Psicosociología cuántica
Cuando tratamos de fijar la realidad de manera rígida o dictatorial, lo que destruimos no es solo la diversidad de perspectivas, sino la posibilidad misma de comprendernos como especie

Cargas policiales a varias personas que protestan a favor de Palestina en Atocha, el día de la etapa 21 de la Vuelta Ciclista a España. Jesús Hellín / Europa Press
La mecánica cuántica ha demostrado algo que pone a prueba nuestra forma de pensar: el mero hecho de mirar algo influye en lo observado. En el conocido experimento de la doble rendija, un electrón se puede comportar de dos maneras distintas, como onda o como partícula, dependiendo de si se le observa o no.
Aunque corresponda al terreno de la física teórica —pero que está más comprobada científicamente que muchos principios de la física de materias—, esta noción presenta un paralelismo con dinámicas psicológicas y sociales, donde una misma situación o los mismos hechos experimentan varias interpretaciones; las cuales suelen coexistir pero, también, por desgracia y más a menudo de lo que deberían, entran en conflicto.
En política lo vemos a diario. No se debaten solo hechos, sino percepciones, marcos interpretativos, juicios… Y detrás de esos relatos, el observador determina qué es visible y qué queda oculto. Por ejemplo, la figura de Pedro Sánchez es, para unos, símbolo de diálogo y avance social; mientras que, para otros, resulta un enemigo de la patria o un dictador. Asimismo, la derecha española tiene su propia versión “patriótica”, blanqueando su “modus operandi” y culpabilizando sistemáticamente al otro.
Lo mismo que ocurre, a otra escala, en los escenarios bélicos. Para Rusia, la incursión en Ucrania se plantea como una “operación especial” para salvaguardar su historia. En cambio, para los ucranianos es una agresión despiadada que atenta contra su derecho a ser una nación. En Gaza, Israel argumenta que actúa en “defensa legítima”; mientras que los palestinos claman que sufren una ocupación y un genocidio. Las muertes son innegables, pero las narrativas que las rodean fracturan a la humanidad en visiones del mundo opuestas.
La migración ofrece otro ejemplo claro de “psicosociología cuántica”. El mismo flujo de personas se convierte en crisis o en oportunidad según quién lo mire. Para algunos sectores supone una amenaza al empleo, a la cultura o a la seguridad. Para otros es un fenómeno humano inevitable, que enriquece sociedades y sostiene economías. Y de esa mirada dependen políticas públicas que pueden salvar vidas… o condenarlas.
Con el cambio climático ocurre algo parecido. La ciencia aporta datos sólidos sobre el calentamiento global. Sin embargo, parte de la sociedad lo percibe como exageración o conspiración. El observador que niega la evidencia construye una realidad distinta, en la que el problema parece inexistente. Pero aquí, a diferencia de la física cuántica, la indiferencia no cambia el hecho: Groenlandia, los polos y los glaciares se derriten igualmente.
La identidad, la diversidad sexual y de género es otro campo de observación múltiple. Para algunos, la homosexualidad o la transexualidad son expresiones legítimas de la libertad individual. Para otros, siguen siendo desviaciones, errores o incluso amenazas. El hecho biográfico de una persona —su manera de amar o de definirse— no cambia; lo que cambia es la manera en que la sociedad lo mira, acepta o rechaza.
Lo mismo sucede con la mujer. El feminismo ha puesto en evidencia desigualdades históricas que durante siglos se normalizaron. Sin embargo, todavía persisten quienes consideran las demandas de igualdad como exageraciones o privilegios injustificados. La misma realidad —brecha salarial, violencia de género, carga de cuidados— es vista como problema estructural, por unos, o como “relato victimista”, por otros.
Ya la famosa frase “nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”, atribuida al poeta asturiano Ramón de Campoamor (1817-1901) y popularizada al incluirla Benito Pérez Galdós (1843-1920) en Los episodios Nacionales, viene a significar que la percepción de la realidad está influenciada por la perspectiva de cada persona.
