Talento senior frente al edadismo social

El talento senior no es un coste prescindible, sino un recurso imprescindible para sostener la productividad, la innovación y el propio sistema social

Mujer trabajando en una oficina

Leía esta semana una información basada en un informe del Servicio Público de Empleo de España (SEPE) en el que se advierte que, en los próximos diez años, el 80% del empleo que se genere en nuestro país no será empleo nuevo, sino simple reemplazo de puestos vacantes por jubilaciones masivas. Sectores estratégicos como la sanidad (donde un 12,7% de los ocupados tiene 60 años o más), la educación (7,8%) y las Administraciones públicas (15,6%) están en una situación crítica. La magnitud del desafío se refleja en un dato contundente: por cada joven que entre al mercado laboral en la próxima década, habrá entre 2 y 4 personas que se jubilen, dependiendo de las zonas.

Viene esto a cuento porque no hay como ser protagonista de una situación para que tomes más conciencia de ella. Y en mi caso, como “baby boomer”, y consciente de datos como los aportados también por la OCDE que proyecta que, de aquí a 2060, España perderá un 30% de su población en edad de trabajar, me resulta evidente que el talento senior no es un coste prescindible, sino un recurso imprescindible para sostener la productividad, la innovación y el propio sistema social.

Reinventarse a los 60 es posible si se combina la experiencia acumulada con la disposición a seguir aprendiendo

Ciertamente, la mentalidad social ha ido variando estos últimos años y no todo el mundo ve la jubilación como el final del camino. Hoy sabemos que puede ser un comienzo. Vivimos más, vivimos mejor y tenemos más energía para seguir aportando. La longevidad es un activo: significa más espacio para aprender, emprender y aportar, siempre que la sociedad y las empresas sean capaces de valorarlo, y que cada persona decida mantener la curiosidad y las ganas de vivir también a través del trabajo.

En mi caso, recién llegado a Chile, y ya transitando por la sexta planta, me ha tocado empezar de nuevo. No veo mi cercana jubilación como retirada, sino como la oportunidad de iniciar proyectos que sumen y que conecten mi experiencia con nuevas ideas y realidades. Esa decisión nace de una convicción: trabajar, aprender y emprender no es solo una manera de sostenerse económicamente, es también una forma de vivir con plenitud.

Pero también por ello, los propios seniors tenemos la responsabilidad de mantenernos activos, abiertos a la formación y con espíritu emprendedor. Reinventarse a los 60 es posible si se combina la experiencia acumulada con la disposición a seguir aprendiendo. No se trata de aferrarse al pasado, sino de proyectar la experiencia hacia el futuro.

En los últimos 13 años he vivido en tres países diferentes: México, España y ahora Chile. En los tres, aunque con economías diferentes y una visión particular en cada caso, el problema es similar:  edadismo cultural e institucional. Cultural, porque exige cambiar la mirada: dejar de ver a los seniors como una carga y empezar a verlos como un motor de innovación y cohesión. Estructural, porque implica repensar los sistemas de formación continua, adaptar normativas laborales y fomentar espacios de emprendimiento inclusivo.

Como dejó escrito Séneca, “no tengas miedo de los finales. Son, en realidad, lugares donde empiezan cosas nuevas.”

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