Análisis: Los retos del Atlas Gallego de la Empresa Comprometida

"Cuestiones como la economía social, colaborativa y solidaria, la economía circular, la economía sostenible, además de ser vitales para la sociedad, son de enorme trascendencia para la competitividad de las propias compañías"

Motor gallego

Imagen de archivo del sector de la automoción en Galicia

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La del Atlas Gallego de la Empresa Comprometida me parece una idea muy original que puede transformarse en un instrumento de utilidad creciente en los tiempos que corren, considerando los retos e incertidumbres que, sin ninguna duda, marcan un futuro evidentemente turbulento y revolucionario en múltiples aspectos, tanto económicos como sociales, ideológicos y éticos.

Estoy absolutamente convencido de que, independientemente del universo público, la estructura, organización y estrategia de la empresa, así como su interacción con el entorno, su anticipación y proactividad, tienen un protagonismo creciente en el desarrollo de la sociedad y la sostenibilidad global.

Cuando observamos la creciente importancia de la economía social, colaborativa y solidaria, la economía circular, la economía sostenible en un medioambiente y una demografía de muy complejas expectativas y graves riesgos, identificar la actitud de las empresas y tratar de evaluar la intensidad de su compromiso, además de ser vital para la sociedad, es de enorme trascendencia para la competitividad y futuro de las propias compañías. El grado de compromiso de una empresa es una imagen muy representativa para el nivel de aceptación de la misma y, consecuentemente, para su aceptación por el consumidor y el crecimiento de la demanda de sus productos y servicios.

La muestra de partida del atlas, de 20.000 empresas, y la selección de una facturación igual o superior a 10 millones de euros, totalizan más de 43.000 millones, superando el 65% del PIB de Galicia, lo que implicaría alrededor del 77% si excluimos el sector público.

La estructura de fases de análisis, con 22 variables y 69 atributos, implica un proceso riguroso de evaluación y ponderación, hasta llegar a calificar con un determinado número de estrellas el nivel de compromiso de cada empresa y, consecuentemente, su posición en cada uno de los cuatro grupos establecidos.

Naturalmente, es preciso contrastar y perfeccionar, en su caso, el modelo elaborado, a través de la aplicación e iteración del proceso. Probablemente se abren ya algunas cuestiones en las que conviene profundizar, como la conveniencia de hacer clasificaciones por actividades, tamaño o volumen de facturación, localización… Y otro reto, la adaptación del modelo para empresas de pequeña dimensión, inferior a una facturación de 10 millones que, en casos bastante significativos, están en procesos rigurosos de innovación y compromiso con el entorno.

Jorge González Gurriarán es catedrático de Organización de Empresas de la Universidade de Vigo

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