La pluralidad no es un defecto de la sociedad, sino su mayor riqueza
Otro dicho más común aún es que “la historia la escriben los vencedores”. Algo que, sin embargo, desmiente el doctor en humanidades mexicano Juan Miguel Zunzunegui, al enfatizar que la “verdad histórica” no existe, sino múltiples interpretaciones, y que lo que nos contamos o nos cuentan se convierte en nuestra realidad que, generalmente, nos condiciona o “esclaviza”.
En su charla en el espacio Aprendemos juntos, disponible en internet, por ejemplo, argumenta que la historia como se cuenta en México, presentando a los españoles como los malos y a las culturas prehispánicas como perfectas, perpetúa un discurso de odio y victimismo, impidiendo el progreso. En cambio, como también apunta, en los países anglosajones suelen glorificar sus relatos históricos; aunque hayan sido tan deleznables como empezar su imperio con la piratería o prácticamente exterminar a los nativos norteamericanos.
Lo mismo que se puede aplicar en nuestro país con respecto a diferentes relatos históricos. Como en el caso del franquismo, que impuso durante décadas una narrativa oficial de “cruzada”, pero que ha ocultado la dictadura y la terrorífica represión en la que se ha basado.
En la actualidad, también Trump reescribe la política estadounidense con su relato de “América primero” (la suya, no la de los chicanos, negros, homosexuales, etc.); frente a hechos probados de ser un mentiroso patológico, un estafador como empresario, un machista cuasi violador, un extorsionador en las relaciones, etc.
O el caso de Bolsonaro, recién condenado por la justicia brasileña por articular un golpe de estado cuando Lula ganó las elecciones, pero que para otros es un/otro “salvapatrias”.
En todos estos casos, alguna de las formas de ver las cosas intenta presentarse como la única válida. Y no solo en la historia. La vida cotidiana también está llena de ejemplos: una canción que emociona a unos y deja fríos a otros; una jugada de fútbol que es penalti para unos y carga legal para otros; una frase que se siente como cariño o como reproche según el ánimo del día; las protestas contra Israel un “honor” o un “ridículo internacional”… La realidad es poliédrica, cambiante, dependiente del/a observador/a.
El humanismo, como el que divulga el mencionado doctor Zunzunegui, nos recuerda que “la verdad” no es patrimonio de nadie, sino un relato compartido de y entre todos. Para lo cual, resulta fundamental elegir narrativas y miradas que fomenten la paz, la unidad y la esperanza, así como evitar aquellas contaminadas por el odio y los conflictos. Por lo que no basta con aceptar la diversidad de percepciones sino, más bien o mejor, garantizar que ninguna se imponga de manera violenta sobre las demás. La pluralidad no es un defecto de la sociedad, sino su mayor riqueza.
En definitiva, lo malo no es que existan miradas y enfoques psicosociales distintos; lo peor es la tentación de imponer unos como absolutos, anulando a todos las demás. Sería algo así como forzar a los electrones a ser solo ondas o solo partículas, negándoles su naturaleza ambigua y compleja. Además de lograr con ello solo el colapso de cualquier cosa, sería estúpido[i].
Y en el ámbito humano ocurre igual: cuando tratamos de fijar la realidad de manera rígida o dictatorial, lo que destruimos no es solo la diversidad de perspectivas, sino la posibilidad misma de comprendernos como especie. Y en esa pérdida, paradójicamente, nos jugamos el futuro.
[i] En otro ámbito científico, el de la paleoantropología, es decir, con la perspectiva temporal más amplia posible sobre nuestra existencia, el codirector del yacimiento de Atapuerca, descubridor del Homo antecessor y uno de los científicos sociales más reconocidos internacionalmente, el prehistoriador, arqueólogo, antropólogo, geólogo, paleontólogo y catedrático de prehistoria Eudald Carbonell, califica a nuestra especie como imbécil, en base a lo que llevamos (des)haciendo los últimos milenios. A este respecto, recomiendo escuchar la entrevista que le realicé en el programa n.º 15 de ERES. Hablamos de SERes, en la plataforma Radiosapiens: https://www.radiosapiens.es/somos-una-especie-imbecil/