era más o menos igual; vendían coches y luego pues reparaban un poco y les hacían algunas revisiones.

 Nuestra vieja y nueva amiga la tecnología digital irrumpió llamada por las demandas del mercado. Es un círculo virtuoso que se retroalimenta. La tecnología evoluciona por el mercado y el mercado evoluciona por la tecnología.

Un buen día nuestro buen amigo el gerente del grupo de automoción se dio cuenta de que el mercado demandaba otras cosas y de que cada vez tenía más pérdidas, y no poseía ni los recursos ni las herramientas. 

De repente los más listos comprendieron que la automoción dio un cambio a la movilidad. y que también hubo una modificación del paradigma que los llevó de la propiedad al uso. Aunque ese cambio todavía está en marcha. Tenían que convertirse en operadores de movilidad que gestionasen los datos de sus propios clientes, para ofertar servicios de movilidad personalizados.

Tanto los fabricantes, como los concesionarios, como las empresas de alquiler de vehículos están condenados a desaparecer o en su defecto (y gracias) a convertirse en proveedores de movilidad bajo demanda y a golpe de click desde un smartphone. 

¿manda el consumidor? Pues claro”.

Tesla, en mi opinión la compañía mejor posicionada para afrontar lo que viene, ya lo dejó bien claro con la estrategia de distribución de sus productos. Una estrategia absolutamente vertical donde la marca lo domina todo de cabo a rabo. No tienen que compartir beneficios con nadie ya que en un escenario de vehículos conectados, poco tiene que aportar la distribución final, más allá de mantenimiento cosmético o la reposición de consumibles. 

Muchos dijeron de Tesla, a modo despectivo y con el único objetivo de despreciarlos, que no eran ni más ni menos que una tableta con ruedas. Y eso es exactamente lo que son los Tesla y también el futuro de todos los vehículos. 

No puedo apartar de mi memoria lo que dijeron los mandamases de Nokia y Motorola de Steve Jobs y de Apple cuando en 2007 presentaron el primer iPhone: “A dónde van estos con una calculadora para hablar por teléfono”, “jamás un teléfono dejará de tener teclas de marcado”, etcétera.

Echemos un ojo a nuestro terminal y veamos cuantas teclas tiene. Nokia era el Dios de la telefonía móvil a principios de este siglo, y fijaos lo que es ahora, que ni siquiera el corrector del terminal móvil que estoy usando para escribir este artículo lo reconoce como un término conocido y lo subraya como una falta. 

En el sector de la automoción está pasando lo mismo. Renegaron de la irremediable electrificación de las flotas, y ahora van a dar el salto a renunciar del paso intermedio entre el fabricante y el consumidor. Los concesionarios ya no les aportan valor, y por ello la reducción constante en los márgenes a estos. 

Stellantis y Grupo Volkswagen anunciaron no hace mucho tiempo que venderán sus automóviles directamente. El concesionario no comprará los vehículos a las marcas y se enfocará en el mantenimiento, lo que significa que van a modificar radicalmente la relación con sus distribuidores: los concesionarios.

Sirva también como ejemplo que el grupo Stellantis cerrará entorno al 40% de sus concesionarios más pronto que tarde. Los concesionarios de vehículos no van a ser un lugar para pasear y ver una amplia oferta de coches, ya que el control del stock será una manera de minimizar los costes para que prácticamente se pase a fabricar sobre pedido. Seguramente el negocio postventa estará basado en el mantenimiento, que en el caso de los vehículos eléctricos será muy reducido.

La mejor estrategia para los concesionarios es convertirse en empresas de movilidad

En mi opinión, el sector de la distribución de vehículos está irremediablemente abocado a una perestroika profunda que los llevará a cubrir las necesidades de los clientes que demandan el pago por el uso real de los vehículos. Un cambio de paradigma que los llevará de la propiedad al uso. 

También, según mi criterio, todos aquellos que no adopten las medidas oportunas y no se adapten a los nuevos requerimientos, están condenados a la muerte empresarial. La automoción es un sector que da cientos de miles de empleos, sino millones, y supone una parte muy importante del PIB español. 

Creo que la mejor estrategia de los concesionarios para adaptarse a los nuevos tiempos es pasar de ser meras empresas de distribución y mantenimiento, y convertirse en empresas de movilidad. Es justo aquí donde aparece la tecnología, sin duda la clave de la transformación. 

Herramientas tecnológicas de telemática y de “sharing” proporcionan ya a muchos concesionarios de automoción la posibilidad del control exhaustivo de sus vehículos y una herramienta de pago por el uso de estos.

Conozco y soy amigo de algunas empresas que poseen concesionarios, empresas de renting, de rent a car, de alquiler de motos, bicicletas, de patinetes… Permitiéndome el lujo de hacer emprendimiento ficción, metería a todas estas empresas en una coctelera, le añadiría mucha dosis de tecnología y una gran parte de concepto de competitividad, y lo que saliera sería el “Shangri-La” del sector. 

Una vez más, en el sector de la automoción, “tecnologizarse o morir” se convierte en un axioma. 

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