Logoterapia empresarial: cuándo el sentido supera al beneficio

Una empresa que solo busca la cuenta de resultados es un cascarón vacío, un zombi corporativo que tarde o temprano se derrumba

Reunión entre los trabajadores de una empresa

¡Ey Tecnófilos! ¿Qué está pasando por ahí? Viktor Frankl, en El hombre en busca de sentido, nos enseñó que el ser humano no vive del placer ni del poder, sino del propósito. Esa es la esencia de su logoterapia: cuando todo lo externo se derrumba, lo único que sostiene al hombre en pie es encontrar un “para qué”. Y si esa verdad se demostró en un campo de concentración, ¿cómo no iba a ser válida en el mundo empresarial?

Las empresas, como las personas, también pueden perderse si reducen su razón de ser a ganar dinero. El beneficio es necesario, pero nunca suficiente. Una empresa que solo busca la cuenta de resultados es un cascarón vacío, un zombi corporativo que tarde o temprano se derrumba. Lo que da fuerza a una organización es su capacidad de conectar con un propósito, de aportar algo que el mundo necesita, de generar confianza y de hacer sentir a cada persona que forma parte de algo que tiene sentido.

Aquí es donde aparece una analogía que encaja a la perfección: el ikigai japonés. Los japoneses entienden el ikigai cómo esa razón de ser que se encuentra en la intersección de cuatro fuerzas: lo que amas, lo que sabes hacer, lo que el mundo necesita y lo que te pagan por hacer. Cuando una empresa se construye desde esa convergencia, se convierte en una organización con alma. Y lo curioso es que lo que Frankl descubrió desde la logoterapia se parece mucho a esto: que la clave está en dar sentido, incluso al sufrimiento. El empresario que atraviesa una crisis con propósito no solo sobrevive, sino que sale reforzado, porque convierte la dificultad en aprendizaje.

Un líder logoterapéutico no es el que vigila cifras desde un despacho, sino el que ayuda a su equipo a descubrir el valor de lo que hacen. Un empleado puede tolerar largas jornadas, cambios o incertidumbre, pero no tolera sentirse inútil. Cuando sabe que su esfuerzo importa, que su trabajo conecta con algo más grande, la motivación se vuelve indestructible.

La logoterapia aplicada a la empresa es, en el fondo, una vacuna contra la mediocridad y el cortoplacismo. Porque recuerda a cada empresario, a cada autónomo, que su negocio no es solo un balance de cuentas, sino una brújula vital.

El ikigai japonés lo dice con delicadeza; Frankl lo gritó desde el abismo: el sentido es lo único que mantiene vivo al ser humano. Y en la empresa, el sentido es lo que la convierte en algo más que un lugar para trabajar: la convierte en un proyecto capaz de trascender.

¡Se me tecnologizan!

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