Trabajar sin trabajar: el nuevo teatro laboral
Decir “tengo trabajo” se ha vuelto más importante que el trabajo en sí. Entre oficinas de mentira y ofertas laborales fantasmas, se expande un teatro laboral donde lo que cuenta no es la productividad, sino la apariencia. ¿Estamos construyendo una economía basada en la simulación?

José Coronado en “La vida de nadie”
Cada mañana, Emilio se pone el traje, se despide de su familia y sale a la calle como si fuera al Banco de España. Pero no va a ninguna parte. No tiene trabajo. No tiene oficina. Solo mantiene la apariencia. ¿Recuerdan esta película? En “La vida de nadie”, José Coronado interpreta a un hombre que sostiene su estatus profesional con una mentira cuidadosamente elaborada. Me viene esta historia a la memoria después de leer, el pasado fin de semana, que en China están proliferando las empresas que permiten fingir que uno tiene trabajo. Muchos ciudadanos pagan entre 4 y 5 euros diarios para alquilar una oficina falsa.
Las fake companies son empresas sin actividad real, creadas a veces para simular empleo, justificar permisos o maquillar estadísticas. A su lado, proliferan también los ghost jobs: ofertas de trabajo que se publican sin intención de cubrirse, solo para proyectar crecimiento, atraer currículos o enviar señales al mercado.
En un entorno donde el empleo se ha vuelto sinónimo de valor social, trabajar ya no es solo una forma de ganarse la vida: es un salvoconducto para seguir formando parte del sistema. Decir “estoy trabajando” abre puertas, genera respeto, protege la autoestima. En cambio, no tener trabajo —o tener uno precario— acarrea un estigma difícil de disimular. Por eso, cada vez más personas sienten la necesidad de sostener la fachada: acudir a entrevistas sin futuro, ocupar escritorios prestados, o incluso decir que trabajan en empresas que no existen. A veces, mentir es una forma de defensa emocional frente a un sistema que castiga la inactividad y premia la apariencia.
The Wall Street Journal publicaba hace unas semanas que una de cada cinco ofertas de empleo en la América de Trump son falsas o nunca llegan a cubrirse. En España, cerca del 40% de las empresas registradas no tienen actividad económica real, lo que equivale a unos 1,7 millones de entidades. Son datos que dibujan un panorama inquietante, en el que las oportunidades aparentes no siempre corresponden con empleos reales.
Detrás de todo esto se mueve un modelo que ha convertido la imagen en mercancía. En redes como LinkedIn se compite por visibilidad, se estiran logros, se retoca la trayectoria. Se “actualiza” el perfil aunque no haya proyectos. Las fake companies y los ghost jobs son, quizás, la forma más cruda de esa lógica: estructuras vacías que permiten a las empresas simular expansión y a los trabajadores, ocupación. En el fondo, todos actuamos en el mismo teatro, donde lo importante no es producir, sino parecer que se produce. La paradoja es clara: nunca hubo tanta tecnología y métricas para medir resultados… y nunca se trabajó tanto en la nada.
Esta no es una reflexión ajena. Tras muchos años de trabajo, veo con cierta tristeza cómo profesionales valiosos, con trayectorias sólidas, quedan fuera del mercado por haber alcanzado una edad que el sistema considera “caduco”. Mientras tanto, se llenan vacíos con perfiles relucientes pero frágiles, se ficha por imagen y se descarta por biografía. Quizás la verdadera fake company no sea una empresa sin actividad, sino una economía que margina a quienes no encajan con sus modelos selfies.